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Etiopía

Conflicto de Amhara, Etiopía: la contienda de los rumores

Hace un año comenzó el conflicto en Amahara, que enfrenta a diversos grupos armados contra el gobierno federal etíope

Cristianos etíopes durante la oración. Etiopía afirma ser el primer estado cristiano de la Historia, desde el siglo IV. Anne Saurat

El conflicto de Amhara es tan desconocido que hace falta empezar explicando qué es Amhara, aunque sean sus principios básicos: es una región de Etiopía que duplica el tamaño de Andalucía y compuesta por una mayoría de individuos pertenecientes a la etnia amhara. Alrededor de 36 millones de personas viven en este territorio que ha servido de sostén para un puñado de reinos y de imperios regionales en los últimos dos mil años… o puede que más. Ciudades como Gondar o Axum se mantienen insertas en el imaginario colectivo etíope, envueltas en leyendas que datan desde tan atrás como el rey Salomón y que sirven como base fundacional para la tradición nacional etíope.

El conflicto de Amhara tiene lugar en la región de Amhara (sic.) y enfrenta a las milicias Fano contra el ejército federal etíope. Las milicias Fano pueden definirse como una variedad de grupos armados que persiguen diversos intereses, pero cuyo objetivo común insiste en la perpetuación del federalismo etíope frente a las políticas de Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, que pretenden centralizar la administración del país y la estructura de sus fuerzas armadas.

El conflicto de Amhara estalló tras la guerra de Tigray (2020-2022), en donde las milicias Fano colaboraron con el ejército federal etíope y el ejército de Eritrea para aplastar una sublevación iniciada por el Frente de Liberación Popular de Tigray (el equivalente a las milicias Fano en la región etíope de Tigray, salvando las distancias). Fue una guerra trágica pese a su escasa relevancia mediática. Más de 600.000 personas murieron por los combates y como consecuencia de la hambruna provocada tras el bloqueo de Tigray, ordenado por Abiy Ahmed, que impidió la entrada de ayuda humanitaria en la región durante más de un año. Tras esta guerra fratricida, en Amhara se esperaban una recompensa, un botín de guerra que agradeciese los esfuerzos y la sangre derramada en nombre de los hombres con corbata que duermen en la capital. Especial empeño se tenía en recuperar las tierras fértiles de Welkait (al oeste de la actual Tigray) y de Raya (al sur), que pertenecieron históricamente a los amhara hasta la división territorial de Etiopía en 1995, momento en que Welkait y Raya pasaron a formar parte de la región de Tigray.

Primer fiasco: las tierras fértiles permanecieron como parte de Tigray. Segundo fiasco: tras la guerra, Abiy Ahmed comenzó a presionar a los grupos armados de Amhara para su desarme y la consecución de su política centralista. Consecuencia: las milicias se sublevaron en agosto de 2023 bajo el pretexto de que habían sido “traicionados” por el gobierno de Addis Abeba.

Pero el conflicto de Amhara no es el típico conflicto que acostumbra a aparecer en el televisor. Aquí no hay decenas de miles de desplazados, ni bombardeos a hospitales y colegios, tampoco podrían verse tanques o elementos de artillería pesada bombardeando esta o aquella posición enemiga, como pudo verse en Tigray. Es un conflicto peculiar, de baja intensidad. Los rumores sobre de combates recientes se enzarzan con la realidad, mientras la fiabilidad de la información sobre el terreno se difumina. Por ejemplo, este periodista escuchaba un martes por la mañana en la ciudad de Gondar que habían ocurrido combates durante la tarde anterior en la carretera que lleva desde Gondar hasta la localidad de Gorgora; luego llamaba a sus contactos en Gorgora y estos le decían que tales combates no habían tenido lugar. Y era habitual que unos dijeran que habían ocurrido combates mientras que otros encarcaban la ceja y lo negaban.

Esto no significa que no ocurran combates. Detonaciones esporádicas en la periferia de Bahir Dar, furiosos tiroteos ocurridos en el barrio de Azazo (a las afueras de Gondar) y testimonios de los locales lo confirman. Especialmente revelador fue un comentario hecho por una Hermana de la Caridad de nacionalidad keniana y que lleva más de diez años viviendo en Gondar: “Hace pocos meses, sería en enero, hubo un combate muy violento en la calle donde se encuentra nuestro centro. Los milicianos forzaron nuestra puerta y entraron gritando, teníamos mucho miedo, pero luego vieron dónde se habían metido [en un centro para discapacitados intelectuales que dirigen las monjas], pidieron disculpas y se marcharon por donde habían venido. Lo único malo es que no nos arreglaron la puerta”. Nadie niega que ocurren combates; lo que resulta más difícil es determinar qué combates son reales y cuáles son ficción.

El conflicto de Amhara puede considerarse de baja intensidad. Pese a que pueden contabilizarse distintas zonas rojas en la región y se ha percibido un aumento en las acciones de bandidaje en las carreteras y caminos secundarios, no hay desplazados, no existen aún traumas que se contabilicen por decenas de miles. Hay tensión. Hay rumores. Unos dicen que los Fano luchan por la libertad, así, en abstracto, sin detenerse a considerar qué es la libertad con exactitud y qué consecuencias y responsabilidades traería. Otros acusan a Abiy Ahmed, de religión protestante pero con ascendencia musulmana, de perpetrar un genocidio contra la población cristiana ortodoxa del país, donde los Fano se ubican como defensores de la cristiandad y de la tradición etíope. Otros señalan a Egipto como fuente de financiación de los fano y consideran que el conflicto pretende debilitar a Etiopía por los desacuerdos nacidos tras la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope en las aguas del Nilo Azul.

Otros identifican a los fano como bandidos, mercenarios de la moral que combaten por los valores que les señala su comandante al principio de cada semana. Que los fano no sean un grupo homogéneo, sino una aglomeración de milicias con intereses diversos, dificulta concretar sus objetivos a la vez que promueve la proliferación de rumores tomados por válidos entre la población local. Este periodista observó a elementos fano en un pueblo conocido por servir como lugar de encuentro para los bandidos que actúan en los alrededores de Gondar, pero también contactó con milicianos que establecen controles de carretera para identificar a bandidos y arrestarlos sin demora. Esta mezcolanza de ideales sin rumbo fijo es de gran utilidad al gobierno etíope, que se sirve de la desinformación y de la falta de información para aumentar la confusión y dificultar la comprensión del conflicto a la propia población local, pero también a los observadores internacionales que trabajan sobre el terreno.

Los cortes de internet móvil son habituales en las principales ciudades cuando se llevan a cabo “ofensivas” del ejército federal, mientras amplias extensiones del territorio no tienen acceso a internet desde que comenzó el conflicto en 2023. Etiopía es, de hecho, la nación africana que más cortes de Internet ha realizado en los últimos cuatro años. Esto facilita la proliferación de rumores y la prolongación de un conflicto de difícil definición, además de suponer un grave atentado contra la libertad de expresión de la población etíope.

Los locales de Amhara apoyan en cierta medida a quienes ellos llaman “freedom fighters (luchadores de la libertad), principalmente porque comparten su postura contraria a Abiy Ahmed, pero igualmente temen la tangente por la que pueda desviarse cualquiera de los grupos y el daño que puedan provocar. Apoyan pero temen. Es complejo. Los rumores son complejos. Por otro lado, los fano controlan mayoritariamente las zonas rurales, mientras que el gobierno etíope mantiene su presencia en las zonas urbanas; como es lógico, la baja densidad de población en las zonas rurales controladas por los fano potencia la proliferación de rumores que resultan prácticamente imposibles de verificar.

Mario Alonso Lozano, doctor en Historia y Arqueología y autor del libro Historia de Etiopía (Editorial Catarata) contribuye con LA RAZÓN a la hora de arrojar luz en las complejidades del conflicto. Opina que la débil respuesta del gobierno ante las milicias Fano se debe a que “sencillamente no tienen dinero. Al final, acabar con Fano requiere meterse en esos montes abruptos con barrancos, y eso es muy caro. Por no decir que los Fano conocen el terreno como la palma de su mano”. A todo esto, habría que sumarle que el conflicto en Amhara no es el único frente abierto al que se enfrenta Abiy Ahmed en Etiopía. La guerra de Tigray, pese a haber concluido en 2022, aún supone un punto de tensiones que se teme que puedan estallar en un futuro próximo, mientras que continúan las escaramuzas entre tropas gubernamentales y el Ejército de Liberación de Oromo (OLA) en el sur del país. Y deben sumársele las tensiones históricas en la frontera etíope con Kenia.

Lozano considera que “una operación para eliminar a Fano y al OLA es cara. Hay que ir monte a monte, prácticamente, y mostrar una mano izquierda que ahora mismo no se tiene”. Los elevados costos de una guerra a gran escala, con el uso de drones y misiles, no supone un gasto coherente en términos económicos a la hora de eliminar objetivos armados apenas con fusiles de asalto. La guerra de Tigray sí que enfrentaba al gobierno etíope contra elementos mejor pertrechados (carros de combate, lanzaderas de misiles, etc.) gracias al apoyo prestado por Sudán y Egipto, y justificaba el uso de material militar de coste elevado. Tal y como confirma Lozano, “tampoco es que el ejército etíope sea muy eficiente, y entre los tres frentes que hay abiertos hay que tener demasiadas tropas desplegadas. Y esos soldados son un coste logístico tremendo: hay que darles de comer, vestirlos, armarlos, etc. El país no está para esos dispendios”.

El estancamiento del conflicto tiene repercusiones nefastas para la población local. No sólo debido a las deficiencias de transporte que afectan a la actividad comercial, sino que también influye esta situación en una comunidad agrícola que ve sus movimientos restringidos por el bloqueo de carreteras, el miedo y los combates que estallan de forma intermitente. Además, ciudades como Gondar o Bahir Dar, que deben un grueso de su economía al turismo, han visto cómo el número de visitas se ha reducido a números prácticamente negativos en el último año. Esto aumenta el desencanto de la población local contra Abiy Ahmed y, en consecuencia, el apoyo a las milicas fano que les “liberarán” de la opresión del gobierno. El conflicto de Amhara es desconocido, de baja intensidad, se retroalimenta a sí mismo por medio de los rumores y de las tragedias. La duda que domina a todos es cuándo subirá la violencia un nuevo escalón.