Deja de ser "invencible"
Modi jura el cargo como primer ministro de la India pese a perder la mayoría
El primer ministro indio se ve obligado a moderar su estilo cada vez más autoritario para sacar adelante la agenda legislativa
El primer ministro indio, Narendra Modi, juró el domingo su cargo como primer ministro, por tercera vez consecutiva. Sin embargo, el líder nacionalista hindú regresa al poder con un respaldo parlamentario menos contundente, debiendo ahora gobernar en coalición. Esta victoria electoral no se traduce en un dominio absoluto del gobierno como en sus dos anteriores períodos. El Partido Bharatiya Janata (BJP) perdió algunos escaños, lo que sugiere que su abrumador control político empieza a erosionarse, al menos a nivel legislativo. Ahora, el carismático líder deberá moderar su estilo de gobierno y negociar acuerdos con sus socios, lo que implica que su capacidad para imponer unilateralmente su agenda se verá más restringida.
En el palacio presidencial indio de Rashtrapati Bhavan, en Nueva Delhi, el primer ministro prestó juramento ante el presidente Droupadi Murmu. Miles de invitados, entre ellos jefes de países de siete de los Estados vecinos de la India y grandes celebridades de Bollywood, marcaron su presencia en la ceremonia. Este líder de 73 años, popular pero controvertido, se ha convertido así en el segundo jefe de gobierno indio, después de Jawaharlal Nehru, que conserva el poder para un tercer mandato de cinco años.
El hombre fuerte de la India, que ha gobernado hasta ahora sin oposición, controlando casi todas las instituciones del país, se ha visto forzado a negociar con los líderes regionales para mantenerse en el poder. Su partido, el poderoso BJP, resultó vencedor en las XVIII elecciones generales, pero, por primera vez desde 2014, no obtuvo por sí solo una mayoría absoluta.
Esta legislatura es importante porque es la primera vez que depende de una frágil coalición, con socios que no se muestran reacios a cambiar de apoyo después de que el BJP no lograra la mayoría. En un revés electoral, obtuvo sólo 240 escaños, menos de los 272 que necesita cualquier partido político para formar gobierno, por lo que Modi depende de la Alianza Democrática Nacional (NDA), liderada por el BJP y que obtuvo el mayor número de escaños. La coalición NDA obtuvo 293 escaños, unos 61 por delante de la alianza opositora INDIA, liderada por el partido del Congreso.
Es más, en Uttar Pradesh, el populoso bastión nacionalista hindú y el estado más importante en cifras, el partido de Modi pasó de 62 a 35 escaños. Fue derrotado incluso en Ayodhya, donde, en enero, inauguró un templo hindú en el emplazamiento de una mezquita de la época mogol arrasada, y lo presentó como el emblema de su Nueva India. Un mensaje que resultó inequívoco.
Esta derrota ha resultado humillante para un político que se había acostumbrado a victorias arrolladoras y a la adulación de los medios de comunicación y la clase empresarial. Modi debe decidir ahora si adopta un enfoque más integrador y unificador con la esperanza de recuperar su impulso, antaño imparable, o si redobla las políticas y la retórica que le han llevado a esta sorprendente reprimenda en las urnas.
El líder populista ha sido acusado por los críticos de dirigir el país con una política asertiva de polarización, y de utilizar todos los resortes de poder, incluidos los organismos estatales, a su disposición para atacar a sus críticos. A su vez, le achacan haber socavado la democracia india y su condición de nación laica, y reducido el espacio para la disidencia, la libertad de prensa o la independencia judicial.
La oposición
La alianza liderada por el principal partido de la oposición, aglutinada en torno al Congreso, se encontraba sumida en el caos antes de las votaciones, con dos de sus líderes detenidos y expertos que aseguraban que el bloque no tenía ninguna posibilidad frente al supuestamente invencible Modi. Pero, durante la campaña electoral, Rahul Gandhi, uno de los principales líderes opositores y descendiente de la dinastía política Nehru-Gandhi, se embarcó en largas marchas para conectar con los votantes. La oposición cuestionó la trayectoria económica del gobierno e hicieron hincapié en el desempleo, el aumento de la desigualdad, o la subida de los precios y acusaron al gobierno de Modi de mantener estrechos vínculos con empresarios multimillonarios.
La retórica hindutva (nacionalista hindú) del BJP, a menudo divisiva, no caló en gran parte del país, sobre todo en aquellos con una visión más cosmopolita y laica, y en zonas con fuertes identidades regionales, como el sur, así como en las minorías religiosas de la India. Modi es visto por sus seguidores como un defensor de esta mayoría religiosa, que en ocasiones ha entrado en conflicto con las musulmanas y sij. Su comportamiento revela su creciente inquietud, mientras sus silbidos antimusulmanes se han convertido últimamente en ataques directos. Sus detractores lo acusan de favorecer a la mayoría hindú, que constituye el 80% de los 1.400 millones de habitantes del país.
Asimismo, ha intensificado sus ataques contra el opositor Congreso Nacional Indio, afirmando que su manifiesto tiene el "sello de la Liga Musulmana". Incluso sugirió en un mitin de campaña que un gobierno liderado por congresistas redistribuiría la propiedad privada y los bienes personales de los hindúes entre los musulmanes. Un discurso sumamente incendiario, ya que se supone que un primer ministro debe servir a todos los ciudadanos, pero Modi expresó abiertamente su desprecio por 200 millones de ellos.
Sus mensajes sobre economía, que promocionaban a India como la gran nación de más rápido crecimiento del mundo, también cayeron en saco roto, en un país que se enfrenta a altos niveles de desigualdad y desempleo juvenil. Aunque se considera a la India como un beneficiario potencial de la presión de Occidente para reducir los riesgos o diversificar las cadenas de suministro, alejándose de China, la proporción de la industria manufacturera en el PIB se ha estancado y las entradas de inversión extranjera han disminuido.
Los analistas afirman que ahora podrá contar con sus aliados para llevar a cabo reformas que impulsen la industria y atraigan la inversión extranjera necesaria para hacer crecer la economía india. Modi aspira a convertir el país en una potencia manufacturera y un país desarrollado para 2047.