Estados Unidos
Donald Trump, "el renacido": una guía para que los gurús occidentales entiendan su victoria arrolladora
El desplazamiento de las minorías afroamericanas, musulmanas, o hispanas a la derecha ha sido lento pero inexorable
Ya saben que se dice que un economista y un analista político son los únicos que pueden explicar por qué no ocurrió lo que ellos predijeron. Pues bien, en este caso permítanme el imperdonable gesto de la auto cita: ya lo anunciamos en estas mismas páginas el domingo pasado, todo lo que allí dibujábamos como altamente probable se ha confirmado. Analistas, gurús de la politología y medios occidentales deberían quizás dejar de confundir sus deseos con la realidad, que de manera tozuda desbarata sus floridos análisis profundamente equivocados. El “wishful thinkig” es peor mentira que la media verdad pues es la que se miente a uno mismo, y negar la realidad trae, inevitablemente, nefastas consecuencias. Todo el mundo le daba por muerto y su renacimiento político no ha sido una sorpresa para muchos. El “come-back" de Trump es histórico, le tiraron a dar con todo lo que pudieron y a pesar de todo ha salido triunfador. El exmiembro de la Cámara de Representantes Chris Stuart dijo recientemente que al presidente Trump (de quien es muy cercano) “había que tomarlo en muy en serio, pero no al pie de la letra”. Sus enemigos han hecho exactamente lo contario, se han tomado al pie de la letra lo que es un discurso político deliberadamente histriónico, y nunca lo tomado en serio, y así le ha ido.
La realidad electoral estadounidense hace tiempo que dejó de ser una foto fija para pasar a ser una película de acción constante, donde sólo los que se adaptan consiguen entender las corrientes de opinión, de sentimientos y de preocupaciones, pues al final los humanos sentimos, y no todo son modelos matemáticos. La gente vota en función de sus dificultades, temores, necesidades y aspiraciones, no en bloques sociológicos dibujados en despachos de analistas desconectados de la realidad. Todos los que han votado por Trump lo han hecho por la economía y la inflación, la inmigración y la creciente inseguridad en las calles de las ciudades de los EE UU, los temas que les afectan de manera directa, las clases trabajadoras y medias en primer lugar.
La mutación más importante es que la llamada “Coalition of Colored People” ha dejado de existir, el voto afroamericano, latino, árabe, musulmán no-árabe, indio, pakistaní o incluso de las comunidades chinas, ha dejado de ser monolítico. Por cierto, me resulta difícil encontrar una expresión más racista y denigrante desde el paternalismo del falso progresismo más rancio.
En este largo año electoral hemos podido comprobar como el desplazamiento de este electorado hacia el centro-derecha y la derecha era lento pero inexorable, de ahí la intervención insultante de Kamala Harris y del propio Obama dirigiéndose a los votantes hombres afroamericanos diciéndoles que tendrían que avergonzarse si votaban por Trump. Hemos visto testimonios en los medios y yo los he tenido directos de electores estadounidenses de origen árabe, español, indio, dominicano, italiano e incluso israelí nacionalizada estadounidense, que me lo confirmaron. La mayoría de ellos no había votado a Trump ni en 2016 ni en 2020. Subrayemos, por ejemplo, el caso de los electores árabe-americanos que le han dado la espalda a los demócratas, especialmente en Michigan donde tienen un peso específico muy significativo, donde han votado al marginal partido verde de los EEUU, se han abstenido o han votado a Trump. En Florida y Texas, sobre todo, Trump ha arrasado en el voto Latino entre 55 y 58 frente a el entorno de 40% de Harris. En los demás o ganó o empató el voto latino con la excepción de
California, Nuevo México y Illinois, donde sin embargo mejoró sustancialmente su apoyo electoral.
¿Qué ha pasado?
La coalición trumpista se ha ampliado, incluso comentaristas de medios afines al partido Demócrata (CNN y sobre todo MSNBC entre otros) lo reconocen. Entre los cristianos, como ya hemos dicho en estas páginas, no era solo ya la Iglesia Evangélica, casi todas las ramas del protestantismo se unieron a la coalición, incluso las iglesias del sur. Especialmente significativa ha sido la incorporación del voto católico, tanto de origen europeo como del voto latino y de otras comunidades, entre los que ha pesado que se sentían más protegidos, que no necesariamente más representados, por una Administración de Trump que una de Kamala Harris que tiene una reputación de tener, como poco, una relación distante y fría con los líderes religiosos. Los conservadores tradicionales se han volcado mayoritariamente con el movimiento trumpista, y los republicanos “Never Trumpians” como Liz Chenney, han tenido un peso insignificante.
Las clases trabajadoras, la clase media y media baja se han sentido abandonados por lo que llaman las élites estadounidenses, especialmente lo que allí se llaman los “liberals” (el ala centro-izquierda del partido demócrata) y sobre todo los más ultra izquierdosos del partido demócrata, Alejandra Ocasio-Cortez, Ihan Omar, Rashida Tlaib, o la felizmente derrotada en las primarias demócratas Cori Bush. Para estas clases trabajadoras, que lo han pasado rematadamente mal desde la crisis financiera del 2008-2012, la pandemia y la crisis inflacionaria presente, los discursos huecos de este sector político, hacen ostentación de una solidaridad que sólo es de boquilla y que no alimenta a sus familias ni paga las facturas. Especialmente significativa es la desafección de los trabajadores de la industria en general y de la automovilística en particular, duramente golpeada por las medidas de electrificación apresurada y sin planificación que ha estado a punto de destruir el sector. Los resultados de Detroit en particular y de Michigan en su conjunto, así lo confirman.
En Pensilvania Trump se llevó el premio gordo de la noche, el “Battleground State” con más votos electorales, 19. Los demócratas que lo ganaron en 2020 y en las elecciones parciales de 2022, pensaron que podrían llevárselo otra vez. Pues ni tan siquiera el imperdonable chiste racista de muy mal gusto del humorista Hinchliff sobre Puerto Rico, movilizó en contra a los 480.000 electores de origen isleño ni al resto de votantes latinos que siguieron votando en función de sus intereses y no por encasillamiento étnico o social.
¿Y el inquilino saliente de la Casa Blanca? Después de su “no-desliz insultando a los electores de Trump, su mujer la primera dama saliente Dra. Jill Biden, fue a votar con un traje de chaqueta de rojo republicano intenso. ¿Una gaffe política? Me temo que no… La venganza vuelve a ser muy muy dulce.
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