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Elecciones

Los aliados del encarcelado Imran Khan se mantienen como primera fuerza pero lejos de la mayoría en Pakistán

El tres veces primer ministro Nawaz Shafir se arroga la victoria antes de tiempo en unas elecciones legislativas plagadas de irregularidades

El tres veces primer ministro, Nawaz Sharif, se proclama ganador de las elecciones en Pakistán ASSOCIATED PRESSAP

Pakistán seguirá instalado en el caos. Las elecciones legislativas del jueves no han servido para solucionar la acuciante crisis política que sufre esta nación asiática de más de 240 millones de habitantes. Más bien todo lo contrario. La frágil situación económica, la sombra permanente del terrorismo y la persecución política contra el líder más popular del país, Imran Khan, que permanece en prisión, han abonado en los último meses un descontento que se dejó sentir desde la apertura de las urnas.

El Gobierno interino bloqueó los servicios de telefonía móvil y cerró todas las fronteras terrestres aduciendo motivos de seguridad nacional. Los medios de comunicación y las organizaciones en defensa de los derechos humanos denunciaron las interferencias en una votación que no ha contado con las debidas garantías. El proceso electoral ha estado plagado de irregularidades, según han acreditado numerosos observadores locales e internacionales. El Departamento de Estado de Estados Unidos se ha sumado a estas críticas a través de un comunicado. Las elecciones «incluyeron restricciones indebidas a las libertades de expresión, asociación y reunión pacífica», subraya su portavoz, Matthew Miller.

En mitad del descrédito, Nawaz Sharif se ha arrogado la victoria a pesar de que los candidatos afines a Khan, que se han visto obligados a presentarse como independientes y no utilizar el logo de su partido –un bate de críquet que permite a los cientos de miles de votantes analfabetos diferenciar sus papeletas–, se situaron en cabeza desde el comienzo del escrutinio. Una tendencia que los llevó a anticipar que podría ser «el mayor revés electoral de la historia política de Pakistán».

La Comisión Electoral ni siquiera ha oficializado los resultados, pero solo unas horas después Nawaz Sharif compareció para anunciar que su partido se había convertido en la primera fuerza en el Parlamento. El tres veces primer ministro tuvo que reconocer, sin embargo, que no contaba con el número de escaños suficiente para gobernar en solitario. «Hoy estamos todos de enhorabuena porque en estas elecciones la Liga Musulmana de Pakistán-N se ha convertido en el partido más grande del país», dijo Nawaz, que apareció en la ciudad de Lahore en compañía, entre otros, de su hermano Shehbaz Sharif, el encargado de dirigir el partido durante su exilio y de llevar las riendas del Gobierno tras la turbulenta moción de censura que apartó del poder a Khan hace dos años.

«Dada la situación actual, Pakistán necesita al menos 10 años de estabilidad», ha asegurado Sharif. «No podemos celebrar elecciones una y otra vez». Con ese objetivo en mente ha encomendado a su hermano Shehbaz la tarea de encabezar las negociaciones con otras tres fuerzas políticas. Buscará alcanzar la mayoría y gobernar en coalición, una premisa que no entraba inicialmente en sus planes. Uno de los grupos que figuran en esa lista es el histórico Partido Popular de Pakistán (PPP), liderado por el exministro de Exteriores Bilawal Bhutto Zardari, hijo de la ex primera ministra Benazir Bhutto, asesinada en un atentado, y heredero de la otra gran dinastía política del país más allá de los Sharif.

Los seguidores de Khan no tardaron en salir a las calles para denunciar lo que consideran un «descarado» amaño electoral. Los choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad se tornaron trágicos. Provocaron la muerte en el distrito de Alpuri, hacia el norte del país, de dos jóvenes trabajadores del partido de Khan, el Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI, por sus siglas). Otras 12 personas resultaron heridas en el mismo incidente, informa el diario local Dawn. Los seguidores del ex primer ministro encarcelado, convencidos de haber ganado las elecciones, prometen «luchar hasta el final». Su portavoz, Raoof Hasan, declaró que, a pesar de la «ingeniería política» para mantener a su partido fuera del Gobierno, los suyos habían conseguido una «victoria moral».

«Los independientes apoyados por el PTI han obtenido resultados mucho mejores de lo que nadie esperaba», traslada Bilal Gilani, director ejecutivo de la encuestadora Gallup en Pakistán, al Financial Times. «Han superado las trabas a su asociación política por medios inconstitucionales e ilegales del establishment civil y militar». Con los resultados en la mano, la cúpula de la formación visitará a Khan en prisión para trazar la hoja de ruta a seguir en las próximas semanas.

El carismático exjugador de críquet y fundador del partido fue condenado la pasada semana a dos penas de 10 y 14 años de prisión, respectivamente, por cargos de corrupción y divulgación de secretos de Estado. Sus problemas con la Justicia, que atribuye a una persecución política en su contra, le impidieron presentar su candidatura a los comicios. Hizo campaña desde prisión gracias a la Inteligencia Artificial, pero los funcionarios electorales y las fuerzas de seguridad vetaron mítines, actos y aperturas de oficinas de campaña de su formación.

Khan señala directamente a las Fuerzas Armadas, el poder fáctico en la sombra que maneja los hilos de esta república dotada de armas nucleares. Es la misma institución que facilitó su ascenso al poder tras las elecciones de 2018, sin embargo, su relación con los uniformados se torció. Todo apunta a que Nawaz Sharif, que regresó el pasado año de un exilio autoimpuesto en Reino Unido tras limar asperezas con los militares, tomará por cuarta vez las riendas del país. Ya gobernó en 1990, 1997 y 2013, aunque no logró agotar ninguna legislatura. A su vuelta a Pakistán, la Justicia anuló la prohibición de por vida que pesaba en su contra para participar en política, así como las múltiples condenas por corrupción. Muchos interpretan que ambos estaban allanando el terreno para su vuelta.