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Crisis migratoria

La Administración Biden busca solución a la crisis migratoria a las puertas de un año electoral

López Obrador pide a la Casa Blanca medidas que vayan más allá de la mano dura ante la presión interna de los republicanos

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, minutos antes de partir hacia la residencia de Camp David JULIA NIKHINSON / POOLEFE

La Nochebuena trajo consigo una nueva caravana de migrantes con destino a Estados Unidos. Al menos 6.000 personas partieron desde México hacia la frontera sur que comparten ambos países, con la intención de ingresar de manera irregular o ser aprehendidos por las autoridades migratorias para pedir asilo. Van caminando familias enteras con varios niños en brazos y un solo destino: huir de la pobreza y la violencia de sus países. Se trata del grupo organizado más grande de migrantes que se forma en Tapachula, México, desde 2022, cuando la noticia de una caravana de tamaño similar amenazó con eclipsar la Cumbre de las Américas, organizada en Los Ángeles por la Administración Biden. Y es que este es un drama mayúsculo para la Casa Blanca, que ha visto este tema convertido en su mayor dolor de cabeza desde que la oposición republicana decidió hacerlo moneda de cambio para crisis internacionales como la guerra en Ucrania o Gaza.

En las últimas horas, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, viajan a la Ciudad de México para discutir estos niveles históricos de migración en la frontera entre Estados Unidos y México, a medida que aumenta la presión parlamentaria sobre el presidente Joe Biden para que emprenda acciones más contundentes, en un contexto de año electoral.

Se estima que al menos 10.000 personas cruzan ilegalmente a Estados Unidos todos los días. Al menos tres puntos de entrada en Texas, Arizona y California han cerrado al tráfico peatonal y vehicular, y dos cruces ferroviarios también han cerrado. Pero como se ha documentado en múltiples oportunidades, ante el hambre y la desesperación de los migrantes provenientes de países de Centroamérica y otros como Haití, Venezuela o Colombia, cualquiera de estas medidas ha sido poco más que un saludo a la bandera. De nada han servido.

En este nuevo intento por sellar un programa de acción efectivo, a los secretarios Blinken y Mayorkas se unen en el viaje la asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall, quien también participa de la reunión con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

El encuentro ha sido vendido como una reunión de alto nivel con un enfoque regional, en la que se busca abordar la «migración irregular sin precedentes en el hemisferio occidental y en identificar formas» en que cada país pueda abordar los desafíos de seguridad en la frontera, incluida la reapertura de puntos de entrada clave, según indicó el Departamento de Estado en un comunicado la semana pasada. Esta reunión es también un seguimiento a la llamada telefónica entre el presidente Biden y López Obrador la semana pasada, en la que ambos acordaron que se necesitaban acciones adicionales de aplicación.

Los datos, analizados en proporción, dan cuenta de esa necesidad de medidas. Las detenciones fronterizas han aumentado gradualmente desde el verano. En noviembre, las autoridades fronterizas detuvieron a unos 192.000 migrantes entre los puertos de entrada, lo que supone un aumento del 2% en comparación con las 188.000 detenciones de migrantes de octubre. Estos números no se veían desde días antes del levantamiento de una restricción de la era Covid conocida como Título 42 que permitía a las autoridades devolver a los migrantes en la frontera.

No sorprende que este aumento de migrantes en la frontera se ha convertido en un importante punto de controversia política, y los republicanos están exigiendo reformas en la política fronteriza para desbloquear la ayuda para Ucrania. Biden, en un intento de responder a las críticas, dijo que está dispuesto a hacer «compromisos significativos» en la política de inmigración para asegurar un acuerdo de ayuda para Kyiv en su guerra contra Rusia.

En el pasado, México había acordado tanto con Biden como con su predecesor, el republicano Donald Trump, acoger, al menos temporalmente, a migrantes que tratan de entrar a Estados Unidos. Ahora, Trump, favorito a la nominación republicana para enfrentarse a Biden en las presidenciales de noviembre de 2024, hace campaña con un mensaje antiinmigración, al acusar a los extranjeros de «envenenar la sangre» del país, unas declaraciones que causaron malestar entre los demócratas que le compararon con Hitler, pero que alientan aún más a su base de seguidores duros.

AMLO pide ver más allá de la contención

López Obrador, por su parte, considera que Estados Unidos podría «apoyar más» una resolución de la crisis migratoria en base a soluciones que atiendan al origen de esta situación, más allá de apostarlo todo a políticas de mano dura. «Lo que se tiene que buscar es que la gente pueda tener trabajo, ingreso, ser feliz donde nació, donde están sus familiares. Eso es lo ideal, no la contención, sino el que la gente no salga de sus comunidades», apuntó el mandatario mexicano en su comparecencia de prensa matutina, poco antes de recibir a los funcionarios de la Administración Biden.

Dejó claro López Obrador que «en el tema migratorio estamos nosotros ayudando mucho, lo vamos a seguir haciendo». Pero señaló que el flujo migratorio incrementa en los contextos de crisis política o económica, por lo que «hay que atender esas causas». El presidente mexicano advirtió a su homólogo estadounidense sobre las consecuencias negativas que puede traer consigo el uso de la crisis migratoria con fines electoralistas: «Va a alentarse el tema migratorio, lo usan como bandera y hay campañas con el tema migratorio. Allá hay elecciones, y como en todos lados se utilizan estos temas. Tenemos que evitar que se ponga en riesgo a la gente, porque son travesías muy peligrosas y sí hay traficantes de personas y también organizaciones alentadas con ese propósito».