Crisis diplomática
Acusaciones cruzadas entre Etiopía y Somalia aumentan las tensiones en el Cuerno de África
Somalia acusó a Etiopía este viernes de proveer de armas ilegales a la región de Puntlandia, el primer ministro etíope mantiene su postura belicista
¿Es posible que estalle una guerra abierta entre Etiopía y Somalia? Es una pregunta recurrente que se formulan quienes prestan atención a lo que ocurra en el continente africano, especialmente en las últimas semanas. Ambas naciones comparten alrededor de 1.500 kilómetros de frontera y las tensiones que las separan crecen a diario, azuzadas por las delicadas relaciones que sostiene Etiopía con otros países de la zona.
El último incidente ocurrió este viernes, cuando el gobierno somalí acusó a Etiopía de transportar armamento ilegal al estado semiautónomo de Puntlandia. Un acto que supondría una violación de la soberanía somalí y que se suma a una cadena de confrontaciones diplomáticas protagonizadas por ambos países. Aunque la escalada en las tensiones comenzó este mes de enero, cuando Abiy Ahmed, primer ministro etíope, accedió a la firma de un acuerdo con las autoridades de Somalilandia (región al norte de Somalia, independizada de facto pero no reconocida por la comunidad internacional) donde Etiopía se comprometió a ser el primer país del mundo en reconocer la independencia de Somalilandia a cambio de un acceso al mar Rojo mediante el puerto militar de Berbera.
El primer ministro somalí, Hamza Abdi Barre, aseguró entonces en su cuenta de X que su gobierno “está comprometido en la defensa de nuestro país”, mientras mostró su rechazo ante un acuerdo que calificó de “ilegal”. Igualmente, desde Mogadiscio llamaron a consultas a su embajador en Etiopía tras el anuncio de este nuevo acuerdo. El supuesto traspaso de armas etíopes a Puntlandia, unido al reconocimiento de Somalilandia en el pasado mes de enero, han supuesto sendos ataques contra la soberanía somalí pero que se suman además a las tensiones ya existentes entre Etiopía y Egipto como consecuencia de la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope, que se lee desde El Cairo como una grave amenaza para el suministro del agua del Nilo que recorre el país de los faraones. Y Egipto, que se conoce que contribuyó en la financiación del ejército tigranio durante la guerra de Tigray (2020-2022), tampoco ha querido desaprovechar la ocasión para mostrar su apoyo a Somalia en el marco de la crisis que se trata en este artículo.
Miles de tropas egipcias aterrizarán en las próximas semanas en Somalia como respuesta a una doble función: la primera, contribuir en la misión rotativa de la Unión Africana (UA) para la estabilización de Somalia (5.000 soldados); en la segunda, un número similar de unidades serán trasladadas a Mogadiscio en el marco de un nuevo acuerdo de cooperación militar firmado entre ambos países. El acuerdo incluye además el envío de armas egipcias a Somalia, que ya comenzó en el pasado mes de agosto y que sirvió para elevar las alarmas del lado etíope.
La respuesta de Addis Abeba fue fulminante. Aprovechando que 10.000 tropas etíopes están estacionadas en Somalia para colaborar en la misión de la UA previamente mencionada, Abiy Ahmed dio orden a principios de septiembre de que se tomara el control de los aeropuertos de Luq, Dolow y Bardere, los tres ubicados en territorio somalí, los tres situados muy próximos a la frontera etíope. El motivo de esta acción sería evitar el aterrizaje de tropas egipcias cerca de Etiopía y restringir así sus movimientos a Mogadiscio, considerando que el acceso terrestre a los aeropuertos citados es impracticable debido a la presencia del grupo terrorista conocido como Al Shabaab. La toma de los aeropuertos no tuvo que lamentar bajas de ninguno de los dos lados y causó un gran revuelo en Somalia, pese a que el país africano no tiene los medios para responder a esta agresión; en su lugar, el gobierno somalí ha exigido a Ahmed que retire sus tropas del territorio antes de fin de año… algo que todavía está por ver.
El primer ministro etíope ha optado por mantener una postura que podría considerarse belicista, dadas las circunstancias. Su ambición es doble: concluir la construcción de la presa del Nilo y procurar una salida costera para Etiopía. Y los perjudicados son también dos: Egipto y Somalia. Lejos de buscar una solución pacífica a las crisis que él mismo ha provocado, recientemente señaló en un discurso que “fuerzas extranjeras intentan arrastrar a Etiopía hacia la guerra” y declaró con una firmeza propia de él que “si intentan tocar y atacar Etiopía, los castigaremos y enviaremos de vuelta al lugar de donde vinieron”.
Se repite la pregunta: ¿es posible que estalle una guerra abierta entre Etiopía y Somalia? Y la respuesta es relativa. Es poco probable. Somalia se encuentra gravemente debilitada por sus divisiones regionales, añadidas a la permanente ofensiva de Al Shabaab, mientras que Etiopía vive desde hace un lustro desbordada por los conflictos internos que arden en sus regiones de Amhara, Tigray y Oromía. Actualmente, Abiy Ahmed debe hacer frente a las milicias Fano que participan en acciones ofensivas contra el ejército federal en la región de Amhara, milicias armadas de forma paupérrima (sin artillería, sin aviación, sin vehículos blindados) y que, sin embargo, llevan más de un año plantando cara a las tropas gubernamentales y controlando extensos territorios en las zonas rurales. Es difícil imaginar que un ejército incapaz de frenar a una milicia sea capaz de plantar cara a las fuerzas egipcias en el escenario de una guerra en territorio somalí.
Cualquier conflicto entre naciones sería aprovechado por los enemigos internos que alberga cada una, desde los secesionismos de Somalilandia y de Puntlandia hasta las acciones de grupos rebeldes como las milicias Fano y el Ejército de Liberación de Oromía (OLA), pasando también por el terrorismo islámico de Al Shabaab y un posible (aunque poco probable) levantamiento en Tigray. Además, un generoso porcentaje de la población etíope rechaza la autoridad de su primer ministro, que vería sus apoyos aún más minados si arrastrase a su país a un conflicto que generaron sus acciones irresponsables. Es poco probable que estalle una guerra abierta en Etiopía y Somalia. Casi se diría que suicida. Otra opción sería un conflicto de baja intensidad en las zonas fronterizas que permita mantener una presión política sobre las exigencias de cada lado, eso sí, sin desatender los problemas principales que les acosan. Los primeros meses serán determinantes para obtener una respuesta clara.
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