Polémico viaje
El canciller alemán Scholz apremia a China a influir ante Rusia para detener la guerra
El jefe del gobierno alemán es el primer líder europeo en más de dos años que se ve en persona con Xi
La visita exprés del canciller alemán, Olaf Scholz, a Pekín venia marcada por controversia desde hacía días, en un contexto de creciente desconfianza hacia el gigante asiático.
Scholz es el primer líder del G7 que visita China desde el inicio de la pandemia hace casi tres años y también el primer líder occidental en reunirse con Xi Jinping desde que consolidase su poder central en el Partido Comunista el mes pasado.
El canciller esperaba con este corto pero intenso viaje revisitar las relaciones entre ambos países, y mostrar una mano más firme con Pekín.
Scholz llegó el viernes por la mañana a la capital china acompañado por una delegación de empresarios alemanes. Tras una recepción con alfombra roja y guardia de honor, la delegación tuvo que someterse a pruebas de Covid: sin resultado negativo, no podrían sentarse junto a Xi Jinping. Durante la visita de menos de 12 horas, debían permanecer en una burbuja social para cumplir con las estrictas medidas del “Cero Covid”.
Para Xi, como expresó al canciller en su recibimiento, la visita “fortalece la cooperación práctica” entre Berlín y Pekín. “En la actualidad, la situación internacional es compleja y fluida. Como potencias influyentes, China y Alemania deben unirse y trabajar juntos en tiempos agitación, y hacer más contribuciones a la paz y el desarrollo mundiales”, añadió el líder chino sin hacer menciones directas a Ucrania ni las crecientes tensiones con Washington en los últimos meses.
La demanda de Scholz a Xi
Tras la reunión con su homólogo chino, el canciller participó en una rueda de prensa con el primer ministro, Li Keqiang. Scholz pidió a Pekín que utilizara su influencia sobre Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania. “China tiene la responsabilidad de la paz en el mundo”, declaró el alemán. “El presidente Xi y yo estamos de acuerdo: las amenazas nucleares son irresponsables e incendiarias”, añadió a modo de advertencia a Rusia.
Li, por su parte, reiteró el discurso que lleva siguiendo China desde que comenzó la invasión rusa. “Esperamos que la crisis termine lo antes posible. No debemos permitir ninguna escalada. No queremos que se viole la paz mundial y la estabilidad regional”, dijo Li.
El canciller hizo mención de las violaciones de derechos humanos de las minorías en Xinjiang, un asunto que subrayó que no era interno de China, y no pasó por alto las recientes tensiones sobre la cuestión de Taiwán. Scholz recordó que Alemania, como EEUU y otros países, reconoce la política una sola China, pero dejó claro que “cualquier cambio en el statu quo de Taiwán debe ser pacífico o de mutuo acuerdo”.
Las cuestiones económicas y comerciales fueron una parte importante, si no principal, de esta visita. Sin ir más lejos, en la delegación empresarial figuraban representantes de la farmacéutica Merks, Deutsche Bank, Siemens o BMW. El canciller hizo hincapié en la necesidad de reciprocidad y la importancia de evitar las dependencias unilaterales. Exigió que las empresas europeas reciban el China el mismo trato que las chinas reciben en la UE y advirtió que las sanciones son “inaceptables”, en referencia a las impuestas por China a Lituania tras el viaje de una alta funcionaria de ese país a Taiwán.
Si bien el impacto real de estas conversaciones de alto nivel es difícil de medir a corto plazo, y algunos expertos en política china dudan que Pekín cambie de rumbo tras la visita, se puede decir que al menos el canciller obtuvo un pequeño logro en la protegida esfera sanitaria china. Scholz anunció un acuerdo para que China ofrezca la vacuna de BioNTech a extranjeros viviendo en el país, un paso importante que la convertiría en la primera vacuna no china contra el coronavirus que aprueba Pekín. Según indicaba el mandatario, esperaba que con el tiempo se pusiera a disposición de todos los ciudadanos chinos.
El viaje de Scholz se ha visto empañado por la creciente preocupación de la Unión Europea por su dependencia económica de China y por cuestiones de seguridad nacional relacionadas con las inversiones chinas en infraestructuras europeas clave.
En una reunión celebrada el mes pasado, los líderes de la UE planteaban una estrategia más estricta contra el gigante asiático para reducir la dependencia económica. En otras palabras, tras ver la gravedad de la crisis energética provocada por la guerra rusa en Ucrania, Bruselas pide ser más cautelosos sin dejar de hacer negocios con China.
Sin embargo, algunas de las recientes decisiones del canciller alemán provocaron el temor de que Berlín vaya por libre y busque alivio inmediato a sus crisis energética e incipiente recesión económica, y anteponga sus intereses propios a los del bloque europeo. Las críticas venían de la UE y de la coalición gubernamental alemana, principalmente por parte del Partido Verde y de los liberales.
Entre ellas se encuentra que Scholz aprobara la participación de la empresa estatal China Ocean Shipping Company (Cosco) en una terminal de Hamburgo, el puerto más activo del país.
Un día antes de su viaje, el mandatario escribió una columna en el periódico “FrankfurterAllgemeine Zeitung” en el que justificaba su visita a Pekín y en el que abordaba las preocupaciones de la UE. “A medida que China cambia, la forma en que tratamos con ella debe cambiar también” decía el texto.
Según altos funcionarios franceses, el presidente Emmanuel Macron había propuesto que él y Scholz visitaran juntos a Xi para demostrar la unidad y mostrar que Pekín no puede dividir a los países europeos enfrentando sus intereses económicos, pero el líder alemán rechazó la iniciativa.
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