Control absoluto
China da poder ilimitado para Xi Jinping, el líder más autoritario desde Mao
El presidente logra un histórico tercer mandato como secretario general del Partido Comunista Chino
Tercera coronación paraXi Jinping. Como secretario general del PCCh, se ha convertido en el líder supremo de China, y como tal debe tomar el control del Ejército, la Policía con el «Sistema Político-Judicial», la Ideología y la economía y finanzas del Estado. El XX Congreso del Partido, de periodicidad quinquenal, concluyó ayer, elevando a la cúspide a su mandatario tras barrer cualquier desafío y exigir una lealtad incondicional. Se ha convertido en el político más poderoso desde Mao Zedong, fundador del régimen.
La posición del hombre fuerte de Pekín se ve reforzada por el nuevo Comité Permanente del Politburó, los siete hombres más poderosos de China. Para ello, ha llevado a cabo una remodelación mayor de la prevista, convirtiendo esta delegación en su tribuna personal. En particular, el nombramiento de Li Qiang, encargado del cierre del caos en Shanghái y ahora impulsado como nuevo primer ministro, muestra la importancia de la lealtad sobre la competencia.
El Comité Permanente está formado además por el asistente personal de Xi Jinping, Ding Xuexiang (posiblemente el nuevo jefe de propaganda), el amigo de la familia Li Xi (el nuevo zar anticorrupción) y el confidente Cai Qi (destinado a la cartera económica). Del anterior Comité Permanente, solo se mantuvieron el experto en corrupción Zhao Leji y el ideólogo del partido Wang Huning, además de Xi. Ya no hay espacio para funcionarios ligeramente críticos, como el aspirante a la presidencia Hu Chunhua. Ni una sola mujer al frente.
Xi es un marxista leninista acérrimo, para quien el PCCh representa la destilación de la conciencia más elevada de la clase obrera y, como tal, debe dirigir el gobierno y la sociedad china en su conjunto. Hoy, no es solo el líder del partido; es el partido. El culto a la personalidad que se ha desarrollado en torno a él, inédito desde los tiempos de Mao, así lo atestigua.
A pesar de una concentración de poder casi total, tendrá que lidiar con una economía en desaceleración debido a su política de «cero covid», una mayor rivalidad con la Casa Blanca y las críticas internacionales en materia de derechos humanos. Ha puesto a China en un rumbo cada vez más autoritario que prioriza la seguridad, el control estatal de la economía en nombre de la «prosperidad común», una diplomacia más asertiva, un ejército más fuerte y el control de Taiwán.
Tras llegar al poder a finales de 2012, el todopoderoso Xi se movió para consolidar su autoridad política, purgar al Partido Comunista Chino de una corrupción endémica y aplastar a la disidencia interna, defenestrar a sus enemigos, controlar los conglomerados tecnológicos y financieros de China, y sobre todo ensalzar la influencia de su país en la escena internacional.
En nombre de la protección de los «intereses fundamentales» de China, se ha peleado con sus vecinos y enemistado con naciones lejanas, como Estados Unidos. Xi ha modernizado el Ejército Popular de Liberación del partido, mientras Pekín se enfrenta actualmente a Japón, India y los gobiernos del sureste asiático por las reclamaciones conflictivas sobre los mares de China Meridional y Oriental y una parte del Himalaya. Ha tratado de desafiar el orden mundial respaldado por Washington acercándose al presidente ruso Vladimir Putin, a quien Xi llama «mi mejor y más íntimo amigo» y manteniéndose neutral en la invasión de Ucrania. De hecho ayer, Putin, y los dictadores de Venezuela, Nicolás Maduro, y Corea del Norte, Kim Jong Un, se convirtieron en los primeros mandatarios internacionales en transmitir sus felicitaciones a Xi Jinping por su nuevo mandato.
Su infancia no presagiaba precisamente semejante ascenso. Aunque nació en la élite del partido chino en Pekín en 1953 –su padre, Xi Zhongun, fue jefe del departamento central de propaganda del PCCh y viceministro de Cultura y Educación–, y creció en un entorno privilegiado y en escuelas de élite de la aristocracia roja china, esa vida en los barrios protegidos no se prolongó mucho. Su padre cayó en desgracia con Mao tras aceptar la publicación de un libro que a este le repugnaba.
Como consecuencia, se vio obligado a trabajar en el campo con 15 años. Sin electricidad ni agua corriente, transportaba grano y dormía en una cueva. Solo después de la muerte de Mao, pudo estudiar ingeniería química y filosofía marxista en la Universidad de Tsinghua. Intentó sin éxito siete veces afiliarse al Partido, pero su candidatura fue rechazada a causa de sus antecedentes familiares.
Se trata de un «príncipe»: un grupo extraoficial de unos 300 hijos de veteranos revolucionarios comunistas. Al igual que muchos de estos, ha utilizado las conexiones familiares para allanar su carrera y ascender políticamente. Primero fue líder del partido en el pueblo de Liangjiahe, luego gobernador de la provincia costera de Fujian, líder del partido en la provincia de Zhejiang y finalmente en Shanghái. En su receta para el éxito político, aprovechó la narrativa de conocer «la vida desde abajo» y mantuvo un perfil bajo para pasar desapercibido.
A lo largo de esta década, ha pasado del modelo de liderazgo colectivo a la concentración de poder en sus manos. Eliminó la oposición, y creó varios «grupos de trabajo» y «Comités de Dirección Central», apartando a las instituciones existentes y a varios líderes de alto rango para aumentar la eficacia de la administración. A su juicio, el PCCh se había vuelto corrupto y derrochador, y ello suponía el mayor desafío para la estabilidad de China.
La organización más influyente que encabeza él mismo es el «Grupo para la Profundización Integral de las Reformas», que ha socavado el poder del Consejo de Estado y del primer ministro Li Keqiang. El recién creado «Grupo Líder Central para la Seguridad y la Informatización de Internet» y la «Comisión de Seguridad Nacional del PCCh», permiten a Xi controlar la infraestructura de seguridad y le han ayudado a convertir China en un estado panóptico.
La abolición del límite de los mandatos presidenciales y la institucionalización de su filosofía personal –el «pensamiento Xi Jinping en la nueva era»– han tenido un profundo impacto en la política y la sociedad chinas, una marca que le ha distinguido de sus predecesores. Armado con los poderes y la posición de la que goza, Xi podría impulsar reformas drásticas, especialmente en el entorno post-pandémico.
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