Gerona
Pe y Bardem hay foto de un beso
La primavera la sangre altera, no cabe duda. Nada más esperanzador que comentar, animar y difundir romances establecidos. Mientras me cuentan que el de Genoveva Casanova –a quien «¡Hola!» ya no presenta como condesa de Salvatierra– pudo mantenerse en secreto al menos tres meses hasta ahora, lo de Amaia Salamanca y Sergio Ramos se inició cuando el jugador despidió a la Elisabeth Reyes ahora embobada –le cuadra– con un Rivera Ordóñez en loor de multitudes tras el «saque» torero que le hizo a su hermano. Resultó faena con grandiosidad. Se la jugó saltando al ruedo y era el comentario en los estertores de la feria valenciana con todos apuntando al sevillano. Y mientras, nostálgicos jalean a Curro Romero festejado el cincuenta aniversario de su alternativa: siguen añorando su arte supremo tan sólo superado por su calidad humana. La Duquesa y Curro RomeroParece que Carmen Tello anda escamada porque la discreción del maestro faraónico, y también un cierto pudor, nunca le reconoció haber tenido apaño juvenil con la Duquesa de Alba. «No es que me preocupe, pero querría saberlo», dice rendida al diestro pero muy enamorada del hombre bueno que es Curro: «No ha querido leer nada de lo que han escrito para estas Bodas de Oro», me cuenta.Otras me aportan detalles nuevos acerca del novio que se ha echado Lara Dibildos. Siempre responden al prototipo de un Madelman o superhombre físico. El resto está por ver, como si es cierto que a Bardem y Penélope los han pillado en su reencuentro barcelonés. Afirman que existen fotos tórridas, parece que en plena reconciliación. Pero sigue chocando que no se hayan mostrado juntos, ni desmintiendo ni confirmando. Juegan al escondite y sorprende que los hayan cazado en pleno paseo marítimo de la Barceloneta, a pie del Hotel Arts, cuando más lógico, privado y anónimo hubiera resultado que la actriz fuera en coche de cristales tintados hasta el casoplón de Valldoreix, al pie del Tibidabo, donde el oscarizado reside. El miércoles saldremos de dudas. No sé si podré pegar ojo hasta confirmarlo mientras las espontáneas me aportan detalles de Óscar Calelle Lagares, «lo último» de Lara. «Su padre tiene una tienda de bicis en un pueblo de Gerona, son gente muy humilde. Sigue como mosso d'esquadra adscrito a la Audiencia Nacional, donde sólo trabaja por las mañanas. Fue jugador de baloncesto pero no triunfó. Le gusta vestir de marcas y es asiduo a los "outlets"porque le posibilitan aparentar sin muchos gastos. Paga una hipoteca de 200 euros mensuales y es remiso –¿por qué no decir tacaño?– a meter la mano en el bolsillo. Prefiere que paguen sus chicas si tienen posibles», me asegura mi comunicante, otra cabreada ex. Y ya van... Óscar llegó a Madrid a principios de 2008 y no dejó de romper corazones y algo más. Todo un carrerón. Larita queda avisada.
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