Atlanta
La represión más allá de la frontera
Malek tuvo que sacar a sus padres de Siria tras ser apaleados por su «culpa», pero no es el único caso
MADRID- El músico sirio Malek Jandali, residente en Atlanta, Georgia, compuso una canción, «Watani Anaa» («Soy mi país», en árabe), en la que se pregunta «cuándo te veré en libertad». Malek, apolítico, la interpretó el pasado 23 de julio frente a la Casa Blanca en una manifestación en apoyo a su pueblo. Cinco días después, las fuerzas de seguridad sirias irrumpieron en su casa de Homs y propinaron una brutal paliza a sus padres «por no haber educado bien a sus hijos». Los agentes encerraron a sus progenitores en el baño y desvalijaron la casa.
Malek, de 38 años, se puso en contacto con el Departamento de Estado de EE UU y consiguió una visa para ambos. «Encima tengo la suerte de que no me mataron», cuenta por teléfono a LA RAZÓN su padre, Mamoun Jandali, de 73 años, que ya se ha instalado en Atlanta y espera, paciente, a que su mujer, Lina, de 66, se recupere en un hospital de Detroit.
Según Amnistía Internacional (AI), hay 30 casos de acoso, persecución y hostigamiento en ocho naciones distintas. En nuestro país, AI ha presentado una denuncia en la Audiencia Nacional y pide al Gobierno de Rodríguez Zapatero que lo investigue, que llame a consultas al embajador en Damasco y que su homólogo en España explique la campaña de intimidaciones. Pero como admiten la mayoría de los sirios consultados, «la peor parte se la llevan los que están allí».
Hostigamiento en España
Emad, ingeniero electrónico, lleva 10 años viviendo en Madrid. Decidió ponerse al frente de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio y acudió a las protestas organizadas frente a su embajada. «Al principio sólo nos grababan, después comenzaron a hacernos fotografías desde dentro del edificio», cuenta Emad a este diario. En julio, capturaron a su hermano Ala Aldin en Der Ezzor (al este), la Mujabarat le torturó mientras le enseñaba imágenes de Emad en Madrid, manifestándose. Como no soportaba el dolor, finalmente confesó que se trataba de su hermano. En agosto, le volvieron a coger. Desde entonces, Ala Aldin se encuentra en paradero desconocido. Pero Emad va a seguir con su lucha: las amenazas verbales que vive aquí, e incluso que no le hayan permitido que renueve el pasaporte sirio, sólo le demuestran una vez más lo injusto que es el régimen de Al Asad.
Emad pasó la noche del miércoles acompañando a Alia Mustafa, una siria que decidió cambiar de estrategia desde que leyó la carta de despedida de un joven sirio. «La mayoría escribe una antes de acudir a una manifestación. Su muerte me destrozó», reconoce Alia, quien desde el 16 de septiembre está en huelga de hambre frente a la sede diplomática. Su voz se va atenuando, ni siquiera logra elevarla cuando explica el enfado que tiene con las autoridades españolas, «que no hacen absolutamente nada ante los crímenes de Al Asad». Además, denuncia el acoso de su embajada y,al estar siempre sentada allí, son muchos los compatriotas que han compartido sus casos con ella. «Una siria ha llegado a irse de España.
A mí me han insultado y la Policía me pide constantemente los papeles y algunos de muy malas formas», denuncia. Este periódico, vivió en directo una de las intervenciones de la Policía Nacional. Una pareja de agentes le pidió (por decimotercera vez en una semana) la identificación. Con número de placa 12.007, también exigió a este periódico que se identificara. «Estamos haciendo un fichero en el que apuntamos a todos los que vienen frente a la embajada», dijo e incluso escribió el nombre del padre de esta periodista.
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