Finanzas personales
Guía paso a paso para empezar a ahorrar
Si entendemos que el dinero es el tiempo y el esfuerzo que hemos invertido en ganarlo, entenderemos hasta qué punto muchos de nuestros gastos son absurdos
Es el día 24 del mes y tus cuentas ya están al descubierto. Todavía quedan unos días para que te ingresen la nómina y solo te quedan unos cuantos billetes en la cartera para sobrevivir durante el resto del mes. Es en ese momento cuando echas la vista atrás y tratas de recordar en qué te gastaste todo el dinero... y te das cuenta de que una parte importante se fue en auténticas tonterías; en gastos superfluos que eran absolutamente evitables y que no necesitabas. Si esto te ha ocurrido al menos una vez en tu vida, esta guía te interesa.
Como ocurre con muchas otras cosas de la vida, lo más difícil de ahorrar es simplemente empezar a hacerlo. Y es importante empezar cuanto antes, porque la otra opción es no empezar nunca... y es una alternativa infinitamente peor. Es lo que suele conocerse como“la carrera de la rata”. Que es un término que se refiere a la mala costumbre de gastar todo lo que se gana. Esto hace que nos obliguemos a nosotros mismos a pagar cosas que no necesitábamos. De esta forma, el dinero se convierte en nuestro amo, en vez de convertirse en nuestro libertador.
Quién mejor explicó el concepto de la “carrera de la rata” es Tyler Durden, uno de los protagonistas del Club de la Lucha, que en un momento de la película decía:“Tenemos trabajos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Y no se equivocaba. Muchas personas (quizás la mayoría) se sienten impulsadas a consumir sin control, gastándose todo lo que ingresan... o peor aún, gastándose un dinero que no tienen.
Y lo peor de todo, es que llegará el día en que analizarán el problema a fondo y entenderán que no estarían en esta situación si hubiesen seguido una sencilla norma:“vive por debajo de tus posibilidades”. Es la fórmula más sencilla para evitar las frustraciones y los problemas causados por el desorden financiero. Por el contrario, si tenemos un plan de ahorro sólido, podremos terminar -de una vez por todas- con todo este desorden. Gracias a una buena planificación, podremos crear una estrategia que nos permitirá tomar las riendas de nuestras finanzas e -incluso- podremos seguir aumentando poco a poco nuestros ingresos.
1. Un cambio de chip
En la teoría, ahorrar no tiene ningún misterio. Simplemente se basa en gastar menos de lo que se ingresa. Ahora bien, en la práctica es algo mucho más complicado. Porque estamos acostumbrados a priorizar los deseos y los impulsos presentes, antes de reflexionar sobre aquello que necesitaremos en el futuro. Psicológicamente, es muy complicado situar a la mente en el largo plazo y renunciar a la gratificación inmediata del ahora. Pero hacer este cambio de “chip” y adoptar una perspectiva más frugal sobre cómo gestionamos nuestro dinero, nos permitirá vivir de una manera más relajada en el futuro.
Hay una norma muy sencilla que debemos meternos en la cabeza: “el dinero es tiempo”. Algo que cuesta 50 euros, no cuesta realmente 50 euros; cuesta las horas de trabajo que hemos invertido en ganar esos 50 euros. Si empezamos a analizar nuestras finanzas desde esta perspectiva, entenderemos hasta qué punto hemos desperdiciado un tiempo escaso y limitado en compras que no tienen ningún sentido... desde un punto de vista existencial al menos.
2. Diagnóstico del problema
El mejor tratamiento es un buen diagnóstico. Si no sabemos donde está el problema, no podremos hacer nada para solucionarlo. Por ese motivo, lo primero que tenemos que hacer es analizar en profundidad cuál es el estado real de nuestras finanzas personales. Incluyendo ingresos, gastos y deudas. Porque si no sabemos cuánto gastamos y en qué lo gastamos, es imposible que podamos optimizar el ahorro.
A partir de ahora, debemos apuntar un día en el calendario para sentarnos y analizar con detenimiento cómo hemos gastado durante el mes anterior. Y cuando hagamos este ejercicio, dividiremos los gastos en dos o tres categorías en función de su importancia.
Por ejemplo, dentro de la categoría de los “gastos importantes”, estarán aquellos gastos fijos e ineludibles que -simplemente- se necesitan para vivir, como la comida, la factura de la luz o el alquiler. Y dentro de los “gastos superfluos”, estarán aquellos de los que podríamos prescindir sin que esto causase mucho trastorno, como esa cuota del gimnasio que pagamos todos los meses aunque llevemos sin hacer ejercicio desde hace un año, o esas comidas a domicilio que hemos pedido para no tener que levantarnos del sofá, (...).
Una vez que nos hayamos hecho una idea realista de cómo hemos manejado nuestro dinero hasta ahora, es el momento de hacer una criba sosegada y racional, seleccionando aquellos gastos que son prioritarios para nosotros... y desechando aquellos que -simplemente- no valen el tiempo y el esfuerzo que invertimos en ganar el dinero que tuvimos que pagar por ellos.
Recuerda que cualquier gasto -por pequeño que sea- puede suponer una gran diferencia a final de mes... y sobre todo, al final del año. Por ejemplo, ahorrar 83€ al mes puede parecer poco, pero suponen un ahorro de nada más y nada menos que 1.000 € al año. Una cantidad nada despreciable porprescindir de algo que no necesitábamos. No se trata de eliminar todos los placeres, sino de ser conscientes de lo que cuestan realmente y de ser consecuentes con nuestras prioridades.
3. Trata el ahorro como un gasto
Una vez que hayamos hecho un análisis sincero del estado de nuestras cuentas, es el momento de calcular qué parte de nuestros ingresos se pueden guardar para el futuro. No se trata de restringir nuestro presupuesto hasta el punto de volvernos infelices, sino de elaborar una estrategia que nos permita respirar con tranquilidad y estar preparados para cualquier imprevisto.
Para hacer un cálculo aproximado de qué parte de nuestros ingresos se pueden destinar al ahorro, lo mejor es probar con una cantidad fija, por ejemplo, del 10%; y dejar tres meses de margen para revisar este porcentaje. Si pasado este tiempo, consideramos que el 10% que calculamos en un primer momento, ha sido demasiado llevadero o demasiado engorroso, permitámonos el lujo de cambiarlo. Porque -como hemos dicho antes- una cosa es la teoría... y otra la práctica.
La mejor forma que tenemos para controlar nuestros gastos es incluir el ahorro en esta categoría, como si de una factura que nos cobran el día 1 de cada mes se tratase. Si cada vez que nos ingresan nuestro salario, enviamos directamente ese porcentaje a la cuenta de ahorro, podremos “relajarnos” durante el resto del mes. Sabiendo que todo lo que tenemos en nuestra cuenta corriente está destinado a nuestros gastos.
4. Quítate las deudas de encima
Ahorro y deuda son enemigos mortales. Hace 30 años, la gente pedía un préstamo para comprar una casa y terminaba de pagarla en algo más de 10 años. Una deuda asumible y razonable. Pero esto ha cambiado con el tiempo, y la práctica de los pagos a plazos se ha extendido a muchos otros ámbitos, como en el pago de televisores o para irse de vacaciones. Las opciones de financiación que hoy tenemos a nuestra disposición son prácticamente infinitas.
Lo que rara vez comprende quién se decide por esta opción, es que no solo se están gastando un dinero que no tienen, sino que -además- están gastando unas cifras enormes en concepto de intereses. Esto no significa que pagar algo a plazos sea siempre una mala alternativa, de hecho puede ser una buena forma de afrontar determinadas compras; pero cuando dejamos de tener control sobre nuestras deudas, el problema se irá haciendo más y más grave, e impedirá que podamos ahorrar de una vez por todas.
Obviar las deudas o hacer oídos sordos solo agravará el problema. Y como la deuda es -esencialmente- el consumo presente por un gasto futuro, podemos y debemos utilizar la partida del ahorro para cubrir este gasto futuro. Es decir, antes de ahorrar, debemos preocuparnos por eliminar esas deudas que nos están ahogando; porque la deuda viene con unos intereses que no tendríamos que pagar si hubiésemos ahorrado primero y comprado después.
Lo primero que debemos hacer es analizar detenidamente qué deudas tenemos pendientes de pago, y ordenarlas de menor a mayor cantidad debida. Y enfocaremos todos nuestros recursos en pagar la deuda más pequeña. Cuando hayamos terminado de pagar esta obligación, nos enfocaremos en la siguiente de la lista. De esta forma, cada mes tendremos menos tasas que pagar y podremos destinar esos recursos a pagar las deudas más grandes.
En algunas ocasiones, las deudas que deberemos colocar en lo alto de la lista de prioridades no serán las que sean de una cantidad menor, sino que serán aquellas que tengan un mayor interés; y que, por lo tanto, serán mucho más dañinas para nuestras finanzas.
5. Invierte
Guardar una parte de nuestro dinero y meterlo después bajo el colchón, no tiene mucho sentido. Sobre todo en un momento como el actual, cuando la inflación está aumentando sustancialmente y se está comiendo nuestros ahorros poco a poco. Por eso es importante que ese dinero esté generando rentabilidad, para que -al menos- se cubra la pérdida de poder adquisitivo causada por la inflación.
Esto no significa que debamos invertir todo lo ahorrado. Siempre es aconsejable tener un colchón para cubrir los gastos de cualquier imprevisto. La recomendación general para determinar qué cantidad de dinero debemos guardar, es multiplicar por tres los gastos fijos de un mes. Así, por ejemplo, si cada mes destinamos 1.000 euros a pagar gastos fijos, debemos disponer de un colchón de 3.000 euros por lo que pueda suceder.
Y una vez que hayamos cubierto esta cantidad, debemos pensar en cómo invertir el resto. Ahora bien, esto no es nada sencillo. Convendría hacerlo con cabeza y estudiar qué opciones tenemos a nuestra disposición. A los inversores principiantes se le suele recomendar apostar por productos de inversión sencillos, fáciles de comprender y con bajo riesgo... como los fondos de inversión y los fondos indexados. Con un poco de tiempo y estudio, podremos ir un poco más lejos con nuestras apuestas, invirtiendo en productos en los que confiemos que serán rentables.
Para aquellos que no se sientan cómodos con la idea de invertir, la mejor opción son los depósitos a plazos fijos. Prácticamente no hay riesgo de perder el dinero. Desde el momento de contratarlo se sabe cuando se podrá recuperar el dinero y qué cantidad de intereses se generarán.
✕
Accede a tu cuenta para comentar