Mar Negro
Jessica Bueno, una sonora reaparición de 20.000 euros
Nunca exaltaré lo suficiente el oportunismo y buen ojo comercial que tienen los de la dieta de la alcachofa. Saben dónde está la noticia y eligen a los famosos que serán su imagen con muy buen ojo. Acertados estuvieron cuando Carmen Bazán –que hoy debuta como tertuliana en «Sálvame». Dios la coja confesada porque se ahoga en un vaso de agua y aquel plató es el Mar Negro– rompió con Humberto Janeiro. También dieron en el clavo con Marta Sánchez, pues la ficharon en el momento justo en el que se separó del que fuera su segundo marido, o con Rocío Carrasco, también parte de su plantilla en una de sus reapariciones. Se lo montan de cine, aunque sus fichajes también cobran lo suyo, como Marina Danko, que, tras dejar, o ser dejada, por Palomo, recibió 20.000 euros. La misma cantidad que Jessica Bueno recibió nada más haberle dado a Pantoja su primer nieto. Un debú con tantas cámaras, reporteros y blogueros como en el estreno de la nueva película de Penélope. Así está el patio nacional. Jessica vuelve con 21 kilos menos de los treinta y muchos ganados con el embarazo, «pero aún me quedan ocho más que perder», se encargó de recordar. Intentó disimular la tripita, aún sobresaliente, pero no pudo ocultar su esperanza de que Paquirrín acudiese a buscarla después de las dos horas de entrevistas y posado en el fotocall, ese trabajo que justifica el caché.
Comió en el restaurante José Luis, pero no el bacalao con patatas guisadas que tenían de plato del día, sino un filete muy pasado. Mientras, Kiko Rivera lo telefoneaba solícito. Presencié su diálogo, que acabé por deducir gracias a las respuestas de quien se niega a ser considerada como una «choni». «Sólo soy una chica de pueblo y no lo escondo. Y además, pretendo retomar mi carrera», reivindicaba. Todos le preguntamos cuál y replicó que «la de maniquí». Recuerdo cuando desfilaba para La Sposa, de Pronovias, con las creaciones del ahora desaparecido Manuel Mota. «Dicen que pides demasiado», dejaron caer, y ella salió por los cerros de de Úbeda, que le caen cerca.
Volviendo a la conversación que mantenía con Kiko: «¿Vendrás a buscarme? Así podrás comer con nosotros – intentaba tentar a su pareja, con la que no planea casarse «hasta que el niño sea grande»–. Me mostró orgullosa las múltiples fotos del pequeño que lleva en su portátil: «Igual que Francisco de nariz para arriba», me soltó. Paquirrín se escabulló, quizá oliéndose lo que encontraría si iba a por ella.
Le dije que su nuevo «look», con el pelo teñido de negro, le pone años y le confiere cierta dureza. Ya no veo esa fragilidad aparente que percibí en aquel desfile barcelonés. Anda buscando representante porque no se entendía con Raquel Revuelta, su primera agente y también maestra. «Hemos dejado al niño con sus abuelas. Con dos meses ya pesa 5 kilos, 33 gramos diarios en vez de los 22 habituales», contaba obsesionada por retomar pronto su recién estrenado papel como madre. Confesó que admira cómo Alba Carrillo está llevando su carrera –«en tele lo está haciendo muy bien»– y también a Mireia Canalda, dos buenos ejemplos de a dónde quiere llegar.
«¿Vendrás o no?... ¿No? Cae cerca de aquí donde tú estás», continuaba insistiendo al Paquirrín telefónico. «Bueno», admitió resignada, «pasaré a por ti». Así lo hizo, bolsa de Kenzo en mano y con un conjunto valorado en más de mil euros. Procuró estar dispuesta, cómoda y seductora durante la presentación. De eso depende su futuro y su carrera, ya que desea crecer en este mundillo sin tener que recurrir a mostrar de forma oportunista al crío, como Isabel Pantoja hizo en su momento con Paquirrín.
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