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Opinión
El diario de Amilibia: Cuando Franco lloró
"Fue entonces cuando al dictador se llenaron los ojos de lágrimas, porque los dictadores también lloran cuando se emocionan, como los ricos"
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A Rappel, el futurólogo de las túnicas, se le han aparecido tantos espíritus de famosos que podría formar el mejor equipo de la Liga Celestial. En esa Liga, para envidia del Real Madrid, no existen los penaltis porque el Señor perdona siempre las penas máximas. El VAR, que dirige San Mamés, solo queda para que la grada de serafines y querubines pueda deleitarse con la repetición de las jugadas más bellas y los goles más espectaculares, mayormente del Athletic de Bilbao. Rappel confiesa ahora que en México se le apareció el espíritu de Howard Hughes, director y productor de cine, aviador y millonario excéntrico, un tipo tan extravagante que tenía el mejor equipo de médicos de los EE UU exclusivamente para no hacerles ningún caso. También confiesa Rappel: «Le tiré las cartas a Franco y se le llenaron los ojos de lágrimas».
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No lo dice, pero según las lenguas viperinas lo que Rappel vio en las cartas y le dijo a Franco fue que cincuenta años después de su muerte, y para conmemorar el aniversario, el Apolo de la Moncloa lo sacaría en procesión por toda España en una celebración que duraría todo el año 2025. Fue entonces cuando al dictador se llenaron los ojos de lágrimas, porque los dictadores también lloran cuando se emocionan, como los ricos. Hay otra versión que cuentan sobre esta historia. Lo que realmente provocó las lágrimas del Caudillo fue cuando preguntó: «Y en esas emotivas celebraciones, ¿podré llevar el brazo incorrupto de Santa Teresa?». «No, lo querrá para él un presidente socialista llamado Pedro Sánchez», respondió el vidente. Rappel también le leyó la mano. No se sabe lo que vislumbró ahí, imagino que en la derecha. Algunos creen que vio al Sucesor en Abu Dabi, exiliado. Y que cuando se lo dijo, Franco volvió a llorar. Un sentimental, oigan.
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