Crónica rosa
Los sábados de Lomana: Las desventuras de la pobrecita Tamara Falcó
Siempre tuve claro que esto sería así. Lo sabía yo y lo sabían ellos. Esto es un negocio y como tal se manejan los hilos y los tiempos dirigidos por «la jefa» Preysler. Ella sabe muy bien cómo hacerlo, lleva así más de 40 años, viviendo divinamente de esto, asociada a la revista «¡Hola!», que es su Boletín Oficial. A continuación, filtra también por otros medios sin que nadie sospeche. La dignidad y la discreción no es rentable ni divertida para ellas, que imagino lo bien que deben pasarlo contando historias que la gente se cree y sirven para entretener al personal, incluida yo, que estoy escribiendo de algo que ya resulta muy cansino. Lo de Tamara e Íñigo es el colmo de la tomadura de pelo.Nunca me creí la puesta en escena en el Teatro Real, ni la ópera más cutre puede igualarla. La novia engañada estaba radiante, sonriente, maquilladísima, y decía por esa boquita frases que no tenía ni idea de lo que significaban, pero quedaban muy «cool». Hablaba de «nano segundos en el metaverso»... ¡toma ya! Alguien después de dos días en casa de su madre confabulando debió decirle: tu suelta eso y quedas como la tía más tecnológica de España ¡y lo soltó! Ella sabía desde el minuto uno que en el vídeo del beso con otra y el desmadre con cara de colgado estaba Íñigo en el Festival Burning Man, con el collar que ella le había regalado.
Él con todo su desparpajo dijo que era en el 2019 y que les estábamos fastidiando su «engagement». Nadie se lo creyó y Tamara menos que nadie. También se le escapó que pensaba que su madre había filtrado el vídeo. Una mujer enamorada a la que su novio la está engañando con otra, no tiene cuerpo para ir al Teatro Real a montar semejante numerito mientras toda la prensa del corazón tiene orgasmos de felicidad con la cantidad de contenido que estaban dando. Nunca me creí nada de nada. Siempre mantuve que en poco tiempo, no más de tres meses, volverían. Y así ha sido. En el intermedio de esta obra de teatro se utilizó a un amigo de toda la vida, Hugo Arévalo, haciendo creer que era una nueva ilusión, (esa palabra tan cursi). Mientras Íñigo aparentemente se hacía el indignado, y llamaba «rata» a su amigo. Todo un folletín perfecto. Tamara le comentó a Íñigo a finales de noviembre, supongo que para darle celos, que Hugo quería salir con ella.
Antes de Navidad, se fueron Isabel, Tamara y Ana a Maldivas, invitadas por una Agencia. Imagino que en ese paradisiaco lugar siguieron escribiendo el guion para ofrecer regalos de Fin de Año y Reyes. Así nos enteramos por el Boletín Oficial que la convivencia de Preysler y Vargas Llosa durante ocho años había llegado a su fin. No sé quién dejó a quién, pero se veía venir. Siempre me parecieron una extraña pareja con nada en común, excepto ese gusto que descubrimos del premio Nobel por los focos y la prensa del corazón. Hubo algo que me pareció una vergüenza y falta de respeto: la portada de «¡Hola!», repanchigado en el despacho de Boyer, teniendo a su espalda la magnífica biblioteca del fallecido marido de su novia. El Nobel decía que había sido «el mejor año de su vida», después de haber tenido un matrimonio de 50 años con su mujer y madre de sus tres hijos, Patricia. Esa foto hizo que mi concepto sobre el escritor, al que admiraba por su obra, cayese en picado. PeroMario ya estaba amortizado para Preysler hace tiempo, a ella no la veo cuidando a un señor mayor que está bastante deteriorado físicamente. Eso sería amor y el amor, en este caso, no es muy rentable.
Estos días nos hemos reído mucho con el ingenio de la gente en redes sociales y los «memes» de la pareja especulando cuál sería la próxima «víctima» de Isabel, incluso alguien dijo que se hablaba de un sevillano. Me extraña porque ella nunca ha sido muy visitante de Sevilla. De todas formas Preysler ya no es lo que era, ha conseguido con operaciones mal hechas destrozarse la nariz y la cara. Dejemos que la vida fluya y seguro que seguirán entreteniendo a una gran parte de españoles que incluso llegaron a sufrir con las desventuras de la «pobrecita» Tamara.
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