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La larga crisis de Isabel Preysler y la felicidad de Vargas Llosa

Después de ocho años de noviazgo, son muchos los rumores que rodean la separación del momento. Una relación que parecía para siempre y que termina «definitivamente»

Isabel y Mario
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Hace unos meses Isabel Preysler desmentía rotundamente que su relación con Mario Vargas Llosa estuviera en crisis. La noticia de ese posible desencuentro tenía que ver con una información publicada en la revista «Semana». En ese reportaje, se decía que el escritor estaba viviendo en el antiguo domicilio madrileño de la calle Flor. Ese ático era el puerto de atraque de la familia Vargas Llosa. Cuando llegó el inesperado y complicado divorcio hubo que repartir el patrimonio. Patricia Llosa se quedó con el piso de Lima, la villa de República Dominicana y el apartamento de Nueva York. El Nobel, la casa de Arequipa donde nació, un piso en París y el espléndido ático del Madrid de los Austrias.

Patricia Llosa y Mario estaban casados en régimen de ganaciales y, por lo tanto, podría haber exigido la mitad de todos los bienes e incluso una pensión compensatoria por los cincuenta años que habían compartido. No lo pidió y los amigos comunes de Lima llegaron a decir públicamente en la prensa de allí que «Patricia ha sido muy generosa y Mario ha hecho las cosas muy mal. Claro que se puede enamorar, pero la ruptura fue humillante para ella».

Dos frentes abiertos

Efectivamente, lo que no entendieron los íntimos ni dos de los tres hijos, Morgana y Gonzalo, que decidieron apoyar a la madre.Álvaro, que siempre ha colaborado con su padre y ha mantenido una relación mucho más estrecha, tomó partido por el escritor. Hubo entonces una guerra de comunicados entre los dos frentes y el Nobel hizo lo que no se esperaba nadie del círculo literario. Envío el suyo reivindicando su amor por Isabel Preysler y explicando que su matrimonio de cinco décadas estaba ya acabado cuando comenzó su idilio con la viuda de Miguel Boyer. Lo llamativo de este mensaje público era que, un mes antes de la famosa portada de «¡Hola!», donde se veía a la pareja de espalda y posando, era que el matrimonio Llosa había celebrado sus bodas de oro. Una imagen familiar en el apartamento de Nueva York que subió a las redes la nieta del Nobel.

El tiempo fue colocando las piezas del puzzle afectivo. Morgana volvió a reencontrarse con su padre y compartían salidas a Toledo, Segovia o paseos por Madrid con las hijas cuando viajaba a la capital del reino. Nunca pisó la mansión de Puerta del Hierro ni tuvo ninguna relación con la novia de su padre. Fue un pacto que las dos partes cumplieron a rajatabla.

Para Vargas Llosa recuperar a su hija y a sus nietas fue una felicidad. Isabel Preysler no intentó hacerse querer porque tampoco era su trabajo. Tampoco lo hizo con los hijos de Miguel Boyer, que nunca llegaron a entenderse con ella. Ese trabajo habría correspondido al ex ministro que no se esforzó en mantener ese nexo de unión. Isabel Preysler sí lo ha hecho con los suyos. Los cinco Preysler se adoran y la adoran.

PRIMERAS IMAGENES DE MARIO VARGAS LLOSA TRAS SU RECIENTE SEPARACION CON ISABEL PREYSLER
PRIMERAS IMAGENES DE MARIO VARGAS LLOSA TRAS SU RECIENTE SEPARACION CON ISABEL PREYSLERgtres

La noticia de la separación de la «reina de corazones» ha sorprendido a todos menos a la familia del Nobel. Sabían que el padre pasaba tiempo en el ático familiar y que las cosas no iban bien. Es más, en la última visita de Patricia Llosa a Madrid, se instaló en la calle Flor. Habrá que ver cómo resuelve el Nobel esta separación. Isabel lo hará como siempre, con tranquilidad y puede ser que con un nuevo amor en el futuro. La relación de Mario Vargas e Isabel Preysler tuvo su punto álgido en la presentación oficial en Madrid. Echando la vista atrás, la reunión más espectacular, la que tuvo más repercusión mediática y social, fue la celebración de sus 80 años, que sirvió para la presentación oficial de su novia a los amigos del mundo literario. Una cena organizada en el Hotel Villamagna a la que acudieron expresidentes de Chile, Perú y Colombia, políticos en ejercicio y jubilados, empresarios, editores, personajes de las revistas del corazón y, por supuesto, escritores. A los postres, Vargas Llosa, micrófono en mano y ante un público expectante declaró su amor a su novia: «Esta personita que me hace feliz. Cada día que paso contigo es mejor que el anterior. Y ya sé que la palabra felicidad tiene un nombre y apellido: Isabel Preysler». Esa mañana, había recibido como obsequio un cachorro gran danés al que bautizó con el nombre de Céline. El nombre de la mascota también tuvo un significado especial. El Nobel definía a Louis-Ferdinand Céline como «el último escritor maldito» y para Isabel, era una de las firmas de lujo francesas con más arraigo entre las mujeres ejecutivas. En ese cumpleaños solo estuvieron presentes su hijo Álvaro y su mujer Susana, de la que se separó el año pasado. Le regalaron una escultura de piedra de un hipopótamo. El Nobel considera que estos mamíferos traen suerte y tienen una salud de hierro. Todo esto ya queda en el pasado. No habrá más cumpleaños compartidos ni fiestas que celebrar. El entorno del Nobel toma postura y ha dejado claro en «El País», medio en el que colabora Vargas, que a él le interesaba la cultura y a ella, más el espectáculo.

La vida de Isabel Preysler daría para un serial. Su trayectoria amorosa ha sido multidisciplinar: tres matrimonios y un novio. Ha tenido cinco hijos que nunca se portarán con ella como Kiko Rivera con Isabel Pantoja y, por ahora, siete nietos. Todos ellos la adoran y la llaman con devoción «mami». Se ha convertido en la mayor defensora de su hija Tamara y no va a dejar que nadie hable mal de ella. El 2023 no solo llegará cargado de sorpresas para la hija que tuvo con Carlos Falcó, también se vislumbra un año lleno de cambios para ella.