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La infanta Elena y la Reina Letizia: el eterno desencuentro marcado por Jaime de Marichalar
La autora de «Elena: la infanta castiza» analiza las claves de la mutua animadversión entre la esposa y la hermana de Felipe VI
La Reina Sofía siempre educó a sus tres hijos con el mantra de que la familia es lo más importante. Ella misma así lo había aprendido de sus padres, el Rey Pablo y la Reina Federica, durante su infancia en Grecia. Sin embargo, lo que nunca se plantearon aquellos tres jóvenes, cuando su madre les hablaba de estos temas, es que un día tendrían que escoger entre la institución y la familia. La Infanta Elena lo ha tenido claro siempre que esto ha sucedido, mientras que don Felipe, sobre quien recae el peso dinástico, ha tenido que elegir la Corona por encima de padres y cuñados. Y con él Doña Letizia, siempre a su lado.
Cuando estalló el «caso Nóos» en 2011, que puso en una delicada situación tanto a Iñaki Urdangarin como a la Infanta Cristina, Elena lo tuvo claro desde el principio. Iba a apoyar a su hermana y a su cuñado, en cuya inocencia creía con los ojos cerrados. Entendió la postura de Felipe VI, ella mejor que nadie conoce lo que significa preservar la imagen de la institución, pero el estar en bandos opuestos los distanció. Algo que tampoco le molestó demasiado con respecto a Doña Letizia. Su relación nunca fue muy estrecha, a diferencia de la que tuvo la actual Reina con Cristina. Ya desde su primer encuentro, ambas se dieron cuenta de que sus caracteres no casaban. Ni un solo gusto en común tenían. La Infanta siempre tan castiza, fan de la tauromaquia, de lo clásico, y Letizia, tan moderna, tan informada, con tantas historias interesantes que contar. Esa periodista sabía de todo, y opinaba sin miedo.
A pesar de esas primeras reticencias, Elena sabía que tenía que llevarse bien con ella. No solo iba a ser la mujer de su hermano, la madre de sus sobrinos; también la futura Reina de España. Esos primeros años de matrimonio ambas consiguieron mantener una buena sintonía, sobre todo tras la llegada de Leonor en 2005. A todos se les caía la baba con la pequeña Princesa. Sin embargo, la relación entre cuñadas se fue enfriando a partir de 2007. La muerte de Érika cambió a Doña Letizia y, poco a poco, se fue distanciando de la familia política. Nadie se explicaba el porqué de ese cambio de actitud, que fue progresivo. A la ahora Reina no le gustaban algunas cosas que había visto de los Borbón, y no dudó en poner un muro invisible entre ellos.
Cese temporal
Pero la gota que colmó el vaso para Elena fue el claro posicionamiento de Letizia tras su separación con Marichalar. La esposa de Don Felipe se convirtió en un baluarte de Jaime, en aquel momento roto por «el cese temporal de su convivencia». Ambos sabían lo que realmente era formar parte de la familia Borbón, y se entendían mejor que nadie. A pesar de estos sentimientos hacia su cuñada, Elena quería mantener un trato cordial con ella. Pero todo se torció en 2018 con el rifirrafe con Doña Sofía en la catedral de Palma. Aquel fue el punto de no retorno. Ella vio las imágenes al día siguiente, como el resto de los españoles. Su madre, siempre tan discreta, no había querido decir nada para intentar olvidarlo. Lo que no sabía es que el vídeo con esas imágenes acabaría en todas las televisiones y medios de comunicación. Tras el rifirrafe real, que Elena no olvida, sus encuentros con su cuñada han sido contados. Apartada de la agenda real, no coincide nunca con ella, ni siquiera cuando visita La Zarzuela para ver a su madre –también a su padre antes de que se mudara a Abu Dabi– o para practicar equitación. Y si coinciden, la conversación es corta. «Hola, ¿qué tal? ¿Cómo están los niños? Adiós».
Si bien con Doña Letizia ha tenido problemas, que ahora quedan en el pasado, la mayor traición familiar para Elena ha sido la de Iñaki Urdangarin. Ella, que le abrió las puertas de su casa, que con tanto orgullo lo llamaba «mi cuñado» cuando el mundo estaba en su contra, que lo consoló la noche antes de entrar en la prisión de Brieva, no entiende cómo ha podido hacerles esto. Porque ella también se incluye como víctima de su comportamiento tras abandonar la cárcel. Aquellas imágenes con Ainhoa Armentia fueron una puñalada para toda la familia, y desde entonces Elena lo aborrece. Sabe que Cristina tiene que llevarse bien con él por sus hijos, pero ella no tiene por qué disimular.
Este 2023, la Infanta Elena cumplirá 60 años y lo hará con varios frentes familiares abiertos, y todos le preocupan por igual. Están sus hijos, que le quitan el sueño por las múltiples polémicas a las que se enfrentan. Sabía, desde hace tiempo, que Froilán era un chico rebelde, pero nunca imaginó que con quien de verdad tendría una relación de tira y afloja sería con Victoria Federica. Por otro lado está su padre. Tan débil, tan anciano y tan lejos. Aunque lo visita una vez al mes, le rompe el corazón la situación, de ahí que sea una de las que más lucha por su vuelta.
Elena ha tenido que elegir, en demasiadas ocasiones, entre la familia y la Institución. Y siempre se ha decantado por lo primero. Algo de lo que Doña Sofía, como madre, está muy orgullosa.
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