Moción de censura
Moncloa se entrega a Díaz para recuperar al votante crítico con Sánchez
Podemos estalla por la «traición de Yolanda a Pablo»: no se van a quedar parados ante la estrategia contra sus siglas
Los rescoldos que deja la moción de censura de Vox afectan a izquierda y a derecha. Todos los que han participado en la función parlamentaria de esta semana pierden dentro de la degradación a la que se ha sometido a la institución, un escalón más, y no levanta cabeza desde 2015. La segunda moción de censura presentada por Vox fue rechazada ayer al obtener sólo los 52 votos del partido proponente y el de Pablo Cambronero, exdiputado de Ciudadanos.
Dos días de «circo» que, como se anticipaba, sirvieron al presidente del Gobierno para lucirse como si estuviera más ante el debate de investidura que ante una censura de la oposición. Y aunque en un primer momento la ventaja se la apunta Moncloa, en las filas socialistas no ven tan claro que el beneficio tenga resistencia suficiente como para cambiar algo en el examen electoral. De momento, Moncloa ya ha destapado del todo su estrategia con la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, un camino que está lleno de riesgos, según analizan en el PSOE, aunque, probablemente, tampoco hay otra alternativa para el «sanchismo» en este momento de la legislatura.
El consejo áulico del presidente del Gobierno pretende que Díaz sea la «liebre» para recuperar voto socialista que hoy está en la abstención porque ha perdido la confianza en el líder del PSOE. Sánchez no cae bien en una parte de su electorado, más allá del coste político de sus alianzas, y la figura de su vicepresidenta es la única baza que les queda por jugar para contener la fuga de parte de ese voto que amaga con no tomarse la molestia de ir al colegio electoral porque, aun siendo de centro izquierda, no empatiza con el jefe del Ejecutivo. El consenso de las encuestas publicadas hasta ahora apuntan a más de medio millón de votantes socialistas que hace cuatro años fueron a las urnas y que en estas elecciones se están pensando quedarse en casa.
La operación tiene varios riesgos, y parte de una premisa que molesta dentro del PSOE: supone reconocer que Sánchez renuncia a que el PSOE sea un partido de mayorías, que el equipo de campaña socialista renuncia a ganar las elecciones y busca costaleros que alivien su propio desgaste en las urnas. Y entre los riesgos, que Yolanda Díaz quite votos al PSOE y haga sombra a la candidatura de Sánchez.
A esto hay que añadir que aunque el «sanchismo» y el «yolandismo» compartan ahora satélites para airear su propaganda de campaña, y la propaganda sea la misma, la de quitar importancia a una ruptura con Podemos, la realidad desmiente los eslóganes: ir por separado tendría un coste dramático para la izquierda del PSOE. De momento, la «jugarreta» de la moción, el pacto entre el presidente y su vicepresidenta a espaldas de las ministras de Podemos, y, lo que es realmente determinante, a espaldas de Pablo Iglesias, no ha hecho más que calentar la guerra entre las dos facciones.
Los de Iglesias se sienten traicionados por la vicepresidenta, y no van a quedarse parados asistiendo como espectadores a su estrategia para borrar las siglas de Podemos por la fuerza de los hechos. Aunque los canales oficiales del «sanchismo» y del «yolandismo» empiecen a decir que Iglesias está «acabado», y que todo su voto se irá a Sumar, la decisión de ir por separado a las elecciones puede dejar a este espacio con la mitad de diputados que consiguió en los últimos comicios. En las provincias en las que no superen el 15%, en las que se reparte entre 3 y 5 diputados, el coste sería enorme: de lo que tienen, a cero. Y es imposible que todo el voto de Podemos se vaya a la nueva plataforma de Yolanda Díaz por más que en Moncloa y en el entorno de la vicepresidenta quieran creer que su híper liderazgo les exime de negociar con Iglesias.
Por cierto, Vox se enfrenta al mismo problema que Podemos y Sumar ya que las elecciones generales se disputan también a nivel provincial y el coste de quedarse por debajo del 15 por ciento del voto es pasar a la nada. De hecho, entre quienes han estado años formando parte de los equipos de campaña del PP ya se está avisando del riesgo de que una caída demasiado fuerte de Vox pueda perjudicar a la suma en el centro derecha.
Volviendo a la izquierda, en la fábrica electoral del PSOE admiten que «en estos momentos Yolanda es incluso mejor líder para el partido que Sánchez», por su empatía, porque tiene un perfil moderado del que carece Iglesias, y porque es mujer. Y la única vía que les queda para rentabilizar esas mejores condiciones de la vicepresidenta es meterla en el ticket electoral del PSOE. Ayer Podemos volvió a enseñarle los «dientes» a Sánchez y a Díaz, pero las consecuencias de la alfombra roja que el presidente ha extendido a su vicepresidenta en el debate de la moción de censura todavía están por verse.
La alianza Sánchez-Díaz ha pasado al ataque en una ofensiva dirigida a cercar a los morados y obligarles a ceder en la negociación del reparto de poder a futuro. Podemos venía reclamando un pacto de mínimos incluso para confirmar su asistencia al acto del 2 de abril, la puesta oficial de largo de su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Y desde la parte morada ya se han dejado las primeras señales de por dónde va a ir el contraataque. Acusar a Yolanda Díaz de venderse al PSOE y traicionar a sus aliados tradicionales. Esto en un contexto en el que quedan batallas abiertas entre los socios de gran resonancia, como la tramitación de la reforma de la ley del «solo sí es sí». Los morados también señalan a la vicepresidenta por ser «una marioneta de Moncloa» y ponerse a la orden del «dedazo» de Sánchez. Este mismo reproche se hizo en su día a Iglesias por la forma en la que la señaló como su sucesora en el Gobierno de coalición.
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