Testigo
Así logró sobrevivir María del Mar: "Cuando abrí los ojos vi a mucha gente muerta y pensé que tenía que salir de allí"
Esta víctima del 11M cuenta por primera vez cómo escapó por la ventana de uno de los trenes tras la explosión
A las tres de la tarde de aquel día fatídico, María del Mar Pando ya estaba sentada a la mesa. Recuerda haber comido en su casa, con las noticias de fondo y todo lo que había vivido dándole vueltas en la cabeza, como si fuera una película. El mundo tampoco se para en las grandes tragedias, la gente sigue comiendo y cenando. Aunque hayas viajado en uno de los trenes y te hayas roto el tobillo saltando por la ventana del vagón tras la explosión.
Esta es la primera vez que María del Mar, que cumplió 53 el pasado jueves, se atreve a hablar. Veinte años le parecen suficientes como para dar el paso. Llega a la estación de Cercanías de El Pozo un poco azorada, pero se va soltando con el paso de los minutos. Hace tiempo que no viene por aquí y no le gustaría ser reconocida. Sentada de espaldas al monumento a las víctimas que hay frente a la estación, baja la voz dos tonos cuando pronuncia «atentado» y «bombas». Enemiga de cualquier protagonismo, es muy consciente de que fue una de las que tuvo suerte aquella mañana: «Yo cogí el tren a la hora habitual para ir a trabajar. Recuerdo que por ese entonces estaba en una empresa de tasaciones en el centro. La casualidad quiso que aquella mañana mi marido no cogiera el tren conmigo, aunque fuera jueves, que era el día que viajábamos juntos. Su jefe le llamó la noche antes para decirle que no fuera a la estación de Entrevías, la nuestra, que le recogería en coche. Luego pensé que si hubiera venido conmigo, entonces nos habríamos sentado en la parte de atrás y a lo peor ahora estaríamos los dos muertos».
María del Mar recuerda haber pensado que había poca gente en el vagón, normalmente a tope, antes de que todo se fundiera a negro. «Como había sitio de sobra no me quedé en la entrada, que es donde te sueles poner cuando no cabes. Así que me senté por delante. Quizás por eso me salvé. La mayoría de los que se colocaron en la puerta estaban muertos cuando abrí los ojos. Lo que más recuerdo de la explosión es un pitido enorme, una gran presión en los oídos, como que estaban muy congestionados y no escuchaba bien».
Pensó que el tren había estallado, pero más como una explosión de gas que un atentado terrorista. La onda expansiva la desplazó del sitio y perdió de vista su bolso. «Me miré y tenía la ropa rota. Vi que los cristales habían saltado en pedazos y que la mayoría de la gente estaba muerta. Al que no le faltaba una pierna le faltaba un ojo. En las puertas no había nada, solo cuatro boquetes enormes. Yo lo que tenía al lado era la ventana y no pensaba más que poder salir de allí como fuera. Parece que está cerca, pero hay un buen tramo de la ventana a las vías. Creo que ahí fue donde me rompí el tobillo. Una vez en el suelo logré arrastrarme y conseguí alejarme un poco».
Aún le cuesta colocar aquel día en orden cronológico. «Yo sé que acabé en las vías. El tiempo que estuve allí no lo puedo decir. Pero no debí de estar tanto porque me recuerdo comiendo en mi casa a las 15:00. Y eso pasó a las 7:30. No quiero ni pensar en la gente que estaba desaparecida y que no sabían dónde estaba hasta que apareció muerta». Como había perdido el bolso, una persona le dejó su teléfono móvil y pudo llamar a su marido, que ya estaba buscándola por las vías junto a su cuñada. El sonido de los teléfonos de los muertos sonando en el vacío es otra de las cosas que nunca se le van a olvidar a María del Mar.
El matrimonio, que apenas llevaba seis meses casados, se reencontró en el Polideportivo al que habían trasladado a los heridos menos graves. De ahí la llevaron en ambulancia al Hospital Gregorio Marañón para un chequeo completo antes de devolverla a su casa de nuevo en ambulancia antes de la hora de comer.
Los primeros días después de haber salido (casi) ilesa del peor atentado de la historia de España los pasó esta auxiliar administrativa con la sensación de irrealidad metida en el cuerpo. Apenas tres semanas después la operaron del tobillo fracturado en el mismo hospital en el que había sido atendida el 11M. Nada más salir de la operación se enteró de que todo había terminado. Era 3 de abril y los siete terroristas que habían jurado hacer de nuestra vida un infierno saltaban por los aires en el piso de la calle de Carmen Martín Gaite, en Leganés.
María del Mar aún se acuerda de hace veinte años cuando coge el Cercanías para ir a trabajar. Imposible no hacerlo. «Claro, hombre, ahora ya lo cojo, pero cuando paso por ahí... pues me acuerdo. Yo doy gracias sobre todo porque estoy bien. Nunca había hablado hasta ahora y por fin me he decidido. La verdad es que no es un asunto que trate ni siquiera con mi familia, ¿sabes? Con mi marido lo hablo, pero de vez en cuando nada más. Y mi única hija, que ya tiene trece años, hasta hace poco no sabía nada de esto. No sabía ni que existía el tema».
La recuperación psicológica tardó un poco más que la de la pierna. «La terapia que me dieron aquellos meses fue, sobre todo, para asimilar lo que me había pasado. Solo estuve cinco o seis meses de baja, quise incorporarme lo antes posible al trabajo. Y, fíjate, al final me acabaron despidiendo al poco tiempo». Aunque no quiere meterse en temas políticos, sí quiere dejar claro que aquel domingo 14 de marzo, jornada electoral, fue a votar con su muleta, que sería su fiel apoyo durante meses. Lo que no quiso, aunque podría haberlo hecho, fue asistir al juicio a los implicados en el ataque yihadista. Sí recibió una suma bastante exigua como indemnización que le dio un empujón a la hipoteca que acababa de firmar en El Pozo con su recién estrenado marido. Pero poco más. «Nos llamaron para declarar para todo el tema de las indemnizaciones y nos dieron algo. El que me entrevistó a mí todavía me decía que qué hacía yo a esas horas yendo en el tren. Y yo le respondí que a trabajar, a qué otra cosa si no».
Este XX aniversario ha removido a todos los que lo vivieron en primera fila cosas que creían enterradas. Los medios de comunicación no dejamos de hablar del tema y salen por todas partes especiales y documentales con el testimonio de los protagonistas. ¿No satura un poco tanto contenido? «Bueno, yo los veo, sí. Es que es mi historia y la de mi país. Lo que pasó es parte de mi vida, al menos de una parte de ella, y tampoco voy a esconderla. Yo no lo voy contando pero, desde luego, tampoco lo oculto. Si surge, pues lo digo». En el trabajo en el que está ahora, por ejemplo, nadie sabe que iba en ese vagón. «Llevo poco tiempo y no lo he contado. A lo mejor me dicen que me han visto en el concierto a las víctimas del Auditorio o en esta entrevista, quién sabe. El otro día estaban hablando de esto y no me metí». No está de acuerdo con eso de que algunos les llamen «héroes» por haber sufrido el zarpazo del terror. «Es que no es una cosa de héroes. Yo por lo menos no lo veo así. Los héroes fueron los que salvaron a tanta gente».
Consciente de que la suerte estuvo de su lado, destaca la dureza de haber perdido a un familiar en la masacre de Madrid. «Es verdad que yo no he sentido rencor porque he salido bien parada, pero si fuera el caso de que me faltara alguien no lo perdonaría jamás. Seguro».
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