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El personaje

Albert Rivera: el vengador oculto

El antiguo líder de Ciudadanos está ubicado en un despacho de abogados pero sigue con nostalgia política y ganas de enredar

Rivera Ciudadanos PlatónIlustración

De pupila favorita a enemiga díscola. De sucesora de confianza a lideresa rebelde. Hace tiempo que la relación entre Inés Arrimadas y Albert Rivera estaba rota, lejos ya de aquel mes de noviembre de 2019 en que, tras un batacazo electoral, el entonces gran líder de Ciudadanos tiró la toalla.

Desde aquella fecha, ubicado en un despacho de abogados, pero con nostalgia de la política y ganas de enredar un poco, Rivera ha manejado varios hilos en la sombra sin ocultar su enorme decepción con Arrimadas.

El antaño dirigente naranja intentó, sin ningún éxito, pulsar a los poderes económicos para financiar una plataforma de ideas. No lo consiguió y pasó de ser el niño mimado del IBEX a un juguete en desuso.

Pero fiel a su estilo puramente veleta, también pasó de hacerse la foto con Pedro Sánchez y apoyar con fervor la moción de censura contra Mariano Rajoy, a llamar a las puertas del PP y conspirar en la sombra contra su heredera.

En los últimos meses, Albert Rivera ha sido un maniobrero entre bambalinas, una especie de oculto muñidor del goteo de deserciones en su antiguo partido. Muy crítico hacia Arrimadas, a quien ahora considera «la alfombra roja» del PSOE, ha fraguado en silencio su venganza.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y la candidata a la presidencia de la Generalitat, Inés Arrimadas.QUIQUE GARCÍAAgencia EFE

Desde su entorno confirman estrechos contactos con Pablo Casado y Teodoro García-Egea, incluso se filtran a menudo testimonios de almuerzos comunes en reservados de algunos restaurantes madrileños.

En Génova lo niegan, pero lo cierto es que nadie duda que la mano de Rivera está detrás de las fugas constantes de dirigentes de Cs. La última de su gran amigo y anterior hombre fuerte del partido, Fran Hervías, ha sido la gota que colma el vaso.

Los naranjitos han pasado de ser una fuerza decisiva, azote contra el separatismo, a un partido residual en absoluta descomposición. Aquel joven nacido en Cataluña, que un día rompió moldes al aparecer desnudo en un cartel electoral y articuló una organización política látigo del nacionalismo, ve hoy cómo de aquello no quedan ni las raspas.

Rivera y el acercamiento al PP

Sea como fuere, aunque niega su deseo de volver a la primera fila, lo que muchos conociendo sus vaivenes tampoco se creen, Albert Rivera ha iniciado su acercamiento al PP y participa en esa captación de Pablo Casado para aglutinar el centro perdido. En su opinión, Ciudadanos está en una tormenta explosiva y es una especie en extinción bajo el juego de los socialistas.

La vida de Albert Rivera ha dado un giro radical desde aquel mes de noviembre en que dimitió por el duro revés electoral. En estos casi dos años ha vuelto a su profesión de abogado en el bufete de Martínez-Echevarría-Rivera pero siguió en contacto con muchos de sus antiguos compañeros. Varios de ellos le alertaban de una posible desbandada ante el rumbo del partido impuesto por Arrimadas. El desastre en Cataluña y el servilismo de la nueva lideresa naranja ante Pedro Sánchez resonaban en los oídos de Albert, que sí se dejaba ver en algunos almuerzos.

El espectáculo de la moción de censura de Murcia y la estrategia de Pablo Casado y Teodoro García-Egea para captar el voto de centro contribuyeron a las maniobras de Rivera para el «desguace» de Ciudadanos. «Somos marionetas del sanchismo», le repetían sin cesar en estos encuentros.

De manera que el antiguo naranjito decidió llamar a las puertas de Génova trece y se puso manos a la obra. El anuncio de Isabel Díaz-Ayuso de convocar elecciones en Madrid, detonante definitivo, ha dejado a Cs sin consejeros en el gobierno madrileño y sin grupo parlamentario propio en el Senado y a punto de perderlo en el Congreso. Una auténtica debacle para un partido y una organización que Arrimadas ya no controla.

José Manuel Villegas, Albert Rivera e Inés Arrimadas ayer, en la sede del partido durante el Comité Ejecutivo que celebró Ciudadanos para analizar los resultados electorales. Foto: Gonzalo Pérezlarazon

En su esfera privada Albert también dio un gran vuelco. Separado de su primera esposa, la psicóloga Mariona Saperas, madre de su primera hija Daniela, protagonizó un apasionado romance con la cantante Malú, su actual pareja.

En principio casi nadie daba un duro por ellos, pero lo cierto es que formalizaron su relación y tuvieron otra niña, Lucía, a la que Rivera definía como su gran tesoro. «Estoy como un niño con zapatos nuevos», escribía en su cuenta de twitter como prueba de su ilusión con esta segunda paternidad.

El abogado y la cantante iniciaron una nueva vida juntos, Malú dejó de salir a escena, puso a la venta su casa de La Florida y se mudaron a otra residencia en Pozuelo. Es habitual verles de paseo con la pequeña Lucía en brazos por la urbanización y centros comerciales o restaurantes cercanos.

Quienes bien le conocen aseguran que Albert está profundamente enamorado y que, pese a su trabajo en el bufete de Martínez-Echevarría-Rivera, sigue con el olor de la política en las venas.

Descargar las culpas en Arrimadas

De hecho, se incorporará en breve al Instituto de Liderazgo Político, un organismo de la Universidad Complutense para formación y estrategia política. El cargo se lo ofreció su amigo Eduardo Sicilia, consejero madrileño de Universidades por Cs ahora ya cesado por Díaz-Ayuso, y parece que se lo mantendrá el titular de Educación, Enrique Osorio, quien asume las competencias universitarias.

Alberto Carlos Rivera Díaz fue un día la esperanza blanca del centro político y llegó a vencer al separatismo. Militó un tiempo en Nuevas Generaciones del PP, antes de la fundación de Ciudadanos, una apuesta de varios intelectuales catalanes que logró trasvasar su éxito al resto de España.

Pero las continuas veleidades de Rivera y su ambición desmedida le llevaron al desastre. Hubo un día en que, cegado por las encuestas, creyó alcanzar la presidencia del Gobierno. Fustigó sin piedad a Mariano Rajoy en la moción de censura, pero Pedro Sánchez le ganó la partida. Aquel joven barcelonés licenciado en Derecho, avezado nadador y jugador de waterpolo, dio demasiadas vueltas sin rumbo fijo. Hoy, ironías de la vida, piensa que Inés Arrimadas, su niña bonita, se ha cargado toda su obra, es una marioneta del PSOE y que la única alternativa a Pedro Sánchez es el Partido Popular.