Editorial
Una campaña en torno a un plebiscito
No se debería perder de vista que, más allá de la cuestionada figura del presidente, la opinión pública va a juzgar el conjunto de una gestión política,
Comienza la campaña electoral tras unos primeros compases teñidos de aires plebiscitarios en torno a la figura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convertido, por propia voluntad, en el elemento central de discusión, casi único, de la legislatura que termina. La primera consecuencia, a tenor de las quejas apenas disimuladas del equipo de La Moncloa, ha sido la desmovilización de buena parte de la infraestructura del PSOE, ajena a los esfuerzos partidarios que exige toda confrontación electoral, cuestión que no augura nada bueno para las opciones del candidato socialista.
Se argüirá que los malos resultados obtenidos en las municipales y autonómicas han supuesto un golpe desalentador para las bases del PSOE, pero hablamos de un partido de muy larga experiencia, bien implantado en el conjunto del territorio y con los suficientes recursos para afrontar un desafío, por otra parte, con reglas por todos conocidas. Cabría, pues, aventurar que el desánimo de la militancia viene dado en buena parte por la constatación de que hasta una decisión de tamaño calibre, como es el adelanto de unas elecciones y su convocatoria en pleno período estival, ha sido tomada por un reducido grupo de «elegidos», sin tener en cuenta a la estructura orgánica del partido, convertida en mera cámara de resonancia.
En este sentido, también es sujeto de debate si la sobre exposición mediática a la que ha recurrido el candidato socialista, empeñado en dotar de sentido de Estado a unos cambios de criterio político y a unas decisiones de tanto calado como la eliminación del delito de sedición del Código Penal, conseguirá el objetivo de movilizar un voto socialista que las encuestas sitúan en la abstención o tendrá el efecto contrario. Pero el equipo electoral del PSOE cree que, al menos, se ha conseguido desacreditar la mala campaña de imagen elaborada por la oposición y los «poderes ocultos» contra el jefe del Gobierno, y considera que los últimos sondeos indican que se va por el buen camino.
Será el veredicto de las urnas el que confirme o no esas aseveraciones, pero no se debería perder de vista que, más allá de la cuestionada figura del presidente, la opinión pública va a juzgar el conjunto de una gestión política, marcada, cierto, por la emergencia de la pandemia y la guerra de Ucrania, pero, también, por el exceso de confrontación política de los socios de gobierno y de los compañeros de investidura. A nuestro juicio, sería un error que la oposición popular cayera en el juego plebiscitario y desdibujara una campaña que debe ir dirigida, como es de rigor, a establecer lo que se ha hecho mal desde el Ejecutivo y a hacer llegar a los electores las propuestas para abordar los problemas creados. Porque más allá de los cambios de criterio de Sánchez está el hecho, denunciado por el Banco de España, de que ya hay 1,6 millones de hogares que no llegan a cubrir los gastos esenciales. Y hay que resolverlo.