Opinión

Lagarde, reina confuciana

El Banco Central Europeo creó ingentes cantidades de dinero para evitar el colapso durante la pandemia. No es la única causa, pero también abonó el rebrote de la inflación

Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha reconocido los errores cometidos durante la crisis
Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha reconocido los errores cometidos durante la crisisMARTIN DIVISEKAgencia EFE

Kong Qui (551-479 A.C.), más conocido como Confucio, reunió sus aforismos en las «Analectas». Allí se puede leer que «el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor». Christine Madeleine Odette Lagarde, presidenta del Banco Central Europea (BCE), la reina monetaria de Europa, consciente o no, ha asumido el pensamiento del pensador oriental, y está decidida a enmendar los fallos de la entidad que encabeza. «Hemos cometido errores, como todo el mundo; asumo la culpa», dijo el jueves cuando anunció una subida de 0,75 puntos en los tipos de interés, la mayor en la historia del BCE, es decir, desde principios del siglo XXI.

Henry Hazlitt (1894-1993) fue un filósofo y economista americano que introdujo en los Estados Unidos las teorías –liberales– de la Escuela Austríaca de Economía, cuyo precedente más remoto estaría en la Escuela de Salamanca, en donde los clérigos Martín de Azpilicuela (1492-1582) y Tomás de Mercado (1521-1574) ya relacionaban los aumentos de la cantidad de dinero con la inflación. Hazlitt, como buen americano, intentaba ser contundente: «Las causas de la inflación –escribió– no son, como suele decirse, múltiples y complejas, sino simplemente el resultado de la excesiva impresión de dinero». Es lo mismo que diría años más tarde Milton Friedman (1912-2006): «La inflación es un fenómeno monetario». El expresidente Zapatero lo aprendió en sus tiempos en la Moncloa y ahora lo repite con convicción cuando, por ejemplo en una sobremesa, sale a relucir el tema inflacionario.

Los bancos y sobre todo los bancos centrales, crean y destruyen dinero. Ese es el gran poder, en la Europa de Christine Lagarde, y en los Estados Unidos de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, el equivalente USA del BCE. Las dos instituciones, con la creación ingente de dinero, evitaron males mayores en la Gran Recesión de 2008 y años posteriores y durante la pandemia. La primera queda más lejos, pero en marzo de 2020, cuando la COVID 19 asola, aterroriza y paraliza al mundo, el balance del BCE era de 4,70 billones de euros. Tres meses después, en junio, ya había alcanzado los 6,23 billones y a finales de ese mismo año superaba los 7 billones.

Christine Lagarde, sucesora del mago Mario Draghi, el hombre que salvó al euro con aquello de «el BCE hará lo que tenga que hacer», que esperaba un mandato plácido, tuvo que buscar fórmulas para evitar el colapso económico europeo. En la misma línea que su primo monetario americano, el BCE, al aumentar su balance, lo que hizo fue crear de la nada –con la compra de deuda pública sobre todo– hasta cuatro billones de euros en pocos meses. Algo similar, en cuantías parecidas hizo –incluso antes–la Reserva Federal. Nunca antes en la historia se había fabricado de golpe tanto dinero, aunque existía el remoto precedente de la llegada de plata de América a España y a Europa tras el descubrimiento y que fue lo que, según Martín de Azpilicueta y Tomás de Mercado, generó las grandes inflaciones del siglo XVI, sobre todo al sur de los Pirineos.

Ahora, los bancos centrales, además de crear dinero, temieron –y ese fue quizá su error– que se enquistara una inflación muy baja. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal durante la Gran Recesión, y que evitó males mayores, pensaba que «a pesar de que una inflación baja es generalmente buena, una inflación demasiado baja puede presentar riesgos para la economía especialmente cuando la economía está en problemas».

Muy pocos reprochan a los bancos centrales lo que se ha llamado Expansión Cuantitativa (QE por sus siglas en inglés) o, más en castizo, manguerazo monetario. Las críticas, que asume Lagarde, surgen porque el BCE y la FED pensaron que el rebrote de la inflación era limitado y pasajero. Ahora, en el 9,1% en la eurozona, frente a un objetivo del 2%, es quizá el mayor problema económico, que perjudica más a los menos favorecidos de la sociedad.

El origen no es solo monetario, porque los cuellos de botella en la producción y la guerra de Putin han echado leña al fuego, aunque los precios ya campaban por sus respetos antes de que el sátrapa ruso invadiera Ucrania. El BCE, como dice Lagarde, no puede eliminar los problemas de distribución, bajar el precio de los carburantes o acabar con la guerra. Sus armas son monetarias y sus misiles son las subidas de tipos de interés, que se repetirán hasta que los precios estén domeñados. Es un método doloroso, que generará dificultades y ralentizará la economía, con lo que eso significa, pero no escurrir el bulto y no hacerlo porque es incómodo y sobre todo impopular, además de conducir al desastre, sería otro error, que luego habría que volver a corregir, como sabe Lagarde y ya dijo Confucio.

La estacionalidad de la afiliación a la SS y dudas sobre la cotización de autónomos

Los economistas Luis Puig y Jesús Ruiz matizan el ajuste de estacionalidad de afiliación a la Seguridad Social del ministerio de SS que encabeza José Luis Escrivá. Alaban los esfuerzos del ministerio y no quieren polemizar, pero en Nada es Gratis reducen en 43.000 personas la afiliación en agosto, por ajustes «paradójicos» derivados de la situación provocada por la COVID. Al mismo tiempo, Fedea advierte que la nueva cotización de autónomos podría fomentar la declaración de menos ingresos.

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