Tenis
Sinner acaba con las mil vidas de Medvedev y conquista en Australia su primer Grand Slam
El italiano remonta dos sets al ruso para imponerse por 3-6, 3-6, 6-4, 6-4 y 6-3
Jannik Sinner redondeó sus dos semanas fantásticas con una remontada espectacular ante Daniil Medvedev (3-6, 3-6, 6-4, 6-4 y 6-3, en 3 horas y 44 minutos) que le corona como campeón del Open de Australia, el primer Grand Slam que hay en su palmarés, el gran salto que le faltaba. Necesitaba triunfar en los grandes torneos y ya lo ha hecho en una final extraordinaria contra un rival que merece todos los honores. A partir de ahora, cuando llegue una cita importante ya se mirará al italiano como a Alcaraz o a Djokovic. Ya está ahí, en la cima, entre los mejores del mundo. Ya lo estaba, en realidad, pero esta victoria lo confirma.
El tenis fue justo con Sinner pero a la vez cruel con Medvedev. Es uno de esos partidos que merecía acabar en empate, algo que en tenis no existe. Todo parecía en contra de Medvedev, para empezar por el rival, el hombre que destronó al rey Djokovic, y además dándole una paliza como pocas veces se ha visto. Y después por el cansancio: llegaba a esta final con seis horas más de tiempo en pista que el transalpino en un torneo en el que ha vivido de todo: recuperó dos sets a Ruusuvuori para acabar a las 3:40 de la mañana en segunda ronda, ganó en cinco parciales a Hurkacz en los cuartos y remontó también dos parciales en contra en las semifinales contra un Zverev que también llegaba hasta ahí crecido después de haber vencido a Carlos Alcaraz. Ha tenido mil vidas en Melbourne, y Sinner logró acabar con ellas.
Comenzó nervioso
Un factor que estaba a favor del ruso era que él sí sabía lo que es jugar este tipo de encuentros. Para el italiano era la primera final de Grand Slam de su vida, y eso suele ser una losa pesada y los brazos y las piernas es lógico que se encojan. Para Daniil era la sexta final de un “Grande”, la primera en la que no tenía delante a Nole o a Rafa Nadal. Perdió cuatro: con el español la del US Open 2019 y la de Australia 2022, la de la famosa remontada del balear; y contra Novak en Melbourne en 2021 y 2023. La que ganó fue a Djokovic en 2021 en Nueva York, el día que impidió que el serbio se llevara los cuatro Grand Slams en el mismo año natural. Ese día la tensión pudo al balcánico, que incluso lloró en el último cambio de pista.
La puesta en escena de Daniil ante Sinner fue imponente y sorprendente. Casi siempre en sus partidos el ruso se va a restar muy al fondo de la pista, concede seis metros para intentar tirar con altura desde ahí e ir recuperando posición en el punto. Suele ser un muro, pero para este partido decidió ser un cañón. Adelantó su posición para hacer frente a los saques de Sinner, se puso incluso cerca de la línea de fondo, y especuló lo justo. Fue más agresivo de lo normal y el italiano parecía no entender nada. Miraba a su banquillo buscando explicaciones: eso no era lo esperado. Entre Medvedev y el escenario, parecía devorado el pelirrojo, ni rastro del tenista que había impresionado a todo el mundo. El ruso dominaba también los intercambios y en el duelo de reveses parecía que podía tirarse ahí días y días sin fallar una bola. Eso lo combinó con ser más directo e incluso con irse a la red, para cerrar con algunas voleas de mérito, lo que no es su especialidad.
La reacción
Sinner, que contra Djokovic, considerado el mejor restador de la historia, no concedió ni una pelota de break, sufría esta vez con cada saque. Cómo es el tenis. Hasta que no llegó a verlo casi perdido, no se soltó. Como si el no tener ya nada que perder despertara a la bestia. El punto de inflexión fue con 6-3 y 5-1. Jannik logró el primer break y se animó. No le dio para remontar ese parcial, pero sí para empezar a creer. A partir de ahí, sufrió una transformación alucinante, en el fondo para llegar a ser quien es, porque el de antes era una mala copia. Lo hizo, en general, todo mejor. Sirvió mejor y la pelota empezó a salir de su raque con una potencia desmesurada. El partido para Medvedev estaba en que acabara rápido. Ha parecido inmortal por momentos, pero su barra de energía también tiene un límite. El choque entró en una batalla física impresionante. El ruso se resistía a su destino, siguió corriendo hasta desfallecer, pero no logró doblegar rápido a su rival. La pelota empezó a echar fuego golpeada por el italiano. El cansancio en él tuvo un efecto inverso: cuando más tiempo pasaba, más fuerte le daba. Los intercambios ya eran suyos, el dominio también, la amenaza.
Una derecha fuera de Medvedev le dio el tercer set a Sinner. Miró al suelo y respiró profundo. El partido empezó a ser una tortura para Medvedev, que tuvo una pelota de break que le hubiera puesto 5-3 en el cuarto set. Fue su única oportunidad, salvada por su rival con un servicio directo. Impecable gestión de los momentos de tensión. No le dio oportunidad y después siguió martilleando, sobre todo con su derecha, cada vez más precisa, sin que restara potencia. Las líneas empezaron a tiritar porque la pelota casi siempre pegaba en ellas. La resistencia del jugador nacido en Moscú era agónica. En el primer juego del quinto set se vivió el punto más largo del partido. Muchos de los intercambios de ese último parcial los acabó perdiendo por agotamiento. No acabó exhausto en el suelo de milagro. Otra vez le volvían a remontar una final en Australia después de ganar los dos primeros sets.
Sinner lo llevaba de un lado a otro. Flotaba en la pista, disfrutaba por fin y cerró con un derechón impresionante, a lo grande. Se lanzó al suelo. Lo había conseguido. Ahora, que tiemblen sus rivales, que tienen delante a un oponente temible, con sólo 22 años.
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