Papel
Terror en el punto de penalti
Hasta semifinales, nada menos que cuatro partidos de octavos y cuartos se han decidido, tras el empate, con lanzamientos directos. Y en ellos han destacado los porteros, como el inglés Pickford, para algunos en el heredero moderno del l heredero del mítico Gordon Banks, el guardameta con el que Inglaterra ganó su Mundial en 1966
E austríaco Peter Handke, un escritor más bien taciturno, siempre tuvo habilidad para titular sus novelas. Una de las más famosas es «El miedo del portero ante el penalti». Citada a menudo, no consta que sus lectores sean legión y sí muchos quienes no llegaron al final. La novela cuenta la historia de un tal Josef Bloch, antiguo portero, despedido de su trabajo de mecánico que acaba por estrangular a una mujer, aunque él mismo ignora de por qué lo hizo. La suya, no es una historia de fútbol, pero el atractivo título de la novela ha confundido a bastantes y también ha servido de pretexto para ilustrar crónicas futbolísticas algo heterodoxas, como esta.
Handke, sin embargo, es probable que estuviera equivocado, porque en el penalti, quien realmente tiene pánico, quien está aterrorizado es el jugador que debe lanzar el castigo máximo. El portero, si para el penalti es un héroe. Si no lo consigue, salvo excepciones, es que no ha podido hacer nada y así se entiende, por muchas críticas que recibiera David de Gea. Por el contrario, el encargado de ejecutar el penalti desde el punto fatídico está obligado a acertar y si no lo consigue, el fallo es suyo. Por eso, la presión –el terror– está en el lanzador y no en el portero, que es la parte débil, y quien se presenta como víctima casi inocente.
El Mundial de Rusia, el del inicio del ocaso de Messi, Ronaldo y quizá de Neymar y el de la eclosión de Mbappé y para algunos Kane, también ha sido –puede serlo hasta la final– el de los penaltis. Hasta semifinales, nada menos que cuatro partidos de octavos y cuartos se han decidido, tras el empate después de 120 minutos, con lanzamientos directos. Y en ellos han destacado los porteros, como el inglés Pickford, convertido para algunos en el heredero moderno del mítico Gordon Banks, el guardameta de la Inglaterra que ganó el Mundial de 1966 frente a Alemania, con un gol que ahora quizá el VAR hubiera invalidado.
En los penaltis, en los que se pitaron durante los partidos y en los desempates, los grandes fallos, con Messi en primer lugar, fueron de los lanzadores. De hecho, el argentino atesora en su carrera un buen número de penas máximas falladas y el punto de penalti no es su lugar favorito. A Cristiano Ronaldo que ya está en la Juventus le gusta más, pero por su hambre de gol y obsesión con los récords. Y para muchos jugadores que deben participar, más o menos obligados, en una tanda de penaltis de desempate, el trance es un verdadero tormento. Existen estudios que demuestran que si el penalti está bien lanzado es imposible pararlo. Es física.
Y cuando el portero adivina la intención del lanzador y lograr pararlo, con frecuencia se ha movido antes del lanzamiento. Es decir ha tomado ventaja. Casi nunca se le sanciona, pero es así. Si el VAR se hubiera aplicado a este lance en el Mundial sin duda habría habido resultados diferentes.
Por último, otro estudio, en este caso del español Ignacio Palacios-Huerta, de la «London School of Economics» concluye, tras analizar tandas de penaltis, que el equipo que tira primero gana el 60% de las ocasiones. Como toda buena teoría, está para ser cuestionada. En Rusia, en los cuatro desempates con penaltis el vencedor fue el equipo que realizó el segundo lanzamiento, Rusia, Inglaterra y Croacia en dos ocasiones, con su portero Subasic de héroe.
Nadie los señalará, pero los que fallaron sus disparos sufrirán el terror. Ya lo decía sir Walter Scott, «la vida en sí misma no es más que un partido de fútbol».