Tenis
Alcaraz, imperial, somete a Djokovic para ganar su segundo Wimbledon
Carlitos rozó la perfección para imponerse por 6-2, 6-2 y 7-6 (7/4) y levantar su cuarto Grand Slam.
Rod Laver, Bjorn Borg, Rafael Nadal, Roger Federer, Novak Djokovic... y Carlos Alcaraz. Carlitos, con 21 años, ya ha hecho lo que sólo cinco leyendas en la historia del tenis habían sido capaces: ganar el mismo curso Roland Garros y Wimbledon. Y Alcaraz lo hizo ante Djokovic con una autoridad pasmosa. Nada que ver con la final de hace un año con idénticos protagonistas, nada que ver con el pronóstico de cinco horas que había augurado Juan Carlos Ferrero para la final.
Alcaraz se impuso por 6-2, 6-2 y 7-6 (7/4) en dos horas y 27 minutos. Es su cuarto título de Grand Slam (US Open en 2022; Wimbledon en 2023 y Roland Garros y Wimbledon este curso) habiendo jugado sólo 14 Majors. El serbio se quedó sin igualar los ocho títulos en Londres de Federer y sin superar los 24 Grandes de Margaret Court porque se vio sometido por un Alcaraz imponente.
El torneo para el serbio había resultado demasiado apacible. Sólo un "top 20" en su parte del cuadro, Rune en octavos, al que pasaportó en tres sets y cediendo nueve juegos. En cuartos, De Miñaur fue baja. Así que compareció en la final con cuatro horas menos en pista y sin haberse visto exigido. Nada que ver con el viaje de Carlitos. Remontadas ante Tiafoe, Paul y Medvedev. Un trayecto de menos a más y una consistencia a nivel mental casi inédita.
Por eso el comienzo de la final no tuvo nada que ver con el de hace un años. De los nervios de entonces a una solidez granítica. Fue casi un cuarto de hora de trabajos forzados sobre el saque del serbio para empezar. Cinco bolas de break para sumar el primer juego en una demostración de firmeza a la que no pudo responder Djokovic. Porque la salida de Alcaraz fue impecable. Al servicio y al resto.
Conectó saques a más de 210 kilómetros por hora, mandó desde el fondo con la derecha, se desplazó a velocidades supersónicas, cada subida a la red era una garantía de punto. ¿Un ejemplo? En el cuarto juego: dejada, saque directo, saque directo y error del serbio.
Con ese ritmo sumó otro break en el quinto y el de Belgrado empezó a preguntarse hasta cuándo mantendría el de El Palmar esa dinámica. Porque si el primer juego se fue a los 14 minutos, el resto del set no llegó a la media hora. A Djokovic se le atragantó lo que tenía enfrente y de qué manera. Apenas ganaba la mitad de los puntos con su primer servicio, las subidas a la red estaban lejos de ser una solución (4/12) y al resto acumuló sólo media docena de puntos. El balcánico estaba sometido.
El tenis de Alcaraz era tan redondo que la historia se repitió en el segundo parcial. Break en el primer juego, aunque fuera de un modo mucho menos trabajado que al comienzo. La consistencia de Carlitos provocaba un tenis cabizbajo de Djokovic. Y eso en la central de Wimbledon es muchísimo decir. El balcánico trataba de buscar las líneas para no sentirse asfixiado, pero eso lo único que le provocaba eran más y más errores.
Al de Belgrado no le quedaba otra que resistir, cobijarse en su servicio y confiar en que la perfección que salía de la raqueta de enfrente se cortocircuitara. Pero eso no sucedió pese a que Nole dio un paso al frente.
La respuesta de Carlitos estuvo cargada de autoridad. A un juego en blanco del serbio con su saque, el primero ya superada la hora de final, Alcaraz respondió con la misma receta. Y presionó todavía más y más y más. Por eso Djokovic, en el séptimo juego, se vio desarmado y cedió el saque con una doble falta. El Nole de los siete títulos en Wimbledon había sido un espejismo y Alcaraz estaba a un paso del título habiendo cedido sólo cuatro juegos en los dos primeros parciales.
Djokovic, al menos, porque era imposible que aspirase a algo más con lo que tenía enfrente, consiguió alterar la dinámica de la final poniéndose por primera vez por delante en el tercer set. La respuesta de Alcaraz fue levantar un 0-30 y disponer de cuatro bolas de break en el tercer juego con una colección de golpes prodigiosa. Sólo el mejor Djokovic podía ser capaz de sobrevivir al desafío. Lo hizo y a cambio encajó un juego en blanco.
El partido se estaba equilibrando más por el crecimiento del serbio que porque Alcaraz mostrase signo de flaqueza alguno. El tenis de Nole crecía, aunque sus gestos apuntasen en otra dirección. El empuje del serbio le concedió la segunda bola de break del partido en el sexto juego del tercer set. Y Alcaraz recurrió a un servicio imperial para mantener el orden. El problema para el serbio es que Carlitos regaló otra colección de golpes imposibles en el noveno juego y se situó con su servicio para cerrar la final.
Se regaló tres bolas de partido, pero el de Belgrado, con una frialdad inquietante, fue capaz de sobrevivir en el abismo y prolongar el set hasta el desempate. En el tie-break, el español volvió a rozar la perfección para ser de nuevo campeón en Londres. Y no será la última vez.
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