Helena Pimenta hace sonreír a "La Regenta"
La directora, apoyada en la versión de Eduardo Galán, lleva al teatro la obra cumbre de Clarín en lo que denomina una labor tan "inabarcable" como "gustosa"
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En la propia inmensidad de La Regenta (publicada en 1884) duerme parte de su atractivo. Convertir las más de mil páginas de Clarín en menos de dos horas de teatro tiene cierto punto suicida, pero igualmente es un «disfrute» para Helena Pimenta, directora y responsable de una empresa que se estrena el 4 de febrero en Madrid (Teatro Fernán Gómez): «Debe ser que me gusta lo extremo. Es todo un lío», apunta la directora de una labor «espesa». Continúa con los calificativos: «Inabarcable», «extraordinaria»... Todos los adjetivos grandilocuentes aparecen de golpe cuando Vetusta entra en escena. Así lo hicieron Amelia Valcárcel y María Luisa Manchado en la presentación de su Regenta el pasado octubre: «Tremenda, terrible», farfullaban con la penúltima adaptación (aquella vez, operística) de la «novela de novelas», como se refiere a ella Pimenta. «Ay, esa no la puede ver porque ya estaba metida en toda esta locura. Me quedé con las ganas», lamenta hoy la que fuera directora de la CNTC.
Las versiones que sí tuvo muy presentes Helena Pimenta fueron la película (1974) de Gonzalo Suárez y la serie (1995) de Fernando Méndez-Leite. Aunque decidió «no volver a verlas» para no contaminarse en demasía. «Fueron trabajos extraordinarios en sus lenguajes, pero el teatro necesita otra cosa... Eso sí, de primeras no sabía cuál», ríe. Luego, a base de «estudiar y estudiar» el original de Leopoldo Alas «Clarín», Pimenta ya dio con el camino. Fue entonces cuando aparcó definitivamente la novela: «Una vez empezados los ensayos me prohíbo leer los libros porque necesito que se construya la obra desde el punto de vista teatral». Es el momento, dice, de «aceptar la renuncia» y centrarse en la adaptación de Eduardo Galán.
Es la segunda vez en tres meses que los escenarios de Madrid ven una adaptación del texto
Del autor le llegó la invitación a Pimenta. «Me resultó difícil negarme». No supo decir «no» ante un «reto» que volvía a unir al equipo de Los pazos de Ulloa (2021). Tomada la decisión, la directora vio «necesario» ser fiel a Clarín. «Nos interesa la historia y especialmente cómo la cuenta el autor». Se valen así del narrador de estilo indirecto libre para meterse «en la cabeza de los personajes» y entrar en «la mirada que ellos hacen sobre sí mismos en el monólogo interior». Un «viaje a sus verdaderos deseos, que Clarín realiza con su narrador, cargado casi siempre de ironía −comenta Pimenta−. Nos hemos servido de estos recursos para ofrecer diversos puntos de vista sobre esa realidad en la que el escritor se nos muestra como un gran descubridor del alma verdadera de unos personajes aplastados por la inmovilidad, por el deseo de que nada cambie para poder mantener sus privilegios».
Galán habla de «desafío casi inalcanzable» si se trata de «atrapar el mundo ancho y complejo de “La Regenta” en una hora y 45 minutos»: «Podría provocar la tentación de arrojar la toalla», asegura un adaptador «consciente de que es imposible reflejar en su totalidad el ambiente opresor, represor y falso de la sociedad vetustense». No obstante, opta por «mostrar la doble moral de algunos de sus representantes, la ambición y la codicia de doña Paula, el deseo carnal de don Fermín de Pas encubierto en un aparente deseo de paternidad espiritual con Ana Ozores [interpretada por Ana Ruiz], la profunda desolación determinista de Ana, una mujer abatida por la falta de madre y de hijos a la vez de estar casada con un hombre que ha perdido el deseo por ella y se comporta como un padre compasivo».
Entre las «particularidades» de la novela, la nueva Regenta traza un puente entre el siglo XIX y el XXI. Abren «la puerta a otra época para poner un espejo», apunta ella: «Se trata de reconocer las partes de nosotros en las que se agitan los comportamientos de personajes de otro siglo».
Clarín analiza desde el naturalismo los males y defectos de la nueva sociedad surgida del fracaso de la revolución liberal de 1868, donde la Iglesia es para algunos la opción de ascensor social y una forma de control sobre el pensamiento, «en especial del de las mujeres, con el beneplácito de los hombres», puntualiza la directora sobre un autor que «hace una irónica crítica de las clases dirigentes de una sociedad aristocrática o que sueña con serlo, inmóvil, atrasada, conservadora y beata. Será precisamente esta sociedad ociosa, ocupada en las apariencias y murmuraciones, en juzgar la vida de los demás, quien marque el recorrido vital de Ana Ozores, heredera de una nobleza empobrecida, huérfana de madre obligada a vivir sin apenas referencias adultas desde niña y que decide casarse con un hombre mayor con la esperanza de tener una buena vida. La joven no encontrará jamás en ese matrimonio la pasión que su juventud le reclama, ni podrá ser madre. Pronto albergará un deseo y una inclinación prohibida hacia un maduro seductor de Vetusta y asustada tratará de buscar en su confesor el freno que ella apenas sabe poner. Su búsqueda constante, su refugio en la imaginación nos sorprenden».
"Una vez empezados los ensayos me prohíbo leer la novela original"Helena Pimenta
Por ello, Eduardo Galán sostiene que su versión ahonda en «el derecho de la protagonista a elegir su destino» pese a que este no coincida con la moral reinante y le cueste «el desprecio, el abandono y un final de trágica soledad». «He creído oportuno enfocar la historia desde el punto de vista de Ana Ozores con dos recursos de nuestro tiempo: el “flashback” y los fragmentos narrativos en los que Ana nos descubre su yo más íntimo y oculto». La protagonista, para Pimenta, no tiene herramientas, «pero es asombroso ver cómo toma decisiones tratando de construir su vida, de conocer la libertad cuyo impulso siente. Su voluntad de libertad choca con el sometimiento a la conveniencia social. Conviven en el mismo lugar el desengaño y frustración con la ilusión amorosa pero apenas hay espacio para la compasión por lo humano. Todos los personajes existen en función de ese contexto que a veces hiela el alma y en el que las ansias de libertad de Ana serán brutalmente reprimidas».
Discrepa Helena Pimenta de la teoría de la «chica triste»: «Su tristeza encierra un mundo muy personal, pero ella a solas se ríe. Tiene mucha imaginación».
- Dónde: Teatro Fernán Gómez, Madrid. Cuándo: del 4 de febrero al 3 de marzo. Cuánto: desde 15 euros.