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El Diablo, además de cojuelo, payaso

Rhum & Cia. se une a Juan Mayorga para acercar el clásico de Vélez de Guevara al mundo del clown
Descripción de la imagenDavid Ruano

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Juan Mayorga tiene la etiqueta de ser un tipo serio. «Una persona bastante clásica», se define él, señor miembro de la RAE. Pero todo se va por el desagüe cuando presenta El diablo cojuelo con las gafas de nadar, sí, las mismas que cedió a César Sarachu en Intensamente azules. Para colmo, a mitad de su intervención, completa el atuendo con una nariz de payaso, la misma que le regalaron en el Price «el día que terminé con una tarta en la cara». Mejunje de sensaciones que resume lo que, asegura, va a ser este estreno en el Teatro de la Comedia: «Un delirio, tan clásico y tan payaso», zanja el académico.
Porque si algo viene a demostrar este Diablo cojuelo, en versión de Mayorga y con la intervención de Rhum & Cia., es que el texto de Vélez de Guevara (1579-1644) es capaz de abordarse desde el universo del clown. La novela original se convierte «en una pepitoria para payasos», explica Ester Nadal –directora–. «Me pareció un guiso solo apto para un cocinero experimentado, atrevido y audaz. Leí la obra; luego, la de Mayorga y el resultado me fascinó y amedrentó por partes iguales. Nos propone la contradicción y confrontación entre dos maneras de mirar y afrontar el escenario: el mundo, en definitiva. Y en este ir y venir de la palabra clásica a la acción del payaso, hemos ido descubriendo y les queremos hacer llegar el amor por la literatura y las narices coloradas. El nuevo texto es como si hubiera levantado la tapa de los sesos de cada uno de estos clowns y hubiera reflejado su interior», explica una directora que recuerda que lo primero que hizo cuando le propusieron el trabajo fue «saltar de alegría» por mitad de la Rambla del Poblenou.
Llega así a la Compañía Nacional un personaje, el Diablo Cojuelo, con muchas referencias en la tradición popular española. Figura que se aleja de su concepción maligna gracias a su cojera y se acerca a una imagen más picaresca y satírica. Este pobre Diablo fue de los primeros en alzarse en la rebelión celestial y caer en los infiernos y el resto de diablos le cayeron encima, provocando su característica forma de andar por los mundos.
Para Mayorga, «esta novela loca parecía escrita por Vélez de Guevara para estos payasos». Y ellos, los chicos de Rhum, han recogido el guante: «Hemos tenido la oportunidad de llevar a las tablas al Cojuelo. Creo que la mejor manera de conseguir que la desinformación que tenemos de nuestra cultura llegue a todo el mundo es buscando nuevos lenguajes, reactualizando y dando un punto de modernidad. Hemos de descubrir nuevos caminos para que el teatro clásico llegue a todos los públicos; especialmente a los jóvenes, que son los únicos que pueden dar continuidad a nuestra cultura», cuenta Jordi Martínez (Diablo Cojuelo en la obra, aunque esté renombrado como Martines).
Su personaje compartirá aventuras con Cleofás (aquí, Senyor Arquetti e interpretado por Joan Arqué), y será este el que, en el episodio del manicomio, advierta al protagonista de la que, para el dramaturgo, es parte de la esencia de este montaje: «En el mundo todos somos locos, los unos de los otros». «Vamos a descubrir diferentes aspectos, como la doble moral que llevamos practicando en este país desde hace siglos, la riqueza del lenguaje y nuestro Siglo de Oro –apunta Arqué–. Es teatro clásico por su relevancia, que pervive a lo largo del tiempo. Y el lenguaje del payaso también vale aquí para darle otro sabor a la pieza sin que pierda su esencia. Buscamos los límites del lenguaje, más allá de las risas y las poéticas que se presuponen».
Reconoce Mayorga que la suya no es una adaptación leve, sino «una profunda reelaboración del original, una traducción entre el mundo de Vélez y el de la gente de Rhum, que, como es propio de los payasos, fracasarán una y otra vez hasta el fracaso final», afirma el autor. La obra ahora se sitúa «siempre en Madrid», una ciudad «muy esperpéntica», como la de Valle-Inclán, «y he elegido las situaciones que me parecían más teatrales, interesantes y significativas, incluso fundiéndolas conforme a mi criterio», señala de una función en la que, sin dudarlo, «el clown está en el centro»: «Pensé que la ingenuidad salvaje del payaso podía inflamar una narración que encierra, además de mucho teatro, mucha locura. Porque el relato de Vélez es loco en cada una de sus frases [empezando por el subtítulo: “Novela de la otra vida traducida a esta”], y loco es el viaje por calles y por aires en que Cojuelo y su camarada levantan tejados y máscaras de una España esperpéntica –defiende Mayorga–. En el espectáculo se trenzan dos tramas: la de la obra de Vélez y la de la compañía en su empeño por montar la pieza».
  • Dónde: Teatro de la Comedia, Madrid. Cuándo: hasta el 5 de junio. Cuánto: de 6 a 25 euros.

UN TRÍPTICO FESTIVO

Mientras la sala grande de la Comedia se llena de payasos, en la última planta del teatro se estrena un tríptico para «dar a conocer la dramaturgia escrita por mujeres en el siglo XIX», presenta la Compañía Nacional de Teatro Clásico: «El disfraz», de Joaquina Vera; «Las cartas», de Víctor Català (Caterina Albert); y «La suerte», de Emilia Pardo Bazán. «Tres piezas breves, que no menores», en palabras de Homar –líder de la CNTC–, que ahora dirigen Íñigo Rodríguez, María Prado y Júlia Barceló, respectivamente.