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Juan Mayorga: “Se me aparece el fantasma de Zorrilla”

El dramaturgo, director teatral y miembro de la RAE da la vuelta a su discurso de entrada en la Academia y lo convierte en pieza escénica, “Silencio”, para el Español
Enrique CidonchaEnrique Cidoncha

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Juan Mayorga vive y bebe de la más rabiosa actualidad. Cada mota de polvo que le roza es susceptible de ser convertida en teatro y su entrada en la Real Academia Española (RAE) no iba a ser menos. Aquel discurso que pronunció en 2019, Silencio, para hacerse con el sillón «M» toma forma en la sala principal del Español con Blanca Portillo de protagonista. Eso sí, el dramaturgo aprovecha para hacer una petición: «Ya que me das la ocasión... Después de pronunciar el discurso, mucha gente vino a felicitarme y me dio regalos. Uno fue un libro, que venía envuelto y, con el jaleo, no pude abrirlo hasta el día siguiente, ya en casa. Era especial, pero no fui capaz de recordar quién me lo dio. Hice varios intentos y no lo encontré. Estoy en deuda y hago un llamamiento para dar con esa persona. Lo que no quiero decir es el título porque si no sería una pista para cualquiera». A esperar...
−¿Qué recuerda de su entrada?
−Que fue un día extraordinariamente emocionante. Muy agradecido por todo el respeto que tengo a la Academia y, por otro lado, quería dar valor al teatro.
−¿Se le han aparecido los fantasmas de Buero, Fernán Gómez o Nieva, antecesores suyos?
−Son personajes que admiro mucho, pero no me los he encontrado por ahora. Sí se me aparece el fantasma de Zorrilla.
−¿Y qué se cuenta?
−Es un tipo tan divertido y tan vitalista que habla de todo.
−¿También de la Covid?
−No (risas), de eso no. Hemos hablado más sobre el amor.
−¿Y...?
−Eso no puedo revelarlo.
−Vaya... Silencio, como su discurso. ¿Por qué este tema?
−Entraba en la casa de las palabras y me pareció que no había ninguna mejor para mi trabajo de creador que esa pronunciada por los personajes y por mí en las acotaciones. Además, meditar sobre el valor del silencio en la vida y en el teatro constituía todo un mensaje.
−¿Cuál?
−Que el teatro no se reduce a su literatura. Puede partir de la literatura dramática, pero nace en conflicto con ella. No hay nada como el silencio, que va más allá y más acá de las palabras. Demuestra que en el centro del hecho teatral no está el escritor, sino el actor.
−¿Se sintió actor durante ese discurso, en parte, memorizado?
−Le tengo demasiado respeto al trabajo del actor como para llamarme a mí mismo así. Ni siquiera llego a aficionado. Pero la decisión de pronunciarlo, en parte, memorizado, fue meditada. Y si no lo hice entero fue para que no pareciese una exhibición. Era un homenaje a los intérpretes. Es «el arte de la memoria» por lo que custodia y porque depende de la del actor. Memoria que no solo recoge palabras, sino silencios y gestos.
−Actor, no; dramaturgo, por supuesto; ¿y director...? Son ya siete montajes con este: ¿se siente director por derecho o se ve como un intruso?
−Tengo mucho que aprender como dramaturgo y muchísimo como director. Pienso que mi mayor capacidad como director es que creo que puedo ayudar a los actores.
−¿Y si se topa con un Miura como la Portillo aprende, enseña o «fifty-fifty»?
−Aprendo mucho de ella. Tiene el teatro en su corazón y en su cabeza. Es una actriz inteligente y sabia. Conoce la historia del teatro. Es una superdotada capaz de comunicar mucho con muy poco.
−Blanca Portillo hizo un Segismundo que marcó época. ¿Somos todos un poco Segismundo en el mundo de hoy?
−Es una criatura que unas veces despertaba en una gruta y otras en un palacio. Le costaba orientarse. Se tenía que preguntar en cada despertar dónde estaba realmente.
−¿Nos sentimos así?
−Estaba rodeado de ficciones y es cierto que hoy esa impresión es, quizá, más aguda que nunca. Por eso hay que prestar atención a las personas de confianza.
−¿Tiene muchas?
−Alguna, y entre ellas están los científicos. Hoy, varios políticos han demostrado una responsabilidad que otros no han tenido.
−Hablaba del teatro como el «arte de la memoria», aunque también lo llama el «del conflicto» en alguna ocasión. Ahora ese «conflicto» es la política, ¿no?
−(Piensa) No quiero hacer un enunciado...
−Siempre prudente...
−Sí, porque puedo ser injusto con algunas personas que realizan bien su trabajo. No quiero hacer enunciados generales, pero, por norma, la clase política es muy mediocre. No suele estar a la altura.
−¿Sigue fiel a sus DIN A6?
−Sí, por supuesto. Los compro en paquetes de diez [saca un bloc del bolsillo]. Hay días que anoto una frase y otros que aparecen muchas [busca una página concreta].
−¿Los guarda todos?
−No tiro nada. [Encuentra lo que buscaba y lee] «Me huelo que esta me va a poner una denuncia». Aquí hay un arranque de una historia.
−¿Anota más en pandemia?
−Ahora tenemos experiencias muy intensas. Escenarios que parecían pacíficos se convierten en conflictivos y, entonces, aparece el teatro. Pides a alguien que se ponga la mascarilla en el Metro ¡y lo tienes!
−¿Hay un lugar mejor que el Metro para poner la oreja?
−Yo lo tomo todos los días y me da mucha vida.
−¿Mayorga nos ofrecerá la visión de esta pandemia en un texto?
−Hace años escribí Angelus novus, donde hay una epidemia provocada por las palabras. Lo he recordado mucho en estos meses. Las palabras enferman a la gente. No es la voz la que provoca el daño, sino unas palabras muy concretas.
−¿Cuáles?
−No puedo reproducirlas, que enferman. Tiene que ver con mi teatro: somos seres ocupados por palabras y silencios.
−¿Las reivindicaciones del catalán son otra forma de enfermar con la palabra?
−Todos los españoles debemos estar comprometidos en el desarrollo de las lenguas cooficiales. Pero, independientemente de donde vivamos, también debemos recordar el derecho y deber de cada uno de conocer el español. Son compatibles.
−Hace poco se aumentó el Diccionario y también se ha fallado la palabra del año de la Fundéu. ¿Tiene una favorita?
−Últimamente he propuesto «clorocaucho», «a capón», «masa madre» y «renta antigua».
  • Dónde: Teatro Español, Madrid. Cuándo: del 7 de enero al 11 de febrero. Cuánto: de 6 a 22 euros.