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Siegmund Ginzberg: «También creyeron que iban a domesticar a Hitler»

En «Síndrome 1933», este histórico corresponsal enlaza los últimos estertores de la República de Weimar con el actual auge del populismo
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Siegmund Ginzberg (Estambul, 1948) acaba de publicar en castellano «Síndrome 1933» (Gatopardo), el libro que el Papa recomendó a Pedro Sánchez en su audiencia de 2020. Solo faltaban unas semanas para las elecciones en EE UU que ganó Biden y parecía que Francisco estaba enviando un mensaje a los católicos estadounidenses, advirtiéndoles sobre lo que podía ocurrir con Trump. Hoy, con la segunda victoria del republicano aún humeante cobra aún mayor interés el libro de este italiano de adopción que ha sido corresponsal en medio mundo para el diario «L’Unità». Un manual imprescindible para entender cómo se puede malograr la democracia de la noche a la mañana.
Siegmund Ginzberg, periodista y escritor
Siegmund Ginzberg, periodista y escritorLa Razón
¿Qué ha pasado en EE UU?
Está claro que Trump ha logrado crear una coalición muy amplia de votantes. Es la primera vez que ocurre algo semejante desde que Franklin Delano Roosevelt sacó la suya adelante y ganó con un margen tan amplio en 1932. Y esto fue exactamente lo opuesto de lo que ocurrió en Europa.
Exacto.
Lo que quiero decir por coalición no es simplemente un acuerdo formal con partidos. Es la capacidad de unir diferentes sectores de la sociedad y del electorado. Lo más aterrador de la victoria de Trump es que no solo obtuvo el voto de los hombres blancos y enojados, sino también los votos de muchos hispanos, muchos negros, muchas mujeres, etc.
De las minorías, vamos.
Hay un capítulo en el libro que presta mucha atención a las elecciones, porque la singularidad del ascenso de Hitler al poder fue que ganó las elecciones. Fue elegido democráticamente por el presidente de la República como canciller. Esperemos que no ocurra ahora lo mismo en EE UU.
Los analistas más reconocidos no entendieron lo que estaba pasando en los años 30. Ahora tampoco.
Algo que me sorprende mucho es que no muchas personas entendieron lo que estaba por venir en Estados Unidos, ni siquiera los encuestadores. Parecía que sería una elección muy cerrada, como si Donald Trump y Kamala Harris estuvieran al mismo nivel.
En la República de Weimar los medios también cedieron ante el nazismo y lo perdieron todo»
En el libro también menciona cómo «The New York Times» envió un corresponsal a Berlín en esa época y este decía que todo parecía normal. ¿Cómo se explica esa desconexión entre los intelectuales y la realidad?
Ni los americanos, ni los franceses, ni los británicos, ni siquiera los comunistas en Moscú entendieron lo que estaba ocurriendo durante casi un año. En general, la gente tiende a subestimar lo que está ocurriendo. En ese momento estaban preocupados por otros temas y pensaban que podrían domesticar a Hitler, controlarlo, y que él no haría lo que había dicho durante su campaña. Lo mismo pasa ahora con Trump. Muchos piensan que no cumplirá con las promesas electorales más radicales.
Cita a Marx cuando dice que la historia se repite; primero, como tragedia, y más tarde, como farsa. ¿Dónde ve cada una en el «Síndrome 1933»?
Permítame aclarar algo. Cuando uso analogías históricas es para invitar a reflexionar sobre lo que está ocurriendo ahora, no para decir que todo será igual. Nos ayudan a pensar, pero no son recetas para el futuro.
¿Dónde está el mayor peligro?
Lo más grave que veo ahora es que algunos eslóganes y actitudes en Italia y otros países son alarmantemente similares a los que se usaban en la Alemania de los años 30. El peligro surge cuando la extrema derecha logra formar coaliciones con sectores moderados. Eso sería el fin del juego. Por eso es esencial construir coaliciones amplias, aunque en este momento no veo que eso esté ocurriendo. La reciente victoria de partidos de extrema derecha en elecciones recientes en Europa es muy preocupante.
«Lo que más me preocupa es que algunos eslóganes en Italia recuerdan a la Alemania de los 30»
¿Es Trump un fascista?
No digo que lo sea y tampoco creo que ayude llamarlo así. Pero sí pertenece a la extrema derecha. En Alemania tenemos el caso del partido Alternative für Deutschland (AfD), que incluso es más similar al nazismo. Muchos de sus miembros son descendientes directos de los nazis, lo cual es aún más alarmante. Lo más preocupante es que, hasta ahora, la extrema derecha ha estado aislada de la mayoría moderada. Sin embargo, lo que sucedió en EE UU y lo que está pasando en Italia, donde tenemos una primera ministra que proviene de un partido neofascista, no son señales alentadoras. Si esto llega a suceder en Alemania en las próximas elecciones, podría terminar muy mal. El momento en que la extrema derecha logre una coalición, ya sea electoral o ideológica con el centro-derecha moderado, será un punto de no retorno. Eso marcaría el final del juego.
Si todo es fascismo, entonces nada lo es.
Exactamente. Ese es el problema. Llamar «fascista» a todo trivializa el término y diluye su significado.
Algunos votaron por Hitler porque sentían que no tenían nada que perder. ¿Otro paralelismo?
Sí, lamentablemente. Muchas personas votaron por él porque estaban descontentas con el gobierno de Biden y querían un cambio, aunque esa percepción no siempre coincidiera con la realidad. La economía podía ir bien, pero si las personas sienten que su situación personal empeora, eso pesa más que los datos objetivos.
¿Podría ser también un fenómeno sociológico?
Claro, ese es otro factor importante. Las categorías sociales tradicionales, como los ricos versus los trabajadores, ya no tienen el mismo peso. Hoy en día hay mucha gente cabreada porque siente que está perdiendo su posición social o sus privilegios, aunque estos sean solo percibidos. Incluso dentro de la clase trabajadora y la clase media, hay resentimiento hacia los migrantes. Es curioso, pero muchos migrantes establecidos, ya sean latinos o afrodescendientes, votaron por Trump, quien tiene una postura claramente antiinmigrante. Esto ocurre porque los migrantes «viejos» temen perder lo que han conseguido frente a los «nuevos».
Eso me recuerda a lo que escribe sobre los judíos en Alemania en los años 30, cuando rechazaban a los recién llegados del este por si ponían en peligro su posición.
Exacto. Los judíos asimilados en Alemania estaban más preocupados por los recién llegados que por Hitler. Creían que estos inmigrantes del este daban mala reputación a la comunidad judía en general. Es el mismo fenómeno que se observa hoy en día con los migrantes en Estados Unidos.
¿Qué rol juega la desinformación en la actualidad?
Es fundamental. En esta elección, por ejemplo, uno de los grandes ganadores es Elon Musk, quien compró la plataforma de redes sociales más influyente y la usó para impulsar la campaña de Trump. Esto es muy similar a lo que ocurrió en la República de Weimar, donde los medios de comunicación empezaron a ceder ante el nazismo. Muchos de los principales periódicos alemanes de esa época eran propiedad de familias judías, pero gradualmente comenzaron a hacer concesiones para no ser enemigos del régimen nazi. Al final, perdieron todo.
¿Cree que la situación actual puede llevarnos a un conflicto mayor, como con Hitler?
La llegada de Hitler al poder significó guerra para el continente europeo, ya que desde el principio buscó expandirse hacia el este. No creo que Trump tenga las mismas intenciones; más bien parece favorecer el aislacionismo. Pero eso no significa que no sea peligroso. Su apoyo a Netanyahu y su posible acuerdo con Putin a expensas de Ucrania son señales preocupantes.
¿Cuál puede ser el motivo del odio hacia los judíos?
El antisemitismo era muy fuerte en otros países de Europa y también en América. Por ejemplo, en Francia, la tradición antisemita era incluso más virulenta que en Alemania. En América, Henry Ford y muchos predicadores eran abiertamente antisemitas. Hitler aprendió de todos ellos.
Esperemos que esta vez Trump no sea un «maestro» para Europa.
Sí, esperemos que no, pero no estoy tan seguro de que podamos evitarlo. Veremos.