Sean Baker: "El cine americano se ha vuelto más reaccionario"
El director estadounidense, responsable de "The Florida Project" o "Tangerine", ha recibido el premio Luna de València en el marco de la 38ª. Edición del Cinema Jove
Madrid Creada:
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Nos cuentan que el pobre apenas ha pegado ojo, producto de un lisérgico pase en auto-cine de «The Flash» y el «jet-lag» que le ha provocado su viaje en avión desde Vancouver (Canadá). Pero siempre que sea para hablar de películas, se puede contar con la lucidez de Sean Baker (EE.UU., 1971). La voz más relevante del nuevo cine independiente americano visita estos días Valencia para ser homenajeado en el marco de la 38ª. edición del Cinema Jove, recogiendo el testigo como Premio Luna de València de la francesa Mia Hansen-Løve.
Responsable de auténticas joyas del contemporáneo como la brillante «The Florida Project» (2017), «Tangerine» (2015), o la reciente «Red Rocket» (2021), con la que pasó por el Festival de San Sebastián, Baker atiende a LA RAZÓN con un ojo puesto en el futuro como puerta que, dice, «se le está cerrando sistemáticamente a los nuevos creadores» y en ese presente, diverso, deslenguado y marginal, sobre el que lleva años tejiendo como el artesano definitivo de la contracultura cinematográfica estadounidense.
«Siento que el cine y la cultura, en Estados Unidos, están mucho más cómodos con la violencia que con el sexo. Es un tipo de exploración que se está perdiendo y no sé por qué, ¿quizá tiene que ver con una nueva cultura de lo puritano? Me gusta ser sincero, directo y fiel, respecto a cómo muestro ese mundo. Por eso voy a las fuentes originales», reflexiona el realizador, que acaba de terminar de rodar el que será su quinto largometraje con una trabajadora sexual como protagonista. Y sigue, acerca de si se siente o no responsable de la percepción más abierta que el trabajo sexual ha ido adquiriendo en el mundo en el que se van a terminar viendo sus películas: «Todo ha cambiado de manera brutal en los últimos cinco o seis años. Si me llevé "Red Rocket" a 2016 era para poder hablar del porno tradicional como algo relevante. Si tuviera lugar hoy en día, quizá iría sobre sitios como OnlyFans», añade.
Baker, que define su América poco vista en el cine como una «piscina infinita de historias increíbles sin contar», no tiene miedo de volverse demasiado contemporáneo («las películas que más me han marcado son aquellas que hablan de un período y capturan una época concreta», explica), pero sí de no ser sincero respecto al «zeitgeist» en el que vive su arte: «Cuando hice "Red Rocket", rápidamente se leyó como una lectura sobre Trump y el trumpismo. Y yo, en realidad, creía que estaba haciendo una película mucho más ambigua. Quería hablar de la política y de la sociedad estadounidense como un "reality show" constante. Es muy difícil no hacer una película política y, sobre todo, no influenciada por tu propia manera de pensar la política», confiesa el realizador antes de mojarse sobre una posible segunda venida del controvertido político: «Vivimos en tiempos de división exponencial. Te paras a pensar en cómo estábamos hace cuatro años y ni de coña estábamos tan divididos como ahora. En España está pasando algo parecido. Nadie sabe qué demonios va a ocurrir al año siguiente», apunta certero.
«El cine americano se ha vuelto más reaccionario. Todo aquello que puede ser señalado como mínimamente controversial merece un comentario. La gente habla de ello, se hacen vídeos en TikTok. Y me molesta, porque la discusión se convierte en rabia y en defensa o en ataque, no en debate», reivindica en la entrevista Baker, uno de los pocos directores relevantes que, además de conservar la autoría artística, es dueño legal de sus producciones: «Soy tan independiente que, a veces, me siento como un bicho raro. Y eso que vivo, literalmente, en la colina de Hollywood. Por mi bagaje, pienso que soy uno de los pocos directores que aún puede meterse en temas espinosos o debatibles sin que Internet se me eche encima. Hay talento joven que, por ese miedo a la reacción, no se está pudiendo expresar con libertad», apunta el realizador, cuyo debut lidiaba ya hace dos décadas con los inmigrantes de segunda generación; la película que le puso en el mapa «indie» tenía protagonistas trans y siempre ha contado con personajes femeninos complejos y poliédricos.
Una inspiración llamada Jess Franco►Cuenta Sean Baker, poniendo mucho cuidado en su elección de palabras por lo que se puede y lo que no se puede contar, que ya ha terminado de rodar su nueva película. De nuevo con una trabajadora sexual en el centro de la trama, pero esta vez para narrar «una historia de amor mucho más cargada hacia la comedia explícita» El realizador explica que deseaba aguas menos pantanosas, jugando de nuevo con el color y, sorpresa, inspirándose en el cine de Jess Franco: «Hay ciertos momentos de oscuridad en los que se ha vuelto una gran influencia visual para este nuevo tono», comenta ilusionado.
Estos días, además, Baker verá proyectadas en varios lugares de Valencia casi todas las películas de su filmografía, un portento de apenas siete largometrajes que nunca ha dejado de mirar a los ojos de Estados Unidos. Con total sinceridad y, claro está, crudeza. Muchas veces versando sobre la miseria, sobre los márgenes del país en el clima posterior al 11-S, siempre de abajo hacia arriba y sin olvidarse del componente de clase. «Casi todas mis películas van de gente que sueña, que tiene un objetivo muy claro en la vida. Y, al desarrollarse todas en Estados Unidos, para conseguir ese sueño necesitan dinero. Por eso entiendo que la gente vea mi cine como un reverso del sueño americano, pero solo es producto del país en el que vivo y hago mi cine», explica Baker humilde, como casi no siendo consciente de lo poco habitual que es que una película estadounidense sea capaz de no narrar el país en términos "superacionistas", vendiendo motos de segunda mano.
Pero, entendiendo mejor que nadie el cosmos, también industrial, que es Estados Unidos para el cine más libre, ¿ cree el director que vivimos en un mundo mejor o peor para los cineastas que están empezando? «Lo único que tengo claro es que no me cambiaría por ellos», bromea Baker, antes de seguir: «En términos de visibilidad, sí, es más fácil que nunca que tu película se vea. En términos de trascendencia, de llegar a los cines y de ganarte la vida con esto, el panorama es mucho más complicado que hace veinte años». Esas complicaciones, por ejemplo, pasan por una huelga de guionistas que se ha convertido en guerra abierta entre estos y los estudios y que al homenajeado le pilla como apátrida: «Es curioso. Porque soy miembro del sindicato mayoritario, pero también productor. ¿Debo ceder ante las demandas de mí mismo? Estoy en una situación complicada, pero espero que los guionistas consigan todas sus demandas», se despide, quizá, cabalgando ya en solitario como quizá el único heredero digno de mirar de tú a tú a los Casavettes, Altman o Frankenheimer del pasado.