"La red púrpura": el morbo de la tortura en directo
Nerea Barros y Paco Cabezas vuelven a reunirse para la segunda temporada de la saga inaugurada con «La novia gitana», que llegará a Atresplayer el próximo 8 de octubre
San Sebastián Creada:
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No vamos a descubrir la pólvora dando fe del magnetismo inherente a la imagen. Como en ejercicio digno de Sísifo, desde las sombras en las cavernas hasta el último telediario emitido, hay algo en nosotros que nos exhorta a mirar en desempeño repetitivo. Incluso, cuando lo que la luz nos devuelve sea desagradable, incluso aunque nos vaya a costar olvidarlo. El cine, como arte rendido al ojo, a la luz, y a todos los impulsos que entre ambos mandan al cerebro, vive enamorado de esta cuestión, pero sus preceptos se vuelven increíblemente más entretenidos cuando hablamos de la subversión, de la perversión de la imagen misma.
Una reflexión parecida es la que llevó al director Alejandro Amenábar a debutar con la extraordinaria «Tesis» (1996), en la que una estudiante universitaria descubría la pasión por el «snuff» (género dedicado a las muertes tan reales como violentas) de uno de sus compañeros. Y en esa misma liga jugaba también «Asesinato en 8 mm», dirigida por Joel Schumacher en 1999 y en la que Nicolas Cage debía dar caza a los cabecillas de una red dedicada a la venta y distribución de estas cintas. Hay algo en ese morbo aceleracionista, más crudo según ha ido avanzando el tiempo y más conscientes somos de nuestra imagen grabada, que nos atrae, nos hace querer mirar, querer horrorizarnos, quizá.
Es precisamente ese horror visual y «voyeurista» el que explota, con brío, músculo y a las mil maravillas, «La red púrpura», segunda temporada de la saga que se inició con «La novia gitana» y que se presentó ayer en el marco del Festival de San Sebastián. La nueva serie de Atresmedia, que llegará a la plataforma Atresplayer a partir del próximo 8 de octubre, vuelve a estar protagonizada por Nerea Barros, como la hierática Elena Blanco, y dirigida por Paco Cabezas, haciendo efectivo una vez más el tándem que permitió que la primera temporada (adaptación del primer libro de los Carmen Mola) se convirtiera en la serie más vista y disfrutada de la prestigiosa trayectoria de la plataforma de «streaming» del grupo Atresmedia.
Planteada como una revisión «hardcore» de los preceptos de la nueva temporada, lo que hemos podido disfrutar de «La red púrpura» cumple con el esperado «más fuerte, más alto, más lejos», pero sin olvidar la raíz del conflicto por truculentas que se vuelvan las tramas: el descenso a los infiernos de una investigadora policial que no solo tiene que cargar con la culpa tras los sucesos de la primera temporada, si no que además está en batalla continua con sus propios demonios. De nuevo, como hace un año, Barros se crece para con las exigencias del papel, entregando una interpretación áspera y gris, perfectamente consciente de que el listón de sufrimiento para la psique de su personaje debía subir.
Habiendo encontrado ya más libertad y su propia esencia, alejada ciertamente de las totémicas descripciones del «best-seller», la nueva tanda de episodios va a una marcha más. «A saco, Paco», confesaba a LA RAZÓN la protagonista, sobre el verdadero eslogan motivacional de cara a esta nueva temporada. Y es que el trabajo de Cabezas, siempre dinámico en las cuestiones más técnicas, se cuenta aquí a ritmo de metal, a diferencia de la bulería reposada en la que se podía inscribir «La novia gitana». A ello ayuda de manera directa el montaje de Miguel A. Trudu, que repite desde la temporada pasada y sabe imprimirle a la serie hasta ese halo tan veloz y de principios de siglo que bien nos puede remitir de inmediato a las primeras películas de la saga «Saw».
Pero, ¿a qué terror nos enfrentamos realmente en «La red púrpura»? In media res y frenética sucesión de hallazgos mediante, el equipo de Blanco se lanza a la caza de una organización que prepara y emite en directo asesinatos de mujeres, elevando a la morbosidad extrema la transmisión «online» y, lo que es más importante, poniendo en el centro del debate que plantea la serie el fácil acceso que tienen hoy en día los jóvenes a todo tipo de contenido. De hecho, ese será precisamente el primer hilo del que el equipo podrá empezar a tirar, gracias a las pocas precauciones que un adolescente, aparentemente normal, tomó a la hora de conectarse a uno de estos «streams» de la tortura.
A dos semanas de que «La red púrpura» llegue a todos los hogares con Atresplayer, es buen momento para recuperar la primera tanda de episodios. Y así lo sabe también la matriz de la serie, que a partir del 1 de octubre subirá en abierto y de forma gratuita todos los episodios de la aclamada «La novia gitana» durante dos semanas.