María "la profeta", la mujer que inventó el baño María
Identificada por la atribución de diversos nombres en función de las distintas asociaciones culturales, los inventos de esta científica sentaron las bases de la química moderna
Seguro que conoce la expresión «herméticamente sellado» y el «baño María». Pero, ¿y si le dijera que la inspiración que hay detrás de todo esto es una misteriosa mujer pionera conocida como una de las primeras alquimistas de la historia? Se trata de una científica cuyos inventos sentaron las bases de muchos de los principios y dispositivos de la alquimia y la química moderna. El misterio de la identidad de María la Profeta es el primero de una larga serie de enigmas sobre su vida.
Se la conoce con varios nombres, cada uno de ellos con importantes asociaciones culturales Aparece mencionada como María la Judía o la Hebrea («Maria Hebraea»), María la Profeta («Maria profetissa») o María la Copta en árabe («Mariyya al-Qibtiyya»), por su supuesta asociación con María Magdalena, discípula de Jesús de Nazaret, aunque a veces se la llama Miriam la Profetisa, al identificarla con la Miriam bíblica, la hermana de Moisés y el profeta Aarón.
Otra de las incógnitas debatidas es su época, que se estima entre los siglos I y III d. C. pero se desconocen las fechas exactas. El cronista bizantino Jorge Sincelo (s. VIII) sugirió que fue la verdadera maestra del filósofo griego Demócrito (y no Leucipo), situándola en el siglo V a. C.
Sin embargo, el alquimista del siglo IV Zósimo de Panópolis, que nos dejó las descripciones más detalladas de su vida y obra, la situó más cerca de su época, indicando que probablemente vivió en los primeros siglos de la era común, o quizá en torno al siglo III. Casi todo lo que sabemos sobre María procede de Zósimo, quien, al relatar sus experimentos, destacó sus importantes contribuciones a la alquimia. Entre sus inventos destaca el «baño de ceniza», un dispositivo compuesto por un vaso con ceniza que protegía un recipiente y que permitía calentar sustancias a una temperatura estable y controlada.
Esta idea ha evolucionado desde entonces, sustituyendo la ceniza por arena, hasta lo que hoy se conoce como «baño de arena» en los laboratorios de todo el mundo. Su invento «balneum Mariae» consiste en una olla de doble pared para calentar sustancias lentamente en agua, y se conoce hoy como «baño maría», un elemento básico tanto en los laboratorios como en las cocinas. Aunque lleva su nombre, se constan antecedentes del uso de este método ya en Teofrasto e Hipócrates.
Pero el ingenio de María no se detuvo ahí. También utilizó el «kerotakis», un dispositivo sellado que permitía calentar sustancias en un entorno cerrado, capturando los vapores. María recomendaba sellar las juntas con una pasta hecha de harina, lo que creaba un sello hermético que mejoraba la eficiencia en el proceso de destilado. Este concepto dio origen al término moderno «sellado herméticamente». Otra de sus creaciones, el «tribikos», era un aparato de destilación de tres tubos fabricado en cobre. Esta herramienta permitía la purificación repetida de líquidos, un proceso revolucionario esencial para crear destilados de alta calidad. Los sulfuros producidos en los aparatos de reflujo todavía llevan el nombre de «negro de María».
Estas contribuciones fueron fundamentales en la evolución de los aparatos de destilación y allanaron el camino para el desarrollo del alambique. El trabajo de María no se limitó a las innovaciones técnicas, sino que impregnó su práctica de profundidad filosófica. María, que trabajaba en Alejandría, un crisol cultural de influencias griegas, egipcias y judías, veía la alquimia como una forma de entender la unidad de los opuestos. Famosa es su frase «el uno se convierte en dos, el dos en tres, y del tercero sale el uno como el cuarto».
Para ella, los metales tenían cuerpos y almas, energías masculinas y femeninas, y el proceso alquímico era una unión de opuestos que creaba una nueva entidad perfecta, o «Rebis», símbolo de dualidad y plenitud. Su influencia fue profunda y continuó a través de fuentes bizantinas y árabes que menciona sus escritos, lo que indica que su obra siguió siendo fundamental en la práctica alquímica durante siglos.
El bibliógrafo islámico del siglo X Ibn al-Nadim incluyó a María entre los cincuenta y dos alquimistas más famosos, destacando su habilidad para preparar el codiciado pigmento púrpura «caput mortuum» u óxido de hierro hematita. También le atribuyó la producción de un raro azufre blanco llamado la «Hija de Platón», un logro tan impresionante que algunos en el mundo árabe la apodaron con ese nombre. Para muchos antiguos alquimistas, era lógico llamar a María la «fundadora de la alquimia», ya que sus métodos de destilación fueron esenciales para la evolución de este campo. Y aunque esta figura histórica esté rodeada de leyenda y misterio, su legado perdura a través de la química.