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Luis Mateo Díez: «Quedará mucha obra inédita para mi posteridad»

El escritor habla de todos sus libros sin publicar, de su nueva novela, «El amo de la pista», que publica ahora, y del discurso del Premio Cervantes
El escritor español Luis Mateo Díez en su bibliotecaAlberto R. Roldán La Razón

Madrid Creada:

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Luis Mateo Díez admite que en su juventud «era un escritor indolente y lento», y aclara que fue después cuando se hizo «prolífico». «Hubo un momento en que necesité un territorio imaginario –explica–. Un mundo con una geografía precisa. Un lugar rural, periclitado, con unas ciudades de sombra que están repletas de historias. Yo no tengo que esperar a ver qué novela se me ocurre porque ya está ocurrida, esa historia está ahí. Solo soy un cosechero». El novelista está sentado en el sofá de su salón. Su conversación está impregnada de entusiasmo por el doble acontecimiento que le sobreviene. Por un lado, recibirá el Premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y, por otro, llegará a las librerías su nuevo título: «El amo de la pista» (Alfaguara), una historia tejida de accidentadas orfandades, juventudes atrabiliarias y marginalidades pobladas por un conjunto de maulas y orilleros que manejan un habla muy sentenciosa y divertida, y dotados de un ánimo muy aventurero.
Es el último libro que publica el académico, pero eso no quiere decir que sea el último libro que haya escrito. Una paradoja que en realidad proviene de su particular método de escritura que hace que el texto que entrega a la imprenta nunca sea el más reciente y que, incluso en ocasiones, ya cargue con varios años a su espalda. Una peculiaridad creativa que parece diseñada para inducir discusiones entre los filólogos y estudiosos que analizan su obra, pero que él se toma con un desenfadado humor. «No edito todo lo que escribo. Esto hace que acumule», comenta señalando una esquina donde permanece un generoso rimero de manuscritos de diverso grosor y presencia encuadernados cada uno con canutillos. Un llamativo rincón que hacina un indeterminado número de textos inéditos, suponemos que de diferente factura y género. «Dejaré más obra póstuma de la que he publicado en vida», bromea. «No existe una cronología entre lo que escribo y lo que publico. En cualquier momento puede aparecer una novela mía que he redactado tiempo atrás. Eso forma una masa narrativa, una masa que también es imaginaria, que constituye un mundo personal hecho por acumulación. Eso hará que en mi posteridad exista bastante material póstumo».
«Existe demasiada realidad en la sociedad, hay un atosigamiento de lo real», dice el escritorLuis Mateo Díez
Luis Mateo Díez cuenta que, cuando añade el punto final a una obra, «la retoco mucho. La corrijo. Entonces, digamos que la congelo. La dejo ahí. Pueden pasar unos meses o varios años. A veces, guardo una conciencia difusa de lo que he hecho y otras veces ni siquiera me acuerdo del argumento. El que sale ahora tiene unos cuantos años. No los menciono porque eso no se puede hacer... Luego, reflexiono, a ver qué tal está, y la rescato. Esto no es un capricho. Solo una manera personal de trabajar. Después la leo, como si no fuera mía, con un sentido autocrítico enorme. Lo maravilloso es cuando te encuentras con la satisfacción de reconocer que esa obra está en su punto y puedes sacarla. A veces, apenas introduzco cambios, porque antes ya la he trabajado bastante. Leerte a ti mismo también supone redescubrirte. Ahí es cuando determino la consistencia de un libro y si se puede publicar. Más que el método del almacenaje yo lo llamo el método de la refrigeración», asegura bromeando.
Manuscritos de inéditos de Luis Mateo DíezAlberto R. Roldán
Luis Mateo Díez, que confiesa que en su juventud fue un mal alumno y un repetidor, se declara un reconocido cinéfilo, como demuestra «El limbo de los cines», que edita Nórdica. Es alguien al que todavía le gusta consultar los diccionarios en papel y no «online», y que no ha renunciado a escribir las notas de sus libros en libretas y cuadernos. Ahí deja sus apuntes, frases y ocurrencias que le sobrevienen. «Mi mundo literario está hecho de personajes más que de tramas. Abundan los extravíos, porque yo siempre he sido alguien muy propicio al extravío como ser humano. Me perdía mucho por ahí y a veces hasta volvía a casa con dificultades», suelta con un fondo de retranca, antes de dar pie a una reflexión que le surge al hilo de la conversación: «La imaginación es una parte crucial de la vida. Para mí, una parte de la pasión por vivir está en la experiencia de lo imaginario. Es un compromiso con la propia vida. El auténtico vividor no se conforma con vivir, que es poca cosa, sino que recurre a la ficción. Hay que inventar cosas. Todos los seres humanos tenemos cierta inclinación hacia eso. Lo que yo vivo, en realidad, está más intensamente en todo lo que escribo».
«La imaginación salvaguarda nuestra libertad. Hoy estamos en manos de mistificadores»Luis Mateo Díez
El escritor hace una vindicación de la imaginación, algo desvalida ahora y que hoy considera esencial: «Existe demasiada realidad en nuestras sociedades. Hay un atosigamiento de lo real y demasiada actualidad. Una proliferación de noticias que es tremenda, y los medios tecnológicos, que son maravillosos, incitan a un cierto vaciado personal, a la trivialización de todo lo que sucede. Creo que es necesario recogerte, auspiciar tu vida interior, y eso se alimenta con el arte, la imaginación, el pensamiento y las inquietudes, que tienen el resplandor de lo espiritual y de lo que se ha vivido».
El escritor enseña una de sus libretas con apuntes para sus novelasAlberto R. Roldán
Para el creador del territorio literario de Celama, unas coordenadas que enlazan con Faulkner, García Márquez, Benet, y que hoy son una geografía ineludible de nuestra literatura, el ejercicio de «la imaginación es revitalizador; un compromiso con la vida. Sobre todo, en el mundo en el que nos desenvolvemos. Hay que tener conciencia de que es un nutriente fundamental para salvaguardar nuestra libertad y ahondar en el conocimiento de quienes somos, afinar nuestra sensibilidad y tener más lucidez para distinguir los que nos están vendiendo y no dejarnos engañar». Una idea que enlaza con su nuevo libro, que gira alrededor de un asunto que le interesa desde hace años. «Uno de mis temas son las edades del hombre. Es casi una obsesión literaria. En mi obra hay mucha infancia y, sobre todo, la adolescencia, como en este libro, porque es la edad crítica para mí. La edad cruel en la que uno pierde la inocencia de la infancia y todavía no ha ganado nada. Nunca está la madurez, quizá porque a mí me costó madurar. De hecho, la imaginación es una manera de seguir siendo joven». Esta obra gira alrededor de un chaval endurecido en los adarves de la delincuencia y que resulta un gran embaucador. Algo que funciona como una metáfora de estos tiempos actuales, como él mismo declara: «Hoy estamos en manos de los mistificadores».
Luis Mateo Díez enumera «la memoria, la vivencia y la palabra» como elementos constitutivos de lo imaginario. Algo que poseemos todos pero que ha sido horadado. «La tecnología actual ha supuesto un hallazgo portentoso, pero el problema es el mal uso que hacemos de ella, que puede traer consecuencias muy duras, sobre todo, ahora, que se ha relegado a la memoria. Hoy, la memoria está en los aparatos. ¿Cómo hemos podido delegar la memoria y decir que no tiene importancia? Para mi gusto, eso es un fracaso tremendo. Hay que ejercitarla, pero ni siquiera el sistema educativo la tiene en cuenta. Y ahí está todo. También las palabras. Si no respetas las palabras y no multiplicas tu vocabulario, te empobreces. Eres un pobre si tienes pocas palabras, porque te incapacita para expresarte. Debes tener cierto gusto y también interés para que se queden contigo». Luis Mateo Díez subirá a la tribuna del Paraninfo de Alcalá de Henares para leer su discurso de recepción del Premio Cervantes. Una intervención que, confiesa, «para escribirla me he tenido que poner en situación. Saber lo que quiero comunicar. Igual que cuando leí el de ingreso en la Real Academia Española. He escrito uno, despacio, pero provisto con bastante espontaneidad. Me preocupaba darle un tono de fuerte naturalidad, porque al final es un discurso». El escritor no quiere desvelar sus pautas, pero sí adelanta que «será una reflexión sobre mi poética narrativa y la importancia que tuvo el descubrimiento de “El Quijote” y el sentido que ha tenido en mi obra y también en mi vida. Espero que lo podáis escuchar. Bueno, es que para eso se hace».