¿Por qué se hacen películas mediocres de las obras maestras de la literatura?
La flamante adaptación de la novela 'Juan Rulfo' para Netflix reabre el debate sobre la idoneidad de llevar la mejor literatura a la pantalla
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Seguro que algún iluminado habrá tenido la feliz idea de llevar el ‘Ulysses’ de Joyce, una de las obras más complejas de la literatura universal, a la gran pantalla. Afortunadamente, dicha ocurrencia se habrá quedado en un proyecto: porque no hemos visto ninguna película sobre la gran novela del escritor irlandés.
Tampoco ‘El Quijote’ ha sido llevado a la gran pantalla como tal. Es una empresa utópica, tanto o más que la que emprende el mismo Alonso Quijano en la novela de Cervantes. Aunque ahí tenemos el caso de la película maldita ‘El hombre que mató a Don Quijote’, obra del británico Terry Gilliam, que terminó estrenándose a duras penas, como si hubiera sido molida por las aspas de los molinos.
Más de 100 años llevan los directores de diferentes países intentándolo con Dostoievski, aunque ninguna de sus múltiples y tan diferentes adaptaciones cinematográficas de sus dos grandes novelas, ‘Crimen y castigo’ y ‘Los hermanos Karamazov’, hace honor, ni mucho menos, a la calidad de los libros.
Un siglo, como los ‘Cien años de soledad’ de Gabriel García Márquez, novela cumbre del boom hispanoamericano que se ha adaptado para estrenarse próximamente (el 11 de diciembre) como una serie de Netflix, dirigida por Rodrigo García, Alex Garcia y Laura Mora.
Y, sin salir del realismo mágico, llegamos a ‘Pedro Páramo’, la única novela del mexicano Juan Rulfo en la que el colombiano Gabo aseguró inspirarse para escribir sobre la estirpe o saga familiar de Macondo. Y es que también la plataforma Netflix estrenó el pasado 6 de noviembre la tercera adaptación del autor de ‘El llano en llamas’.
Una mudanza a la pantalla (a cargo del mexicano Rodrigo Prieto) meritoria, muy trabajada, pero en la que se vuelve a perder toda la magia, toda la poesía y la literatura que se condensan en las apenas cien páginas de la novela cuyo comienzo es tan popular como el de ‘Cien años de soledad’: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.
Es este ya el tercer intento de plasmar la grandeza de la pequeña obra de Rulfo en el cine. Anteriormente, Carlos Velo (en 1967) y José Bolaños (en 1976) ya probaron suerte en esta alta empresa, obteniendo un resultado parecido. De hecho, las puntuaciones de las tres adaptaciones concedidas por los usuarios de Filmaffinity es casualmente la misma para los tres largometrajes de ‘Pedro Páramo’: un 6,3 sobre 10.
En definitiva, trasladar la literatura a la pantalla es como el niño que porta la arena seca hasta la orilla: los granos de arena, en este caso la poesía, se escurren entre los dedos.