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«Padrenuestro»: vuelve el detective Nico Ros en otra novela escrita por madre e hijo

Beatriz Roger y Luiso Soldevila repiten género en este thriller protagonizado de nuevo por este carismático personaje
Beatriz Roger y Luiso Soldevila
Beatriz Roger y Luiso SoldevilaJavier Ocaña
  • Licenciada en Ciencias de lnformación (Periodismo), con estudios de Derecho y Psicología y máster en Neuropsicología. Desde 1990 hasta hoy he escrito en numerosos periódicos y revistas nacionales (Diario 16, Ya, El Mundo, El País, El Español, Tiempo, Época, Muy Interesante, Quo, Cosmpolitan…). Autora de varios libros (Los Secretos del Nombre, Grandes Enigmas de la Humanidad y Cómo triunfar en la cama).

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Cuenta una leyenda urbana que la peor combinación en la conducción, por las peloteras que se pueden crear, es la de una madre y un hijo, sin que importe quién lleva el volante o quién va de copiloto. Pero hay situaciones en las que no cabe la broma, y el crimen, aunque sea ficticio, es una de ellas. Los escritores Beatriz Roger y Luiso Soldevila nos ofrecen una excelente muestra de cómo conciliar cualquier discrepancia materno filial para crear una obra como «Padrenuestro» (Planeta), digna del mejor suspense. Y nos ponen sobreaviso: «Un hombre desnudo, sentado en una vieja silla. Muerto. En lugar de su cabeza, tiene cosida al cuello, con hilo de nailon y puntadas eficaces, la de una cabra que les saca la lengua».
Con esta espeluzante imagen en nuestras retinas despliegan el argumento de su segunda novela escrita al alimón, después de «Marismas» (2022). Con ella vuelve Nico Ros, el carismático detective que ya conocimos, pero con una nueva trama y un oscuro caso de secretos del pasado. «Un sádico asesino está sembrando el terror en la comarca del Empordà y, al parecer, no tiene intención de parar. El mal seguirá extendiéndose mientras nadie sea capaz de frenarlo», describen. Insistimos: poca broma.
Hasta la Costa Brava
Los autores, que estos días se encuentran de promoción en Madrid, atienden a LA RAZÓN desde el suntuoso Petit Palace Savoy Alfonso XII y, a medida que avanzan en detalles, más se nos entrecorta la respiración. Ni siquiera la proximidad de ese pulmón verde que es El Retiro alivia la sensación, y menos en una mañana brumosa. El hecho de que Roger y Soldevila sean madre e hijo pasa a ser pura anécdota y sus palabras nos transportan a la Costa Brava, donde se investiga la desaparición de un inspector destinado a dar con el culpable de un macabro crimen.
La complicidad entre ellos es irrebatible y celebran esta nueva entrega que va camino de convertirse en saga literaria: «Desde nuestro primer libro escrito a cuatro manos en plena pandemia el universo de Nico ha evolucionado. También nuestras vidas han cambiado. Luiso ha sido padre de una niña y los dos nos encontramos en un momento de madurez y plenitud. Lo que empezó como un reto divertido ha pasado a ser un oficio que practicamos desde la humildad, pero con el orgullo que merece», explica Roger. Abuela, madre y directora del centro de adicciones Despierta, su bagaje vital le está permitiendo ahondar en la psicología de sus personajes, empezando por el protagonista: «No es un detective al uso, malhumorado, de imperturbable mirada, que sostiene una copa de coñac y con el cigarrillo a medias. Hemos querido romper ese cliché para dar una imagen moderna, pero sin restar emoción e intriga. Aquí no hay héroes, sino gente con una gran capacidad de superación. Es un valor presente en nuestras vidas y lo volcamos».
Lo que nos dejan claro es que ya no hay tregua para este tándem creativo dispuesto a ofrecer a los lectores aficionados al thriller más historias de alto voltaje. La tensión crece y madre e hijo nos mantienen atrapados con la descripción de algunos de los elementos de su apasionante historia de crímenes, sádicas escenas en las que se cuela el mundo esotérico y tragedias que marcan a algunos de sus personajes.
La calima madrileña se toma su tiempo y acaba volviéndose cómplice de sus intrigas. Beatriz Roger y Luiso Soldevila se despiden, pero nuestra cabeza sigue absorta durante un buen rato en los enclaves inhóspitos de «Padrenuestro».