La «Ambición», o cómo sobrellevar la existencia
Es la primera novela de Luis Bellot, joven granadino que busca sanar heridas y «liberarme con las palabras», confiesa
Madrid Creada:
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La palabra es su terapia. Con delicadeza y consciencia, el uso que Luis Bellot realiza del lenguaje es el de un apasionado con fundamentos, el de un joven inquieto con maestría en la pluma, y con la cual se desahoga, se luce, se ilusiona y se justifica. Es granadino, tiene 28 años, y estudió Nutrición Humana y Dietética en su ciudad natal. En paralelo, es lector empedernido, y por tanto aprende, comunica, y escribe. Orales o escritas, las palabras le sirven como vía de escape, son su lugar seguro, y a ellas les debe más que al más hondo suspiro. Tiene a Saramago y a Vila-Matas como referencias, y la «Rayuela» de Cortázar vive acomodada en cada una de sus perspectivas. Algo debe de tener la Maga para atrapar, para resultar sublime a partir de la simpleza. La consecuencia de estos intereses cobra ahora nombre propio, y se llama «Ambición» (Loto Azul), su primer libro, en forma de novela: «Es una primera piedra, algo necesario para iniciar cualquier camino. La idea era escribir sin pensar en las consecuencias, sin pensar en publicar ni nada por el estilo. Mi primer libro significa aquello que siempre había querido: liberarme a partir de las palabras», apunta.
El protagonista de la novela, cuya escritura «tiene una intención no tan social sino terapéutica, bastante personal», es un camarero sobrecualificado que se conforma con la vida que lleva. No obstante, se ve empujado a aspirar a algo más que a servir patatas en un cuenco y cerveza por un tubo. En plena época pandémica, ese joven ambicioso e incomprendido, se ve de repente sumido en preguntas para las que no halla respuesta. Aunque las busca. Solo tiene una idea clara, tal y como escribe Bellot en el libro: «El éxito es la muerte de la ambición».
La novela se divide en tres partes, donde el lector sigue de forma dinámica y con fluidez los pasos (y los relatos) de su protagonista. Al principio, su día a día se intercala con los relatos que va escribiendo, aunque no lo hace a lo largo de todo el libro, sino «cuando tiene una vida acomodada. A medida que transcurre su historia, pasa por no tener ni una libreta donde escribir». Este personaje no tiene nombre ni pierde el tiempo en desgranar sus datos personales. «No importan los detalles», apunta Bellot, pues su interés se centra en el tema que da nombre a la novela. El protagonista vive los anhelos durante el encierro por el Covid, también el desamor, la necesidad de liberar sus pensamientos, pero ante todo la incertidumbre, la impotencia, lo cual casa con la ambición. «¿Por qué me prometieron un futuro académico que no existe?», escribe, y reflexiona que «yo espero alcanzar el fundamento de una existencia». Ideas que se entrelazan bajo la premisa de una misma pregunta: «¿Soy ambicioso? De esa cuestión y de una pena propia nace esta historia», explica Bellot, «me falta verme reflejado como alguien que quiere dinero, casa e hijos y, en cierta parte, eso ha condicionado mi autoestima. Más que querer reflejar algo, lo que quería era curarme, hacer más llevadera esa herida».
Entonces, ¿en qué consiste ese deseo de llegar a ser algo o alguien? ¿En qué sentido traiciona? O, lo más importante, ¿cómo se consigue saciar ese deseo ardiente de conquistar una meta? «Para mí la ambición es un arma de doble filo. Es pasar por la vida sin pretender dejar huella. Es poder llegar a hacer lo que de verdad quieres, sin tener en cuenta presiones u otras influencias. Y, sobre todo, no perderte por el camino», apunta el escritor.