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“Diario de una publicista”: las exigencias de una vida promocionando a Hollywood

Teresa Figueroa publica sus experiencias con las estrellas de cine, fruto de su trabajo de prensa en Warner Bros España
Roman Polanski
Roman PolanskiEfe

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Su afición al cine le viene de pequeña, de una familia en la que el séptimo arte y la lectura tenían un lugar especial, incluso llegó a “hacer pellas” en el colegio cuando las películas merecían la pena, y aunque, su idea fue siempre ser guía de turismo, al final acabó en el cine trabajando con muchas de las estrellas que tanto admiraba. La ecuatoriana Teresa Figueroa, (Quito, 1948), llegó a España en los años 70, venía a Europa de paso, pero se enamoró y lleva aquí casi 50 años, más de 30 vinculada al mundo del celuloide, 25 de ellos al frente del departamento de prensa de Warner Bros como “Publicity Manager” y tres más en Sagrera Audiovisual, una pequeña empresa de distribución de cine europeo independiente, eso le permitió conocer de cerca a lo más selecto del universo cinematográfico y vivir innumerables experiencias que ha decidido contar ahora en “Diario de una publicista. Anécdotas, caprichos y antojos de las estrellas de Hollywood”, que, como relata Figueroa, “tienen su cara y su cruz” y, además, nunca vienen solas, van acompañadas de parejas, madres, productores, agentes… un séquito a veces más complicado que el propio actor o actriz porque para justificar sus grandes salarios llenan sus visitas de excentricidades”.
Lo primero que resalta es lo mucho que ha cambiado en mundo de la promoción desde sus inicios allá por 1978. “El ritmo de trabajo era muy distinto, las prisas no existían, las visitas duraban tres o cinco días, las entrevistas eran individuales, todo era más cercano y personal, no había tantas exigencias y, sobre todo ¡no existían los móviles! Pero fuimos a peor –explica Figueroa-, todo dio un giro de 180 grados cuando en los 90 surgieron los famosos “junkets”, visitas de un día, prisas, entrevistas de cinco minutos, fotos…y volando al siguiente país, se acabó el trato personalizado”. Su estreno en el mundo de la promoción en 1984 fue con Mariel Hemingway y fue muy agradable. “Era una chica, dulce amable, bien educada, pero con una jefa de prensa, Pat Kingsley, de fuerte y difícil personalidad. Era sorprendente cómo hablaba de la Plaza Mayor de Madrid mientras describía la del Zócalo de México. Cuando le apunté su equivocación ni se inmutó, un ejemplo de prepotencia que daba vergüenza ajena”, explica.
En esas interioridades, cuenta, “hubo caprichos y exigencias, pero también buen tono en muchos casos” y personajes insufribles, como Robert De Niro u Oliver Stone, “hombre grosero y mal educado”, que con su agresividad y mal trato puso a prueba su paciencia y resistencia; o Mel Gibson, “un personaje histriónico y algo patoso que no sabía comportarse, ni estar en una mesa, intentaba agradar pero sin conseguirlo y al que había que mantener alejado del alcohol y los ceniceros”. Conoció a actores cuando aún no habían triunfado, como Steven Seagal o Nicole Kidman. “Seagal llegó a España como el marido de Kelly La Brock, para quien había trabajado como guardia de seguridad. Le gustaba la comida española, especialmente la morcilla de Burgos”. En cuanto a Kidman, “su primera visita despertó poco interés y tuvimos dificultades para que la entrevistasen. Era una mujer educadísima y encantadora, pero transparente a la cámara, iba camino de rodar “Días de trueno” donde conoció a Tom Cruise y de ahí nació el romance”.
“Las sorpresas vienen porque no esperas que actores y directores se comporten así”, explica Figueroa, por ejemplo “Woopi Golberg, la actriz afroamericana con un discurso muy reivindicativo que se presentaba como una luchadora, pero había pedido un mansión en Marbella, incluido un chef de cocina y al día siguiente se quiso marchar porque se aburrían”. Otras veces son los agentes de prensa y sus exigencias. “A Jodie Foster le poníamos bandejas llenas de yogures muy fríos y a la tercera vez preguntó: ¿Estos yogures quién los come? Son para ti, le dijimos ¿Para mí? No sabía nada”. O las pastillas Halls de Schwarzenegger. “Recién operado se nos había sugerido ponerlas en todos los sitios para evitar que fumara, pero no llegó a probar ni una”. El agente de Halle Berry solicitó 50 botellas de agua de lluvia de las Islas Fidji, algo muy costoso de conseguir que la actriz jamás bebió”.
También encontró personas como Steven Spielberg, “un hombre muy tímido”; Kevin Kostner, “guapo, pero estático, sin chispa ni gracia o Hugh Grant, una persona sosa que no dice nada”. Le sorprendió el carisma de personas especiales como Roman Polanski, “inteligente y un ser humano encantador que se pasaba el día cantando tangos” o Tim Burton, “uno de los chicos más brillantes que he conocido”. Charlton Heston, “es un señor que inspira ternura, correcto, que sabe estar”; también el seductor Michael Douglas, la encantadora Sigourney Weaver, y, “aunque con fama de intratable, el agradable e inteligente Anthony Hopkins”. Figueroa habla de experiencias como su vuelo en avión privado con George Clooney, “una de esas cosas que ni en sueños te imaginas” o del glamour de Charlize Theron, “una mujer impresionante, una maravilla con la cara lavada y comiendo chocolate, guapísima, encantadora…un bellezón”. En 2010 tuvo su último trabajo, atrás quedaron “gratas sorpresas y momentos complicados, pero en cualquier caso, “recuerdos imborrables, que, vistos desde la distancia, dejan una profunda huella”, concluye.