Eduardo Casanova: "Jamás generaría una polémica para que la gente fuera a ver mi película"
El director estrena "La piedad", de la mano de Ángela Molina y Manel Llunell, explorando el terror de madre
MADRID Creada:
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Cómodo, pero visiblemente agotado por la sucesión de entrevistas, recibe a este diario en el hotel Puerta de América de la capital, específicamente marciano y con cada una de sus plantas reservada a un diseñador diferente. Al final del níveo pasillo, un banco imposible debería ser reclinatorio para la entrevista, pero la propia ergonomía de la charla, lejos de imposturas, lo impedirá. El gran director que hay en Eduardo Casanova (Madrid, 1991) sabe lo que se hace. Y así lo demuestra una vez más en «La piedad», su segundo largometraje tras la fresca y escatológica «Pieles» con la que debutó en la gran pantalla hace ya un lustro. «Estoy muy feliz. Muchas veces la gente piensa que estoy triste o enfadado todo el rato. Y es solo a veces», bromea el también guionista, mientras pregunta al periodista si la conversación puede desarrollarse con ambos sentados en el suelo, a ras de moqueta.
Para su nueva película, una exploración del terror de madre en la que Ángela Molina es elevación narcisista del concepto, Casanova ha querido contar en el papel protagonista con Manel Lunell ("Malnazidos"), no tanto una extensión de sí mismo como de sus miedos. Y también de sus filias, porque además de por su particular mundo, onírico, manierista y chicle, Casanova se las apaña para referenciar a todos esos grandes de los que bebe, desde Hitchcock hasta Waters, pasando por el imaginario pop más contemporáneo. Entre los tiempos de TikTok y una referencia explícita a la dictadura norcoreana, que sirve como símil opresor en el filme, «La piedad» se erige como una película valiente en su autoría, mas no revolucionaria. No se trata de "inventar" nada, sino de reclamar el espacio que merece su voz, quizá la más original y arrebatadamente única de nuestro cine.
-¿Da miedo, si es que esa es la palabra, estrenar en cines?
-Sí. Tampoco sabría si es la palabra, pero es una confrontación sí o sí. El cine en pantalla grande está pasando por un momento extraño. Y esa es la realidad. También tengo claro, eso sí, que mi película la verá gente a la que le gusta mi cine. Mi público no me va a fallar. Sé que no es masivo, claro, no soy ingenuo, pero no es una película para todos los públicos.
-Ver la película en el cine era una pretensión tuya como autor o no te obsesionaba. La película está participada por Netflix, pero no tendremos ese estreno limitado que hacen en ocasiones. Seguirá un cauce comercial y luego, en determinado momento, imaginamos que se verá en la plataforma.
-Participa Netflix, sí. Lo que creo que la única manera de sobrevivir es adaptarse al medio. Y, en concreto y para mí, la única forma de sobrevivir es dirigir cine. Más allá de lo que a mí me guste o no me guste, no me queda más que adaptarme al medio. Sí tengo que claro que sin dirigir no puedo, ni quiero, ni voy a estar. Lo haré donde se pueda, como se pueda y donde me dejen. El cine ha cambiado durante toda la vida, fuimos del mudo al sonoro, luego al color, luego poder llevarnos películas a casa… Siempre parece una locura todo. Lo que no podemos detener es la evolución. Lo que ha demostrado el arte, y en concreto el cine, es que se sabe adaptar a todos los cambios. Y a este también sabrá. Igual que yo, para poder realizarme.
-Como curiosidad, ya casi. ¿Has estado en el Vaticano? ¿Has sufrido el stendhalazo frente a la Pietà?
-Sí. Y fue totalmente así. Me pareció una obra muy bella que, claro, cuenta una historia horrible. Es bella en la forma, en la precisión y la perfección, pero a la vez horrible en la idea de una madre sujetando a un hijo muerto. Va contra la naturaleza. Por eso queríamos llevarlo también a los carteles. No hay nada más terrorífico, o eso dice mi madre, que ver a un hijo muerto.
-¿Por qué te interesaba entrar en el tema de los mommy issues? Quizá en la literatura está más explorado, pero no tanto en el cine. O no al menos de manera directa. Quizá por una cuestión de masculinidad añeja, la de la imposibilidad de tener traumas…
-No sé, no es directo pero pienso por ejemplo en “Psicosis”. Creo que sí es algo que ha estado muy presente en el cine. Mis películas favoritas son las que abordan relaciones entre madres e hijos. Casi ninguna se parece a “La piedad”, porque he intentado que no se parezca a nada, y eso es una estrella que me pongo orgulloso. Pero mis películas favoritas hablan de ello, como “La semilla del diablo”, con una mujer embarazada del propio diablo. O el biopic de Faye Dunaway interpretando a Joan Crawford (“Mommie Dearest”), “Todo sobre mi madre”, la misma “Psicosis”. Son todas historias tremendas sobre ello. Lo que no hay son historias que comparen esa relación con la dictadura de Corea del Norte, claro. Es una buena o una mala idea, pero es nueva.
-Hablando de esas ideas, la película ha sido nominada al Goya por su Dirección de Arte. Por cómo luce, por entendernos, gracias al trabajo de Melanie Antón…
-Estoy muy orgulloso, porque ella es Argentina y muy joven. Viene del mundo del videoclip y trabaja en su país, con el que co-producimos la película. Es un país maravilloso, pero ahora mismo las cosas allí están complicadas para su trabajo. Aquí, en España, no la conocía mucha gente en la profesión y, aun así, conseguir la nominación me parece una maravilla.
-¿Cómo es ese traslado? Cuando sale “Pieles”, por ejemplo, quienes estaban a favor y quienes estaban en contra se ponían de acuerdo en que era fresca, nueva. Es una pregunta muy amplia, pero, ¿cómo se crea ese mundo en pantalla?
-El mundo que yo creo pasa por firmar el diseño de producción, y hay mucho de mí en el vestuario, en el maquillaje, en todo. Y ese mundo nace de una forma muy inconsciente, por eso no sé exactamente de donde viene. Forma parte de la terapia. Yo trabajo mucho desde mis sueños. Sueño mucho cuando duermo, y por eso mis películas tienen mucho de pesadilla, de onirismo. Nacen de ahí, realmente. Para mí también es muy importante trabajar con directoras de arte que estén de acuerdo con mis ideas, con ese universo. Y que aporten, pero que sobre todo ejecuten bien. Tengo claro que es algo mío, que no quiero cambiar. Es difícil encontrar a personas como Melanie (Antón), por ejemplo, capaz de ejecutar algo real desde mi cabeza.
-A la hora de ejecutar, ¿sientes a veces que debes atarte en lo estético para no perder el norte de lo narrativo?
-Antes me costaba mucho más. Y, de hecho, si ves mis trabajos anteriores muchas veces la estética se come la historia. O, de repente, me agobiaba con esa idea y el siguiente trabajo me centraba en el guion, en lo que ocurría, con estéticas menos interesantes. Con “La piedad” no me he sentido así, creo que todo está muy bien compensado. El truco para eso es que la estética te esté contando cosas, que todo tenga un sentido narrativo para fusionarse con la historia. Nada se come a nada.
-Entre tu primer corto y “Pieles” pasan 9 años. Ahora otros 5, casi 6, para “La piedad”. ¿Tuviste esa especie de depresión post-parto tras la primera película o todo lo contrario? ¿Qué es “La piedad” en tu carrera?
-Soy un privilegiado, en realidad, porque son 4 años entre rodajes, realmente. Tengo mucha suerte. Esta película en mi carrera y en mi vida es lo más importante que he hecho y lo que más necesitaba hacer. Para mí carrera, para poner un punto y aparte, y para descubrir a un Eduardo Casanova que pueda hacer cosas diferentes. Y para mi vida personal, también, porque es una película que se ha gestado, yo creo, desde que mi madre me dio a luz.
-Quería preguntarte, en ese proceso vital y profesional, por la libertad…
-¿El titular de la entrevista lo eliges tú?
-Sí.
-¿Y cuál va a ser?
-Depende de lo que me respondas ahora (ríe).
-(ríe) Me he dado cuenta de que yo suelo ser amable en las entrevistas, con los periodistas, y lo intento dar todo incluso cuando estoy bajo mínimos. Me veo bien, pero me ponen triste los titulares. Cuando veo un titular que no… que está puesto desde otro lugar. Me decepciona.
-Justo quería preguntarte por eso, por tus titulares. ¿Cuánto hay de personaje? ¿Es un gesto tuyo?
-Los titulares son gestos vuestros.
-¿Eres ahora más libre que nunca para hacer cine o te sientes igual de atado que los demás?
-Libre del todo nunca se es. Y nunca lo seré, creo, aunque lo intente. Y es una pena, porque cada vez más gente será menos libre por miedo a decir algo que pueda ofender. Se van a perder muchas cosas. Pero es que eso depende de vosotros. Pareciera que la estoy pagando contigo, que no has hecho ni mucho menos eso, pero es algo de lo que quería hablar. Si empezamos a tener miedo a hablar… lo que vamos a hacer es callarnos. Y eso no le interesa a nadie. Ni al periodista ni al creador. Ni al público, claro, porque se hará todo más aburrido. Hay que empezar a que la gente pierda el miedo, porque el miedo es horrendo.
-Gracias por la sinceridad, porque así te lo puedo preguntar directamente. Muchas veces, da la impresión de que esos titulares forman parte de un personaje, de un estilo definido para acercar a la gente a tu trabajo…
-Jamás generaría una polémica para que la gente fuera a ver mi película. Me parece una ordinariez.
-Ahí tienes el titular.
-(ríe) Ah, pues mira, genial. Ya está entonces. Te quiero, muchísimas gracias.