Dilemas estivales (V): Atlántico VS. Mediterráneo
La diferencia entre ambos litorales es notoria: se ve en el color del agua, en la arena, en la gente
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Quevedo (no el de «Quédate», sino el de «Érase») calificó al Manzanares de «aprendiz de río»; algún epíteto similar le encajaría al mar Mediterráneo, que es el Mar Menor del Atlántico: «sopicaldo de medusas», «piscina de olas del AquaPark», «lagunilla de orines», «caldo primigenio», «jacuzzi con sal»… Para escribir sobre este dilema me ubico física y mentalmente en la Isla de las Palomas, en Tarifa, el punto más meridional de la Península Ibérica y de la Europa continental, y, sobre todo, donde se separan el Atlántico y el Mediterráneo. Si me doy un baño justo allí, podré decir parafraseando a Espronceda: «El Mediterráneo a un lado, al otro el Atlántico. Y allá a mi frente Marruecos». Tánger está a apenas 15 kilómetros, y tengo los testículos en remojo, en salmuera: el zurdo en el Mare Nostrum y el diestro en el Océano.
Por seguir con las paráfrasis creo que es justo dar a conocer que vengo a este debate condicionado «quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa… de la Victoria». La Victoria, sí: la considerada mejor playa urbana de Europa que abarca Cádiz capital desde Santa María hasta Cortadura, o, lo que es lo mismo, desde la escalera de caracol hasta la residencia militar, dejando a su paso el cementerio, el hospital Puerta del Mar, el hotel Playa y el estadio Carranza.
Mas partiendo de mi sesgo hacia el Océano (ya saben, la metáfora del elefante y el jinete de Jonathan Haidt, en la que se nos dice que el paquidermo, que es nuestra parte emocional, ya ha tomado una decisión, entre coger el camino a izquierda o derecha, y nuestra parte racional, el jinete, lo único que hace es justificar o argumentar esa decisión), decía que partiendo de dicho querencia atlantista, es fácil justificar las bondades oceánicas frente a las mediterráneas.
Basta con recorrer España en una cámper (háganlo), de Cadaqués a Ayamonte, en una ruta de cabotaje por el litoral patrio, fondeando en las diferentes playas y calas, para darse cuenta de que la mejor arena y el mejor agua, con diferencia, está en el tramo de apenas 300 kilómetros que va de Valdevaqueros a Isla Canela: curiosamente la parte Atlántica del litoral. Por el camino quedan playas como Bolonia, Zahara, El Palmar, La Barrosa, La Caleta, Costa Ballena, Bajo de Guía, Matalascañas, Punta Umbría o Islantilla.
De Roses a Estepona, salvo honrosas excepciones, sólo darán con hatajos de chinas (que siempre acaban en la rajilla del culo) y descampados, a los que tienen el cuajo de llamar «playa», a la orilla de un agua chicha como de estanque, calentorra y «medusas friendly», a cuyo ribera se agolpan, como manadas de leones marinos, turistas horteras achicharrándose cual salchichas Bratwurst a la plancha.
Porque esa es otra, el pobre concepto estético del Mediterráneo. Si el amigo Nacho Raggio nos habla del «Mediterráneo moral» como el «summum» de la estética y la ética; donde se dan la mano lo dionisíaco y lo apolíneo, la filosofía griega y la dieta mediterránea, Sorrentino e Irene Papas, Salvador Dalí y Giuseppe Tomasi di Lampedusa…
Nada más lejos de la realidad: la quintaesencia mediterránea (de moral puritana) son Torremolinos, Benidorm y Torrevieja. Turismo cutre de sandalias de cuero de Calpe, camisa de manga corta y de cuadros, mariconera y helado de horchata a las 11 de la noche. Caloret tropical, plastiquillos y compresas en el aguachirri burbujeante, levantarse a las 6 y 30 para clavar una sombrilla, cerveza y sangría calentorra, fiesta de moros y cristianos, charanga y verbena, pasodoble de Manolo Escobar y balconing. Mareas con menos coeficiente que Patxi López.
Por el contrario, el Atlántico, que tiene una «moral» más relajada no se escandaliza ante el nudismo o el top-less. Sus playas kilométricas de arena fina y blanca y su mar cristalina y en continua depuración invitan a un turismo exclusivo y desahogado: paseos a caballo por la orilla, práctica de surf, windsurf y derivados…
¿Se imaginan haciendo surf en el Mar Menor, en La Albufera o en Salobreña? Allí no han visto una tabla en su vida, Hulio.
Resumiendo, el Mare Nostrum juega la Conference League y el Atlántico, la Champions. No hay color. Un Océano que vio partir a Colón de Palos de la Frontera y regresar a Elcano por Sanlúcar de Barrameda. ¿El Mediterráneo qué ha visto, acaso salir a Pérez-Reverte con su velero del puerto de Cartagena y atracar media hora después en el de Mazarrón porque se ha olvidado el libro de Conrad forrado con piel de sus propios testículos en casa?
P.D. Del Cantábrico, ese spin-off del Atlántico, no he hablado porque aún no lo conozco. Pero las anchoas me gustan. Acepto envíos.