"O Corno": la solidaridad entre mujeres con la que Jaione Camborda provoca desmayos en San Sebastián
La directora compite por la Concha de Oro con un sensible y autoral canto a la sororidad y a la desestigmatización de lo femenino como elemento de peligro ubicado la Galicia rural de los años 70
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Hay en esa Galicia fronteriza, densa y predominantemente femenina de la década de los setenta en la que la transformación social en el plano teórico de la emancipación transitaba de la mano de la clandestinidad y lo prohibido, algo de mensaje reivindicado, de proclama estructurada como recordatorio de las voces de las mujeres que nos precedieron a través de su lucha callada y de su liberador acompañamiento. «O Corno», el último y poderoso trabajo de Jaione Camborda convertido en el primer largometraje en gallego que compite en la sección oficial del certamen donostiarra, comienza y termina con un parto natural, descarnado y realista para advertir del empuje torrencial de la vida pero también de los distintos tipos de maternidades que configuran la red de apoyo sobre la que se sustenta el cuerpo.
Apostando por una extrema fisicalidad que se acerca con alcance de mira telescópica al placer y al dolor de lo somático -hasta el punto de que la aprensiva sensibilidad masculina pero también femenina ha provocado un incidente durante los primeros minutos de proyección en el Kursaal donde los servicios sanitarios del festival se han visto obligados a atender a varios espectadores, incluida una mujer que, tal y como avanzaban desde la web de Kinótico, ha tenido que salir en volandas de la sala- Camborda nos adentra en la crudeza de un escenario de huida y de sororidad aplicada con ecos de drama rural y señalamiento de las violencias masculinas para vertebrar la historia de una mujer mariscadora que ejerce a la vez de partera acompañando en el embarazo, parto y posparto y brindando soporte físico y emocional a esas mujeres que descargan sudorosas y extenuadas sobre sus hombros el peso de la heroicidad que las construye.
Introspectiva y errática, impetuosa y honda, María (a quien da vida de forma magnética la Premio Nacional de Danza Janet Novás) también practica abortos clandestinos con la ayuda del cornezuelo de centeno, una sustancia que tradicionalmente utilizaban curanderos y comadronas en la edad media por su efecto abortivo, se ve obligada a abandonar su Illa de Arousa natal hasta cruzar la frontera por una de las peligrosas rutas contrabandistas entre Galicia y Portugal cuando uno de esos abortos sale mal. En ese viaje emprendido con necesidad de reconstrucción, el cambio de nombre que se produce una vez pisado el nuevo hogar advierte de la dilatada reflexión propuesta sobre las identidades de aquellos que se muestran apegados a la tierra. "Aquello ya no existe, lo que existe ahora es esto", le recordará una compañera inmigrante a la que conoce allí.
«O Corno», recoge inteligentemente toda esa estela intimista del costumbrismo rural que en los últimos años ha empujado de manera constante la cinematografía española para proponer nuevas vías discursivas de predominio de la tradición que favorezcan una lectura actual de la mujer y del trabajo con el cuerpo trazando hermosos esquemas visuales compuestos por abrazos testimoniales entre comadres -esa palabra vinculada a la hermandad, la amistad y el feminismo elegida palabra del año en 2022 por la Real Academia Galega-, deseos lacerantes, dolores compartidos, gozos y territorios de esperanza en los que no solo es posible imaginar una vida distinta sino que también resulta obligatorio el derecho a vivirla, pero siempre con y del lado de las otras. Recuperando aún el resuello, nos sentamos con Camborda en mitad de una festivalera jornada que ya alcanza el ecuador de la semana para hablar sobre el exilio obligado de los primeros deseos femeninos y la reivindicación de la sororidad como elemento de protesta, presentes en una película que se posiciona significativamente bien para la Concha de Oro.
¿El hecho de que esta sea la primera vez que un largometraje en gallego compita en la sección oficial del festival lo interpretas como algo sintomático de que la sociedad apuesta cada vez más por el plurilingüismo en el sector audiovisual?
Pues creo que hemos tenido películas en euskera y películas en catalán y que deberíamos haber tenido películas en gallego antes porque la cinematografía gallega es muy rica. Pero los espectadores creo que estamos empezando a notar un cambio de aceptación en salas por ejemplo con respecto a los idiomas cooficiales, aunque todavía no hayamos llegado a un punto justo o adecuado. En este sentido se está avanzando poco a poco, hay más cines que ponen películas en versión original y creo que es necesario, sin duda. Las nuevas generaciones también están más acostumbradas al subtitulado, a escuchar otras lenguas y por esa parte se nota el cambio.
En tu anterior película, "Arima", la voz narrativa estaba determinada por la historia de cuatro mujeres y una niña y aquí en "O Corno" vuelve a ser conductora del relato la presencia de lo femenino. ¿De qué manera te interesa contarnos a las mujeres? ¿Desde qué lugar te posicionas para mirarnos?
Para mí hacer cine también es explorarme y explorarnos. Comparto muchas incertezas, más que certezas te diría. Pero sí que hay algo por ejemplo que me interesa, que ya exploré en “Arima” y que lo vuelvo a explorar aquí y es la creación de estos personajes espejo intentando eliminar un poco esa otredad entre nosotras. Nosotras pudiendo ser las otras, en ese momento empático, en ese aspecto empático, en ese aspecto de sororidad. En la película mismamente, el personaje de esa niña jovencita podría ser Luisa, podría ser Belén la portuguesa que está en el bar fuera de su tierra, podría esa inmigrante en Portugal que se prostituye para sacar a su hija adelante: todas ellas son un poco espejo las unas de las otras y me interesa un poco esta idea de vernos reflejadas y al mismo tiempo sentirnos una.
A la hora de configurar psicológicamente el personaje de María, heredera del sufrimiento histórico de las violencias ejercidas contra la mujer ¿qué ecos de otras mujeres reales resonaban?
Esta es una película yo creo de muchas historias verdaderas. En mi proceso de guionización me encontré con muchas mujeres que habían vivido en esta época tanto en la zona de extraperlo como en la Galicia rural de aquellos años y sí que recogí muchos testimonios de estas mujeres que luego han alimentado e inspirado muchas escenas. Todas ellas provienen de la realidad. La historia de "O Corno" comienza a germinar en mi cabeza por una serie de incertidumbres que tenía a nivel personal en un momento de mi vida en el que esa idea de poder concebir, de poder dar vida coge fuerza y me anima a querer explorarlo. Toda película es un viaje también para el propio creador pero no de manera racional, sino posiblemente de una forma más visceral, intuitiva y emocional en la que no he sido de terminar con respuestas pero sí asumirlo como un aprendizaje.
Hay una red de cuidados que se extiende a través de la figura de la partera y que naturaliza el momento del alumbramiento, algo que siempre hemos visto trasladado a la gran pantalla de manera edulcorada y en ocasiones, poco realista.
Quería explorar esa capacidad de la mujer de concebir y de dar vida. Dentro del proceso de sororidad en el que quería sumergirme, en esta figura de la partera, digamos que confluía esa capacidad de ayudar a las mujeres. Me interesaba mucho ser capaz de retratar un parto menos medicalizado que se daba con frecuencia en las zonas rurales y también mostrarlo de una manera natural porque creo que el parto en el cine siempre se ha mostrado de una manera más psicológica, incluso a través de mujeres histéricas. Lo importante para mí era retratar la conexión con el cuerpo que se produce durante el proceso, retratar esos tempos suspendidos, esa observación más detenida que hay entre las contracciones.
La emancipación real de María se produce a través de la huida, del cambio obligado de territorio. ¿Qué importancia querías concederle a los espacios y a la tierra para contar esa fuga y al mismo tiempo estructurar ese proceso de búsqueda?
Era importante para mí el retrato de esta frontera que es política pero que no es real o cultural. Que coge la forma de frontera geográfica de este río pero esa frontera la encontramos en muchos otros aspectos por los que transita la película y para mí era necesario traspasar esa frontera, ir más allá de lo que políticamente limita. El territorio aquí también es una manera de rehacerse, de incluso cambiar de nombre, de identidad y poder volver a empezar. En esa frontera política vemos también que se habla gallego y se habla portugués pero eso no supone un problema para el entendimiento.
¿De qué manera son capaces de definir y condicionar nuestro presente las heridas de la memoria?
Sí, sin duda. La película juega a unos recursos estilísticos que pretenden que el espectador viva una sensación de presente a pesar de que rigurosamente a nivel estético estemos en los años setenta, pero me interesaba que fuéramos capaces de olvidar que estamos en esta época y seamos capaces de leerlo en la actualidad. Pienso que es importante que esta reflexión sea actual y que todas aquellas prohibiciones y controles sociales sobre la mujer no vuelvan a ocurrir.
"El parto en el cine siempre se ha mostrado a través de mujeres histéricas, de una forma más psicológica"Jaione Camborda
¿La vuelta a lo rural en el cine va camino de convertirse en una moda o responde a una necesidad creativa que estaba tardando en proliferar?
Bueno yo creo que estamos en un momento como de vacío existencial, muy en el asfalto y de alguna manera hay algo en el rural que nos reconecta un poco con la idea más espiritual e incluso anima de las cosas, que es a lo que me he aferrado en esta película. De persona apegada a la tierra que se reencuentra con la tridimensión del contacto con la realidad y esto pienso que responde a una sensación de vacío. Sí que es algo generacional pero hay gente ahora que está comenzando a hacer cine o gente joven que hace piezas cortas que ya quiere explorar la urbe y otras temáticas. De todas maneras sí que nuestra generación todavía ofrecerá muchas propuestas del rural porque tiene algo de coincidencia temporal en nuestro caso.
¿Cómo asumes la consolidación profesional de las mujeres que hay detrás de la cámara dentro de una cinematografía como la española en la que su presencia es cada vez más reconocida?
Es un aire fresco para la cinematografía todo lo que está pasando en los últimos años. Estamos contando cosas desde lugares muy diferentes a los que se venían contando. En ese sentido creo que esa frescura también es seductora para el espectador, para los programadores y un poco para todos. Es muy celebrativo que podamos ver tantas mujeres haciendo cine y aunque hay muchas cosas todavía que debemos mejorar en el sentido de que todavía no estamos posicionadas en un espacio de igualdad real, estamos viendo muchos frutos por suerte de la lucha que se ha tenido.