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Álvaro Pombo: «Cervantes era un pringao genial»

El escritor dedicará su discurso de recepción del Premio Cervantes 2024 a «El licenciado vidriera», «una fenomenología de la fragilidad humana», y asegura sobre la dotación del galardón que «el dinero hoy no cunde nada y se va»
Álvaro Pombo en la Real Academia Española
Álvaro Pombo en la Real Academia EspañolaAlberto R. Roldán
La Razón

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Álvaro Pombo hilvanó un discurso imposible, donde se codearon en igualdad de condiciones la filosofía, los garbanzos y el tocino blanco del cocido. Tras una resuelta imagen que conjugaba elegancia y cotidianeidad -a las irrenunciables prendas del traje, americana cruzada, corbata y camisa sin botones en el cuello, le añadió un toque de domiciliario al lucir una gorra de lana azul marino-, el escritor compareció en uno de los salones de la Real Academia Española. Con su habitual retranca y sorna valoró desde ese estrado el Premio Cervantes. Lo hizo desde el irrenunciable prisma de su mirada, que aúna el humor, la seriedad y lo trivial. «Estoy contento de que me hayan dado este galardón, este hermoso premio. Lo gracioso es que Miguel de Cervantes nunca tuvo ningún premio. No. A él le continuaron «El Quijote» con una segunda parte, lo tuvieron preso en Argel y también en una cárcel de aquí... La verdad es que Miguel de Cervantes fue un pringao, aunque un pringao genial. Cervantes solo tenía talento y buen humor, porque tuvo una vida terrible. Sin duda era un escritor valiente».  
El escritor, que alterna en su conversa filosofía, historia, ficción y costumbrismo, se refirió a la ironía, uno de los valores que el jurado del Premio Cervantes destacó como una de las características de su obra. «La ironía es un recurso literario. Es muy cervantina y la ironía es algo que no te lo puedes tener demasiado creído. No es un sentimiento primario, como puede ser el odio, el amor... Es secundario y un poco también de persona mayor. Cuando eres joven, cuando tienes luz solar y fuerza, no la aprecias. La adquieres cuando estás en la vejez, que es el lugar a donde llegamos todos». En el decurso de su reflexión, Pombo concluyó que «la ironía puede ser mortal para el irónico, porque no puedes tomarte nada en serio y eso es muy grave, porque las cosas hay que tomárselas en serio. La ironía es un arma de doble filo. Sócrates decía que no sabía nada. Es una buena descripción de la ironía».
El autor de «El exclaustrado», su última novela publicada, admitió que «escribir es complicado»: «Tardas mucho. Nunca acabas de estar satisfecho y, además tienes que leer muchas cosas antes de ponerte con una obra». Y comentó su relación con el español: «Mi segundo idioma es el inglés, que hablaba bien cuando era joven, pero el español es mi lengua más viva, más divertida. El español es un idioma solemne en el que se pueden escribir grandes frases y a la vez es una lengua rápida y cómica. Es un idioma de muchas patrias, porque tiene muchas lenguas a su vez. Ese don de lenguas es muy propio de ella. La lengua española es el don de lenguas, porque no es verdad que hablemos igual aquí que en México».
Álvaro Pombo no ocultó que ya ha reflexionado sobre la idea que vertebrará su discurso de recepción del Premio Cervantes, que recibirá en la Universidad de Alcalá de Henares el próximo mes de abril. «Sí, lo he pensado y lo voy a centrar en «El licenciado vidriera». Ya tengo bosquejado una cosa sobre variaciones de esta obra, que es una novela ejemplar de Cervantes. Cervantes dijo sobre ese libro que no hay ningún cuento en él del cual no se pueda extraer una lección moral, espiritual o filosófica. Ese título en particular es una fenomenología sobre la fragilidad, no del vidrio, sino del hombre de carne y hueso».
El novelista guardó algo de su bonhomía para reflexionar sobre el dinero que trae aparejado este reconocimiento literario. «Lo voy a ahorrar. Lo voy a restar con parsimonia, porque ando muy mal de dinero y, claro, este dinero me ha venido bien y lo voy a gastar poco a poco». Después de intercalar una pausa, Pombo recapacitó sonriendo sobre el mundo pecuniario. «El dinero se va y se va, y no hay más. Se va en las tarjetas, en el pescado, se va en la plaza, pero no en los vicios, no es las juergas, que también un poco, sin duda, pero para la gente modesta como yo, el dinero se va... sin más. El dinero se ríe de mí, porque nunca he tenido mucho, siempre demasiado poco, pero este es un premio bien dotado... Mi madre decía que iba a ser un manirroto de viejo y eso no es verdad, pero es que mis padres y mis abuelos no entendían el mundo moderno. El dinero hoy no cunde, aunque espero que este me cunda un poco, sobre todo porque es el último que voy a ganar. Es un tema importante este del dinero. Y muy castellano, clásicamente castellano, con eso de los hidalgos, los labriegos, los manirrotos y los tacaños».
Pombo comentó el texto en el que está trabajando en este momento, una novela histórica sobre el Desastre de Annual y el general Silvestre. Excusa que aprovechó para argumentar que «nunca me tomé en serio la ficción y la historia. Históricamente la obra está todavía sin coser bien y la parte de ficción, le sucede igual en este momento». Un punto en el que aprovechó para reflexionar sobre su relación con una de las grandes disciplinas de las humanidades: la filosofía. «La que he admirado siempre es la clásica, aparte de Sartre, que es un personaje importante en mis novelas Soy un buen aficionado a la filosofía, pero no soy un filósofo y no soy tampoco un pensador filosófico. Tomo algo del color de la filosofía, siempre hablo del color de la elocuencia filosófica, y por esto mismo los pensadores tienen todo el derecho a querer machacarme. La elocuencia filosófica me gusta. Yo soy fiel a la filosofía. Eso hace de mí un hombre de letras, una cosa, por supuesto, tremendamente mala», bromeó.