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Los periódicos antes de los periódicos

La nueva exposición de la Biblioteca Nacional, «Noticias verdaderas, maravillosos prodigios», acude a los siglos XVI y XVII para encontrar los orígenes del periodismo en manos de gente como Cervantes, Lope o Hernán Cortés
Enrique CidonchaLa Razón

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Curiosa exposición la que presenta la Biblioteca Nacional en Noticias verdaderas, maravillosos prodigios: una compilación de papeles de los siglos XVI y XVII que, hablando claro, vienen a ser «los periódicos antes de los periódicos». Cuartillas, en ocasiones librillos, que las comisarias de la muestra (Adelaida Caro Martín y Nieves Pena Sueiro) engloban dentro del «protoperiodismo». Ni siquiera hablamos de materiales de una calidad material importante, sino más bien todo lo contrario; impresos efímeros que abordaban una noticia puntual en un momento determinado. Vamos, un periódico.
«El destino que les aguardaba era la desaparición», asegura Caro; sin embargo, el trabajo de la Biblioteca ha sido rescatar esos textos y ponerlos en valor hasta convertir la Sala Recoletos en un viaje a los primeros pasos de la información profesional, incluso con firmas que sorprenden: Lope, Cervantes, Quevedo, Hernán Cortés, López de Hoyos... Retroceso al pasado en el que el visitante se dará cuenta que no hay nada nuevo, que decir «fake new» no convierte los bulos en algo nuevo, sino que las mentiras tristemente están en la profesión desde sus primeros pasos.
Con Europa desangrada en conflictos (guerra de los Treinta Años, de Flandes o las batallas con los otomanos, la Reforma y la Contrarreforma...), se hizo buena la máxima de que, «en la guerra, la primera víctima es la verdad». Solo hay que comprobar el Sitio de Tarragona, contado de dos maneras diferentes dependiendo de si la imprenta estaba en Madrid o en Barcelona; o las batallas del Alentejo, que tampoco tuvieron el mismo final en todas las crónicas; lo mismo que ocurrió con las victorias/derrotas en Amberes; o incluso con la mal llamada Armada Invencible, que llegó a ganar.
Cuartillas que no fueron exclusivamente panfletos interesados, sino que también sirvieron para entretener. Pocas cosas gustan más que los sucesos: seres prodigiosos y monstruos presuntamente aparecidos eran de las cosas que entonces más gustaba leer. También las catástrofes naturales y los milagros tenían una buena repercusión mediática, y entre la llegada de la imprenta y el desarrollo del correo pudieron llegar a todos los públicos.