Federico García Lorca: “¡Es nuestro amor a quien tenemos que buscar!”
La nueva novela de Ana Merino recupera textos desconocidos del poeta granadino a Joaquín Amigo
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El 27 de agosto de 1936 hacía casi diez días que Federico García Lorca había sido asesinado en algún lugar entre Víznar y Alfacar por orden de las autoridades militares que apoyaban el golpe de Estado contra la República. En esa fecha, en otra población andaluza, uno de los más queridos amigos de Lorca, Joaquín Amigo, era lanzado al vacío en el Tajo de Ronda, la manera que tenían los republicanos radicales de acabar con su vida. Nunca se encontró su cuerpo, al igual que ocurrió con el autor de “Bodas de sangre”.
El tiempo ha hecho que Joaquín Amigo haya sido víctima de un injusto olvido y, en ocasiones, no ha pasado de ser una nota a pie de página dentro de la extensísima bibliografía lorquiana. Puede que también tenga mucho que ver que sus papeles personales han permanecido ocultos durante décadas para los investigadores. La escritora Ana Merino ha logrado el milagro de acceder a ese tesoro documental y lo ha convertido en la base de su nueva novela “Amigo”, publicada por Destino.
El libro nos presenta a Inés Sánchez Cruz, una poeta mexicana afincada como profesora de Escritura Creativa en Estados Unidos que se encuentra durante su paso por Madrid con un sorprendente hallazgo: el oculto archivo de Joaquín Amigo. Lo que sucede en la ficción con la protagonista de “Amigo” lo vivió en la realidad la misma Ana Merino, según explicó en conversación con este diario. “Llegué por el azar que es lo que hace que sucedan cosas. Durante el confinamiento, el 8 de marzo, se me cortó la gira por mi obra “El mapa de los afectos”. Fue entonces cuando Rocío Camus, la hija de Mario Camus que había estudiado la carrera conmigo, decidió unir a amigas por skype para hacer sesiones de yoga. Una de ellas, María, era nieta pequeña de Joaquín Amigo. Un día, al final del confinamiento, me llamó y me dijo que sus padres habían fallecido en un accidente muy desgraciado en 2019. Me dijo que su abuelo era un intelectual, muy amigo de Lorca y que conservaba un archivo. ¿Cómo se podían organizar esos papeles?”
Una vez que se abrieron las restricciones de movilidad, Ana Merino pudo consultar un fondo que arroja nuevas luces sobre el periodo que va de 1918 a 1936. Entre los papeles personales de Amigo, aparecieron varias cartas inéditas de Federico García Lorca. Son documentos de primer nivel porque, además de ser cartas extensas, nos demuestran que el poeta granadino tuvo en Amigo a uno de sus principales confidentes. Eso es lo que se constata en una misiva con membrete del Gran Hotel España de Lanjarón, donde la familia del poeta solía pasar temporadas de descanso. Probablemente escrita en 1926, aunque es difícil concretar la fecha, Lorca se hacía eco del envío, a través de Joaquín Amigo, de un cuento escrito por un joven llamado Fernán Gómez de quién no se tienen datos. “Estoy contento de que un muchacho de Granada haya escrito este boceto, tan espiritual y tan raramente medido”. El texto debió gustarle a un Lorca que no dudó en afirmar a Amigo que “el cuentecillo está revestido de suave pelusilla adolescente y a mí me ha sorprendido como una luz de plata y vidrios de Venecia, el talento de esta criatura encantadora a quien yo quiero como él no sabe ni quiero que sepa”. El relato desconocido contenía un pasaje que a Lorca le gustaba: “Él sabía que a los muchachos de ojos verdes, les gustaban los caramelos”. El poeta proclama, tras copiar esas líneas, que “escribir esto en Granada, y a los quince años, en medio de la podredumbre oficial y el empacho arqueológico, me llena de consuelo y suave esperanza”.
Que Lorca confiaba en Joaquín Amigo, que veía en él a quien podía ser el receptor de sus más íntimos pensamientos lo ejemplifica el siguiente pasaje de la misma carta. En él define lo que es el amor: “El amor es nuevo en cada época y estamos aferrados a una falsa y escandalosa teoría amatoria, momificada y sin fuerzas creativas. Creemos en un amor que sirvió a otras gentes y no pensamos adivinar dónde está nuestro amor, nuestro amor vivo y nuevo, que pasa llorando a nuestra vera en las carrozas de caballos y en los últimos paseos de olmos, con un revólver de níquel enemigo de reflejos queridos y de pétalos marchitados. ¡Es nuestro amor a quien tenemos que buscar!”
El 24 de junio de 1927 levantaba el telón en el Teatro Goya de Barcelona “Mariana Pineda”, el primer reconocimiento importante de Lorca como dramaturgo. Sobre el escenario destacaba Margarita Xirgu como protagonista con figurines y decorados de Salvador Dalí. Inmediatamente después del estreno, el poeta escribió a Amigo para decirle que “necesitaba descanso después de los intensísimos días de Barcelona. Pero el éxito ha coronado mis esfuerzos y me siento tranquilo como después de una gran pesca y estoy contento”. En la misiva, Lorca se hacía eco de cómo la obra había conseguido el aplauso de sus compañeros de generación: “Ha sido el primer triunfo público de la juventud actual española (estas son palabras de Salinas). Los autores viejos, me decía el gran arqueólogo catalán Villasegut, están echando “llet” (leche). Aquí en Barcelona hay una gran juventud y una cantidad de mierdas catalanistas tan grande como la juventud”.
La carta está escrita en el momento más importante de la amistad entre Lorca y Dalí. El granadino está pasando unos días en Cataluña, entre Cadaqués y Barcelona, invitado por el pintor. Sin embargo, sus padres lo reclaman para que regrese a Granada: “Dalí no quiere que me vaya de ninguna manera, pero mi familia me reclama urgentemente. De todos modos yo estaré algunos días aquí disfrutando de este mar y redactando un manifiesto que vamos a llamar Dalí y yo “Manifiesto antiartístico”, que será el escándalo más grande que se habrá registrado en la vida artística española”. El manifiesto es el llamado “Manifest groc” que Dalí redactó junto con Sebastià Gasch y Lluís Montanyà y en el que intervino sin duda Lorca. El documento se dio a conocer en castellano en el número 2 de la revista “Gallo”, la publicación de Lorca y sus compañeros de vanguardia en Granada. Joaquín Amigo fue el encargado de escribir el artículo que acompañaba ese texto en “Gallo”.
El archivo contiene más documentación inédita, como es el caso de cuadernos con las poesías de un jovencísimo Luis Rosales. Fue precisamente Joaquín Amigo el encargado de presentar Rosales a Lorca empezando una amistad que acabaría cuando el autor de “Poeta en Nueva York” fue detenido el 16 de agosto de 1936. Estaba tratando de ocultarse de sus enemigos en el domicilio de la familia Rosales y fue allí donde lo arrestó Ramón Ruiz Alonso. Poco después era asesinado como lo sería Joaquín Amigo en Ronda. “En ese archivo ha quedado congelada la vida de una persona”, recuerda Ana Merino quien cree que Amigo fue arrojado al Tajo de Ronda “por ser el profesor de filosofía que iba a misa”. Ahora su memoria regresa gracias a esta nueva novela de Ana Merino.