Las cartas de amor del joven Mitterrand
Sale a la venta parte del epistolario sentimental del político francés con la joven Catherine Langeais
La vida privada de Mitterrand siempre ha sido objeto de especulación. Él mismo se encargó de vestir de misterio un tema que casi se convirtió en secreto de Estado durante el tiempo en el que lideró el destino de Francia y hasta que se supo que a la vez que estaba casado oficialmente con su esposa Danielle mantenía otra relación con la historiadora de arte Anne Pingeot, con quien tuvo una hija de cuya existencia no se supo hasta veinte años después de su nacimiento. Una biografía publicada el pasado octubre en Francia ha descubierto que no eran dos sino tres las relaciones simultáneas que mantuvo Mitterrand mientras fue presidente. La otra se llamaba Claire, una estudiante medio siglo más joven que el político socialista, en aquel momento ya enfermo.
Pero el pasado amoroso de Mitterrand vuelve a surgir estos días porque una galería francesa, Autographes des Siècles, acaba de poner en venta una serie de cartas escritas por un jovencísimo Mitterrand a quien parece que fue su primera relación importante conocida. Es una pequeña selección del muy extenso epistolario que el futuro líder del socialismo francés mantuvo con Catherine Langeais, de verdadero nombre Marie-Louise Terrasse. Mitterrand llegó a mandarle a lo largo de su vida unas 300 cartas.
Un momento controvertido
Las que ahora ven la luz están escritas entre 1939 y 1940, uno de los momentos más controvertidos en la biografía del político. ¿El motivo? El hecho de moverse, durante la Segunda Guerra Mundial, entre el régimen de Vichy y la Resistencia ha generado una controversia que sigue persiguiendo al fantasma del desaparecido presidente. Es un tiempo en el que queda visible la gran ambición de Mitterrand, que, pese a su juventud, al concluir la contienda pasa a ser diputado de Nièvres y, posteriormente, ministro de los Excombatientes. Las misivas manuscritas nos llevan a un mundo de sueños rotos por la guerra y el deseo de mantener una relación pese a los malos tiempos que corrían. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la carta enviada el 16 de febrero de 1939 en la que asegura a su «hijita mía» que «no puedo expresar los sentimientos que viven en mí como los siento. Siento mucho el verte tan cansada. Me hubiera gustado gritarte mi amor y no, de todos modos, hacerlo como un entrometido. Me hubiera gustado que una omnipotencia repentina se apoderara de mí y me concediera el derecho de curarte, de devolverte el aspecto de la felicidad. Amada mía, ¿cómo estás ahora? Sobre todo, no tengas una mala noche. Duerme bien, y mañana no aparecerá nada de lo desagradable e idiota de esta noche. Preferiría tener algún sufrimiento para mí antes que saber que estás abrumada por una enfermedad o dolencia. Y toda mi vida intentaré imponer esta elección».
Mitterrand y Catherine Langais se conocieron el 28 de enero de 1938 durante el baile de la École Normale Supérieure. Ella solo tenía 14 años, pero los dos quedaron enamorados hasta el punto de comprometerse al año siguiente, aunque alguna crónica afirma que eso tuvo lugar en 1940. La invasión alemana de Francia hizo que la pareja tuviera que separarse el 15 de enero de 1942. A partir de ese momento la relación fue puramente epistolar, formada por un conjunto de cartas de más de 300, a las que incluso hay que sumar poemas redactados por Mitterrand en homenaje a quien era en ese momento su amor de juventud.
Sin embargo, él conoció durante el conflicto bélico a una joven que trabajaba como oficial de enlace de la Resistencia. Se llamaba Danielle Gouze y se acabaría casando con ella el 28 de octubre de 1944, tres meses después de la Liberación. Por su parte, Catherine Langais rehizo su vida con un conde polaco, Antoine Gordowski, con quien tuvio dos hijos, Jean-Michel y Élisabeth. La pareja se separó en 1949 para divorciarse definitivamente en 1954.
Catherine se dedicó a la pequeña pantalla al empezar a trabajar en 1949 en la recién nacida cadena de televisión RTF. Se convirtió en uno de los rostros más conocidos y queridos por los espectadores franceses, una labor que la hizo merecedora de la Legión de Honor en 1987. Se la concedió François Mitterrand.
«Opongamos la guerra con nuestra fuerza»
Contradictorio, odiado, temido, admirado y deseado, François Mitterrand también ha sido definido por alguno de sus biógrafos como el último rey de Francia. La importancia de las cartas puestas en venta es que nos permiten saber mucho más de cómo pensaba el joven Mitterrand décadas antes de llegar al alcanzar el poder, a ser el más célebre residente del Palacio del Eliseo. Eso es lo que se constata en una carta del 22 de enero de 1940 a su querida Zou, la manera cariñosa como llamaba a Catherine Langais.
«Querida prometida, me acaba de llegar tu carta, escrita el día 19 y dejada el 20 desde la Gare du Nord. ¡Cuánto amo estas cartas, mi alegría diaria! Ya en mi carta de esta mañana te lo digo: nada es más dulce para mí que pensar, cuando tengo frío, que estás en contra mía, y acepto con amor que vengas así a ofrecerte en todo tu ser. para traerme un poco de tu calor, tu dulzura. También pienso en la felicidad que tendremos el día en que todos nuestros sueños se desvanezcan para dar paso a la maravillosa realidad de nuestra unión». En esta misma carta, Mitterrand se preocupa por el cansancio que sufre su joven prometida, sugiriendo que «creo que deberías descansar un poco. No importa mucho que faltes a clases». En este contexto, el muchacho apunta que «no puedo soportar saber que estás expuesta a cualquier tipo de fatiga. Cuando regreses por la noche y seré yo quien te reciba, te juro que a mi vez te recibiré bien; Te tomaré en mis brazos, besaré tu frente, tus ojos, tus labios y la punta de tus dedos, te diré que ¡te amo y no perderé ni un minuto pensando en otra cosa que no seas tú!». El afecto de Mitterrand queda fijado en tinta en la carta con frases como «te adoro como solo se ama a una diosa».
Pero la guerra es el decorado de esta relación, una guerra que en esos momentos está en sus peores circunstancia por culpa del yugo de los nazis que tratan de adueñarse de Europa. Pese a lo duro del presente, François Mitterrand pensaba en un mucho mejor futuro al lado de Catherine Langais: «Contigo, la vida será tan hermosa, en todos los ámbitos. Opongamos la guerra con nuestra fuerza y nuestra paciencia.Yo viviré por ti; mis ambiciones serán para ti; no haremos nada a medias: nuestro amor, para mí, es la belleza. Cariño, te adoro y te beso mucho tiempo. Esta noche pasará; pero serán infinitas los que nos esperan. Buenas noches, mi Zou».