“Encanto” y realismo mágico para curar las heridas
Disney estrena un nuevo musical, con canciones de Lin-Manuel Miranda, en el que se mezclan las tradiciones cafeteras con el relato de la violencia en Colombia
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«Te voy a dar la exclusiva. En realidad hay cuatro Lin-Manuel Miranda y nosotros hemos comprado uno de ellos», confiesa sin aguantarse la risa Jared Bush, uno de los directores de «Encanto» (junto a Byron Howard y Charise Castro Smith), la película de Disney para estas navidades. La participación del atareado compositor de «Hamilton», «Vaiana» e «In the Heights» (acaba de estrenar «Tick, tick... Boom!» como director y para Netflix), aquí se limita a la música original para la película, que cantan iconos de la Colombia más moderna, como Carlos Vives o Sebastián Yatra.
Los acordes de Miranda sirven a los directores de «Encanto» para mezclar realidad y ficción y hacer un homenaje explícito al realismo mágico: «Sabíamos de la importancia de escritores como Gabriel García Márquez, así que no tenía sentido obviar esos referentes si íbamos a hablar de magia y de Colombia», explica un Howard que, como encargado de la parte argumental, no ha tenido miedo de ahondar en la parte más dura del relato, la que habla de un país al que tristemente y casi siempre se le ha dado forma a sangre y fuego: «Queríamos que la película tuviera un pie en tierra, que no se convirtiera en una explotación alegórica de referentes. Por eso, y basándonos en la propia infancia de Charise (Castro Smith) incluimos el tema de la familia y la violencia allí», añade sentido el director.
Poderes dinásticos
La familia, aquí los Madrigal, son en la película una especie de dinastía ungida con la magia que recogió de una flor la matriarca en su exilio cafetero. Todos tienen habilidades especiales. Todos salvo Mirabel, que pasó por el mismo ritual que toda su familia pero sin resultados. En su búsqueda de respuestas, la protagonista indagará en el pasado de la familia, descubrirá el secreto de un tío del que nunca se habla e intentará poner remedio a una magia que, poco a poco, parece estar apagándose en una alegoría que se puede leer como climática o de valores, en una ambivalencia bien medida.
«Encanto», que se inscribe en la línea de películas con alma digital de la Casa del Ratón que inauguraron «Enredados» o «Frozen», es una propuesta franca y entretenida, pero también es una reflexión sobre las expectativas familiares, la superación de los traumas colectivos y, en última instancia, un ánimo, una canción a la superación de las adversidades y a la sanación. Tan colorida como «Coco» y tan pegadiza en sus canciones como «Tarzán» (notable «Dos oruguitas», que en español canta Yatra con inteligencia emocional), «Encanto» es el mejor Disney del año y una candidata seria a ser también la mejor película de animación en los Oscar, lugar con el que peleará contra la danesa “Flee”.
El cariño con el que está narrada la película, que estará disponible en Disney+ el mismo día de Nochebuena y sin coste adicional para los abonados a la plataforma, no solo parece una enmienda explícita al trabajo de Pixar en “Coco” y el conato de “comprar” una tradición entera como es la del Día de Muertos, si no que además, con Charise Castro en el equipo de dirección, se vuelve extremadamente sutil a la hora de reflejar esa especie de contradicción de la decepción más orgánica: no podemos elegir a nuestra familia, pero sí somos libres de elegir qué relación queremos tener con sus miembros. La Mirabel de “Encanto”, a la que en inglés dobla Stephanie Beatriz (”Brooklyn Nine-Nine”), es uno de los personajes con más carisma en animación digital del estudio, y allá donde Elsa o Moana solo parecían haber nacido como vehículos de la trama, ella parece ajena a la misma, a su destino de “elegida” y a esa pulsión hasta marquetiniana que viene poseyendo la animación desde que Walt Disney se hizo su gran mogol.