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Crítica de “Cruella”: la guerra de las tres Emmas ★★★☆☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Craig Gillespie. Guion: Dany Fox y Tony McNamara, según un argumento de Aline Brosh McKenna. Intérpretes: Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser. USA-Gran Bretaña, 2021. Duración: 134 minutos. Comedia fantástica.
Parece que nos hayamos olvidado de él, pero habría que remontarse a los arranques superheroicos del cine de Tim Burton para entender la pasión que despiertan los antihéroes en las producciones ‘mainstream’ del siglo XXI. Cruella, como Batman -o, mejor dicho, como la Catwoman de “Batman vuelve”-, tiene sus razones para ser ‘mala’, si es que la justicia poética y el ojo por ojo cuentan como ‘maldad’. La “Cruella” de Craig Gillespie -no tan lejos de su anterior película, “Yo, Tonya”: relato en primera persona de feroces conflictos familiares- le debe mucho al cine de Tim Burton: ahí están un diseño de producción espectacular en clave de glam-punk, un vestuario que envidiaría Vivienne Westwood y una querencia por la heroína bipolar, creativa y anarquista, huérfana a su pesar e incomprendida por el mundo, que se empodera cuando asume su lado oscuro, que tiene que ver con la filiación y la herencia.
En este sentido, las coincidencias entre “101 dálmatas” y esta excéntrica precuela, que la Disney concibe con el sesgo feminista que tan necesario parece en estos tiempos de igualdad, son detalles triviales, al menos en la primera parte del filme. La cuestión es limpiar la imagen de una villana que, en el clásico animado, está dispuesta a despellejar a 101 dálmatas para diseñar sus abrigos, y crearle una némesis peor que su futuro, la Baronesa, una diseñadora de moda cuya crueldad deja en ridículo a la Anna Wintour de “El diablo viste de Prada”. Hablamos de Burton, de “Prada”, y podríamos añadir la saga “Star Wars” y “Maléfica” a esta larga fórmula magistral que, por momentos, adquiere un encanto entre grotesco y sofisticado bastante simpático, y que, en otros, y esto es un mal endémico del cine comercial contemporáneo, quiere ser demasiadas cosas a la vez.
Cierto es que Gillespie no se ha dormido en los laureles, y con la connivencia de tres Emmas (una Thompson, magníficamente caricaturesca en su contención diabólica de alta costura; dos Stone, una encarnando a Estella/Jekyll, deliciosa en su ironía vocal y su sumisión canalla, y otra a Cruella/Hyde, más rígida), consigue que la película se aleje de los ‘reboots’ de imagen real que la Disney está facturando para sacar provecho de su catálogo de clásicos. Es una pena que, en el tercio final, parece sentir el impulso de reiniciar el relato justamente para acabar, y no de una forma precisamente orgánica, donde empezaba “101 dálmatas”; eso sí, la inclusión obliga, con un personaje afroamericano que cumpla cuotas.

Lo mejor

Emma Thompson y un diseño de vestuario que huele a Oscar

Lo peor

Que se alarga, extenuada, para desembocar en su condición de precuela