“Aztarnak - Huellas”: Maru Solores tras la pista de la maternidad hegemónica
La directora de “Camera obscura” regresa con una reflexión sobre lo que significa ser madre, padre o hijo y cómo afecta el parto y el nacimiento a nuestro desarrollo emocional
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La voz de Maru Solores (San Sebastián, 1968), única en ese panorama cinematográfico que queremos llamar “nuestro” pero en realidad es “suyo”, es la de una directora que ha tenido que pelear con uñas y dientes cada uno de sus proyectos. Diez años después de “Camera obscura”, su sentido retrato sobre la ceguera en una adolescente, la realizadora vuelve con “Aztarnak - Huellas”, un proyecto que le ha tomado casi tres años y en el que viaja hasta su mismo nacimiento para intentar dar con las pistas, casi a modo detectivesco, de nuestro propio desarrollo emocional. El documental, financiado mediante crowdfunding, se pudo ver clausurando la última edición de la sección Zinemira, en el prestigioso Festival de San Sebastián y llega ahora a salas seleccionadas de la geografía española para epatar en los sentimientos asociados al parto y emocionar a la hora de mostrar verdades otrora tabú.
Así se entiende, por ejemplo, el buen pulso de Solores al acercarse a distintas parejas vascas que lidian con su recién estrenada paternidad. Los testimonios, que van desde la desesperación absoluta de una madre que se ve incapaz de cuidar su salud mental a la vez que la de su hija pequeña, hasta el de un matrimonio de recién casados que ve el nuevo reto como uno más del día a día, se van sucediendo e intercalando con la opinión de expertos. Quizá lo que más arroje luz sobre “Aztarnak-Huellas”, o más bien sobre su intención humilde, lejos de cualquier panfleto y verdaderamente genuino, sea el espacio que se dedica al obstetra Michel Odent, quien reflexiona sobre el parto como momento de violencia original, o las tesis que se exploran en la voz de la psicóloga Ibone Olza, crítica con la manera hegemónica de concebir el parto y la maternidad.
Fin al tabú materno
“Ha sido un trabajo muy laborioso. El cine independiente es una empresa muy difícil en este país”, comienza su relato la directora al otro lado del teléfono, en entrevista con LA RAZÓN. Y sigue, sobre la decisión de reconstruir la maternidad como si fuera hacia atrás, buscando las huellas del título: “Me parecía una metáfora bastante adecuada, porque esa huellas no sabemos de dónde vienen. Las vemos, en nuestra piel, en nuestra forma de ser, pero no sabemos cómo se formaron en un principio. Así es como empezamos a preguntar a expertos en distintas disciplinas y luego siguiendo a las parejas de padres. Fue una investigación casi científica, pero desde lo artístico que permite el cine”, añade.
En “Aztarnak - Huellas”, además de las opiniones ajenas, quizá más formadas pero claramente dogmáticas, Solores intenta cuestionarse a sí misma y a todo lo que ha interiorizado desde la maternidad como ente hegemónico en la sociedad. De hecho, el documental que comienza con una afirmación “soy madre, pero antes fui hija”, termina con muchas más dudas y preguntas que con las que empezó, en lo que solo se puede entender como un ejercicio cinematográfico de verdad. Por supuesto, lo epistemológico del filme no niega lo coyuntural, y temas como la violencia obstétrica o el tabú del arrepentimiento se muestran siempre con perspectiva subjetiva: “En los últimos años, afortunadamente, se habla cada vez más de estas cosas y se está desmitificando la maternidad. Ya se entiende que no es un camino de rosas. Todavía queda mucho por hacer, pero cualquier tipo de debate o reflexión ya es sano”, opina la realizadora.
Al final, el filme de Solores primario en su indagación pero mucho más experimental a la hora de hablar desde la subjetividad de su directora, es también el resultado del cuestionamiento de sí misma, más allá de maternidades, partos y angustias relacionadas. Por eso, cuando el metraje llega a su final y los créditos se marcan blanco sobre negro, la conversación y la reflexión que parece más importante es la de la propia madre de Solores, que recuerda en vivo esas huellas que durante 90 minutos se buscan en el documental, un imprescindible de la cosecha “nuestra” de este año.