La muerte de Lady Di: elementos para una conspiración en el 25 aniversario
Diez años de investigación y 175 acusados no fueron suficientes para eliminar las sombras del caso en el que aparecieron la CIA, Scotland Yard, paparazzis, frenos trucados
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La segunda mitad del siglo XX nos ha dejado un puñado de biografías que constituyen un material fascinante para publicar libros, rodar series, estrenar películas y alimentar teorías de la conspiración creíbles o delirantes. Aun hoy, ya muy próxima la cifra redonda del 25 aniversario de la muerte de Diana de Gales, no son pocos quienes niegan la única explicación ofrecida para el trágico accidente que le costó la vida: la velocidad excesiva del vehículo en que viajaba con su pareja, Dodi al Fayed. Que los Windsor no quisieran dispensarle en un primer momento un funeral de Estado a pesar de su ascendiente sobre el pueblo británico y que en el momento de morir la madre quien un día sería rey de Inglaterra fuese novia del hijo de un mercader egipcio enseguida llevó a que brotase la hipótesis: los servicios secretos cumplieron el clasista encargo de cortar por lo sano una biografía descarriada.
La primera web dedicada a la conspiración para acabar con Lady Di apareció en Australia solo horas después de su muerte, acaecida el 31 de agosto de 1997. Han llegado a existir hasta 36.000 páginas sobre este asunto, según publicaba en 2014 el boletín Oxford University Press. Aunque la teoría más descabellada explica que Diana fingió su muerte, harta de vivir bajo la presión mediática, lo cierto es que más allá de la libre fantasía del ciudadano medio para acogerse a pararrealidades sugestivas, existen algunos datos que sí han contribuido a apoyar la conspiranoia. El primero de ellos, fundamental para mantener el mito, fue la iracunda reacción de Mohamed al Fayed, millonario padre del novio de Diana de Gales y propietario de los famosos almacenes Harrod’s de Londres, del equipo de fútbol Fulham FC y del hotel Ritz de París.
Blair, la CIA y un musulmán
Desde el momento inicial, Al Fayed afirmó en público que el duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, avaló una operación que incluía la aprobación del primer ministro, Tony Blair, y la CIA norteamericana: los Windsor no iban a tolerar que la madre del futuro rey se casara con un musulmán. Y ocurrió aquel día porque iban a anunciar su compromiso justo el 1 de septiembre, decía el empresario. Pasado el tsunami inicial, las informaciones en ese sentido continuaron: el tabloide «Daily Mirror» publicó en 2003 que diez meses antes de morir, la princesa de Gales escribió a su exmayordomo, Paul Burrell, para contarle que su vida atravesaba su fase «más peligrosa» y le hacía conocedor de un supuesto complot para alterar los frenos de su automóvil. En mayo de 2001, Al Fayed salió con una escalera de color: Diana estaba embarazada de su hijo cuando murió y tres años después, la Metropolitan Police de Londres estableció un equipo especial de investigación para investigar las distintas teorías conspirativas, que recogían hasta 175 acusaciones de Al Fayed. La llamada Operación Paget llegó a interrogar al príncipe Carlos sobre la nota que divulgó Burrell. Con todo, fueron necesarios diez años desde aquel 31 de agosto para que se abriese una investigación judicial sobre las circunstancias del accidente.
Todos los rumores del caso
En octubre de 2007, el Alto Tribunal de Londres se comprometió a aclarar si las acusaciones de Mohamed al Fayed tenían base. En las semanas sucesivas «The Independent» publicó que un equipo de agentes del MI6 británico se hallaba en París cuando murieron Lady Di y Al Fayed; el impacto fue tal que Richard Dearlove, exdirector de la agencia, salió a desmentirlo, algo completamente inusual en los servicios de espionaje. Aunque tanto la investigación de la gendarmería francesa como la de Scotland Yard concluyeron que el accidente se debió a la excesiva velocidad del coche en manos de un conductor bebido y que la discutida responsabilidad de los paparazzi que los seguían era descartable, apareció el rumor de que la prueba de alcoholemia practicada al chófer, Henri Paul, cuyo resultado fue positivo había sido falsificada, así como alterados los frenos del vehículo.
Otra de las grandes chismes que circularon posteriormente apuntaba que Paul había sido sobornado por la inteligencia británica y que el guardaespaldas de la pareja, Trevor Rees-Jones –que sobrevivió al accidente– era directamente un agente secreto. Se examinaron cientos de veces las últimas imágenes en movimiento de la pareja, saliendo el Ritz, y las fotos tomadas en el Mercedes en que se estrellaron tratando de hallar gestos de horror ante una amenaza que los perseguía. Se barajó que la muerte, el año siguiente, del fotógrafo francés que conducía un Fiat Uno blanco que rozó al coche siniestrado aquella fatídica noche, se debiese a un asesinato ordenado por los organizadores de la trama. Sin embargo, ni una sola de todas estas teorías causaron el suficiente grado de duda en el jurado, que concluyó en 2008 que la muerte de Diana y Dodi al Fayed se debió a un accidente cuyo único responsable era el conductor.