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“El escuadrón suicida”: una oda gamberra a la “serie B”

James Gunn se arma de Margot Robbie, John Cena e Idris Elba para volver a contar la historia de los antihéroes más gamberros del universo dc tras el fracaso de david ayer y su pelea con warner bros.
WARNER BROS.
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Hay un hombre que lo hace todo en el cine. Quizá el nombre de Lloyd Kaufman no les diga mucho si no son aficionados a las sesiones de medianoche y al cine chusco, pero para cualquier aficionado a la «serie B» estamos hablando de, probablemente, una figura cercana a Leonardo Da Vinci. Este polímata de lo cutre y virtuoso del cochambre es el dueño y fundador de Troma Entertainment, la productora que nos regaló «El vengador tóxico», «Caníbal: el musical» o «Tromeo y Julieta».
Precisamente en esta última, de 1996, el guion corría a cargo de un chavalín, un tal James Gunn, que acabaría convirtiéndose en el reinventor absoluto del género superhéroico, bien sea a través de su ópera prima, «Súper» (2010), o de su trabajo más conocido, «Guardianes de la galaxia» (2014). Después de tensar relaciones con Disney por unos chistes añejos que le encontraron en Twitter, el director decidió tomar distancia con Mickey Mouse —aunque volverá el año que viene, para tranquilidad de los marvelitas— y aceptó un reto mayúsculo: volver a contar la historia del Escuadrón Suicida, la patrulla de antihéroes de DC Cómics, y refrendar el trabajo de un David Ayer al que entre Warner Bros. y un Jared Leto henchido de sí mismo como Joker le acabaron aguando la fiesta y el montaje. «El escuadrón suicida», que llega este viernes a las salas españolas, no solo mejora el ideario y la película anterior del grupo de mercenarios, si no que lo hace desde la esencia «kitsch» de Gunn, como si hubiera sido por su otrora mentor y la Troma volviera en su máximo esplendor.
Violencia estival
Si Kaufman hubiera contado con los medios de su pupilo, que tira de CGI para regalarnos a un tiburón humano de buen corazón y a un gato despeluchado como co-protagonistas de un guion tan loco como disfrutón, probablemente el resultado sería muy parecido al de la película que se estrena esta semana. La fotografía de Henry Braham («Tarzán», «Maléfica») y el guion del propio Gunn se dan la mano para dejarse sentir en gloria «pulp», creando por momentos incluso la ilusión de que el cine de estudio en Hollywood da cabida a los autores. La violencia estival de «El escuadrón suicida» es gratuita, sucia y extremadamente gráfica, pero nunca trabaja sola: bien sea por la banda sonora de John Murphy («28 días después»), bien sea por el diseño de producción de Beth Mickle («Drive»), el filme siempre trabaja a varios niveles. Las capas, de hecho, se suceden como en un «tableau» de lo chabacano, con comedia gráfica al más puro estilo hermanos Zucker funcionando en perfecta armonía con mamporros estilistas primos de «John Wick» e hijos de «Old boy». Lo excepcional del espectáculo, eso sí, es obra del mero magnetismo fílmico.
Margot Robbie, independizada ya en la gran pantalla de su tóxico novio payaso, se vuelve a ajustar las medias de Harley Quinn y demuestra una vez más que el personaje ya es completamente suyo. Más sorpresiva si cabe, para aquellos que desconocen su pasmosa capacidad de atracción entre las doce cuerdas, es la adición de John Cena al grupo como «The Peacemaker». El luchador se las apaña para imprimir su carisma a un justiciero del talión al mismo tiempo que, desde lo hierático, se convierte en la estrella de la película. De hecho, la química entre Gunn y Cena ha ido tan lejos que ambos ya se encuentran rodando una serie para HBO en la que indagaremos aún más en los orígenes y motivaciones de su personaje.
Con un reparto de secundarios de lujo, entre los que se encuentran Idris Elba, Joel Kinnaman y hasta nuestro Juan Diego Botto luciendo tipín, «El escuadrón suicida» puede reivindicarse como una especie en extinción, como un fallo en la matriz que ha permitido rodar a un hijo de la Troma su «magnus opum» en silencio y sin apenas injerencias. Comparada con la película de «Ayer» de 2016, mucho más grave e impostada, la nueva creación de James Gunn es el espectáculo que necesitan los cines en un verano aciago en el que solo el «Jungle Cruise» de Dwayne Johnson parece haberse querido situar a la altura del espectador. ¿Ha renacido el «blockbuster»? ¿Nos cansaremos alguna vez de superhéroes?

Del “Snyder Cut” al “Ayer Cut”, pasando por los tribunales

En ese clima extraño en el que se mueve la meca del cine tras la pandemia, el estreno de «La liga de la justicia» editada de nuevo por su director, Zack Snyder, supuso un antes y un después en la relación entre estudios y aficionados. La insistencia de los seguidores del realizador a través de las redes sociales provocó que Warner Bros. sacara la cartera y el director pudiera ver su «corte» estrenado, aunque fuera a través de un servicio de «streaming». David Ayer, director de la versión de 2016 de «Escuadrón Suicida», tiene la intención de seguir por el mismo camino, y ya ha amenazado con denunciar a la compañía matriz de la marca si su versión no ve la luz. El «Ayer cut», exista o no, palidecería de igual forma ante el filme de Gunn.