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“La adoración del cordero místico”, la obra más robada de todos los tiempos, cuenta con un nuevo cristal antibalas

Los últimos que robaron esta obra maestra fueron los nazis, que escondieron el retablo en una mina de sal
Virginia Mayo
La Razón

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Es una de las obras más conocidas de todos los tiempos y, probablemente, una de las obras maestras con vida más asendereada. Fue pintada en 1432 por los hermanos Hubert y Jan van Eyck, está compuesta por doce paneles y, al menos, ha sido robada seis veces, dejando aparte otras tribulaciones. La mayoría conoce a esta tabla, que se encuentra en la Capilla del Sacramento de la Catedral de San Bavón, en Gante, como “El políptico de Gante”, “La adoración del Cordero Místico”, aunque la mayoría, coloquialmente, lo conoce solo por “El Cordero Místico”.
Para prevenir que este óleo, una de las referencias culturales de toda Europa y una de las maravillas de la Historia del Arte, las autoridades belgas y los responsables de su conservación han decidido protegerlo todavía más, anticipándose a los reveses y los inconvenientes que el futuro pudiera esconder en la manga. Para eso han diseñado una vitrina espectacular. Sus dimensiones se han visto en contadas ocasiones. Tiene seis metros de altura y en su interior caben alrededor de 100 metros cúbicos. Pero eso no lo es todo. Este cristal, que ha sido fabricado a prueba de balas, ha costado la cifra nada baladí de 30 millones de euros. toda una inversión para salvaguardar este preciado tesoro para las generaciones futuras.
Algunos podrían asegurar que es una exageración y más en estos tiempos zozobrantes para la economía. Pero no es así. Ni mucho menos. A esta obra le antecede su fama y, también, su sinuosa existencia. Se conocen, al menos, seis robos y son muchos los daños derivados de agresiones que ha sufrido la obra a lo largo de su historia. En la segunda mitad del siglo XVI, como consecuencia de las revueltas religiosas del país, se procedió a separar las distintas partes que la forman. No sería la última ocasión en que se ha fragmentado este retablo para salvaguardarlo de las derivas de la historia.
Durante las campañas napoleónicas, las tablas más relevantes del conjunto terminaron en París y las fueron vendidas. Algunas acabaron en Berlín, pero al final, y debido a los acuerdos entre las diversas potencias al final de la Primera Guerra Mundial, pudieron ser recuperadas para Bélgica. Actualmente el retablo se conserva en Gante, aunque una de las tablas, conocida como “Los jueces justos”, que fue robada en la década de los años treinta, y nunca se ha recuperado. Un hombre, un tal Arsène Goedertier, aseguró que conocía dónde se encontraba, pero al mismo tiempo que hacia ese anuncio juraba llevarse el secreto a la tumba. ¿Sería este testigo el silencioso ladrón? Se desconoce. En cambio sí se sabe que cumplió su promesa. Por eso ahora nadie sabe el paradero de esta parte del políptico. Lo que contemplan los visitantes es una réplica posterior que se hizo en 1945.
Pero, probablemente, su episodio más aireado sucedió durante la Segunda Guerra Mundial. Los nazis se dedicaron a destruir el arte degenerado y aquel que consideraban que no lo era, directamente lo robaban. Hitler, al parecer, estaba obsesionado con tenerlo. Guardaba extrañas teorías sobre la pintura y los secretos que escondía en su interior. Por este motivo envió a su ejército para que se apoderara de esta joya. Los alemanes lo lograron, lo extrajeron de la iglesia y, después de varias paradas y estancias, el retablo acabó en las minas de sal de Altaussee. Allí, junto a otras siete mil obras de arte, es donde lo encontraron los famosos  Monuments Men, la brigada de especialistas que los aliados organizaron para proteger, rescatar y salvaguardar el patrimonio artístico europeo durante el conflicto.
En la actualidad se han llevado una serie de procesos para restaurar, estudiar con detenimiento y conservar esta obra maestra. El último paso es proveerla de una vitrina antibalas para que nadie pueda dañarla. Un paso semejante al que han seguido otros tesoro del arte, como “La Gioconda” de Leonardo da Vinci que tiene el Museo del Louvre.