“Hay que seguir atentos para dar cabida a más voces en nuestro cine”
Pilar Palomero, gran triunfadora de la 35.ª Edición de los Premios Goya y directora de «Las niñas» (mejor película, guion original, dirección novel y fotografía), reflexiona sobre los galardones
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Un amuleto recorre el cine español, de mano en mano, otorgando a su portadora el beneplácito de la Academia. Así podría comenzar la leyenda mística de una de las curiosidades más llamativas que nos dejó esta edición de los Goya, celebrada en la noche del sábado en solemnidad frenética y que tuvo a la directora Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) como la gran protagonista del palmarés.
«A mí me lo hizo llegar Belén Funes, amiga desde hace tiempo y ganadora del Goya a la dirección novel el año pasado por ’'La hija de un ladrón’', el mismo día en el que se anunciaron las nominaciones, en enero», comienza su relato la directora de «Las niñas» al sol del primer día que la alumbra como ganadora de los Goya a la Mejor película, Mejor dirección novel y Mejor guion, además del que ganó Daniela Cajías por la espléndida fotografía de su filme. Y sigue: «A Belén, se lo había entregado antes Arantxa Echevarría, ganadora por ’'Carmen y Lola’' y ahí le pierdo la pista, pero creo que es algo que viene incluso de más atrás». Palomero, que no quiere desvelar la forma del talismán ni lo que encarna, «para no gafarlo», se sirve de la broma interna para hablar desde la humildad del triunfo absoluto de una película, su debut en el largo, que comenzó su trayecto hace poco más de un año en el Festival de Berlín, arrasó en la Málaga pandémica y ahora ha encontrado en la Academia un refrendo al cine independiente.
Sin noticias del «cabezón»
«Estoy muy feliz. Aun no lo tengo asimilado. Ha sido una noche de nervios y de no poder dormir muy bien. Después de la gala nos acostamos muy tarde y durante todo el domingo he estado atendiendo a la prensa. No me ha dado tiempo a nada. Me hace falta parar, respirar y darme cuenta de lo que ha sucedido», explica acelerada la directora mientras a su espalda se deja sentir el brío de lo solícito, como si el éxito, durante la pandemia, se tradujera en un teléfono que no deja de sonar y una videollamada a la que no le da tiempo a congelarse: «Sobre el premio físico todavía no sabemos nada. No tenemos claro si nos lo enviarán por correo o la Academia organizará algún tipo de acto de recogida. Ahora mismo no me importa mucho, porque todavía no me lo creo y ni siquiera he pensado dónde lo pondré», añade.
Con dos «cabezones» grabados a su nombre y un tercero que no es explícito pero casi, Palomero entra por la puerta grande en la leyenda de los Goya: gracias a «Las niñas» y a ese guion que parte de los recuerdos de su infancia y que reconstruyó gracias a los testimonios de amigos y familiares, la maña hace doblete en los premios de dirección novel y película como antes hicieron ilustres de la talla de Alejandro Amenábar («Tesis») o Agustín Díaz Yanes («Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto»).
A nadie se le escapa, claro, que es la primera mujer de la lista y que su triunfo coincide con el de Adam Nourou («Adú»), primer actor negro en ser reconocido por la Academia: «No sé si esta apertura es o no un espejismo. No hay que dar nada por sentado. Hay que seguir alerta y continuar apoyando a esas otras voces para que sigan contando sus historias. Porque esto haya ocurrido este año, no creo que esté ni mucho menos normalizado», explica antes de continuar sobre los condicionantes que ha podido tener la pandemia en las votaciones de este año: «Se habla mucho de los estrenos que se han retrasado, cancelado o pospuesto por la pandemia, pero no deja de ser un año donde muchos grandes de nuestro cine han tenido película», explica. ¿Y seguirán mirando hacia los márgenes los académicos una vez haya amainado la tormenta? Palomero no cree que se trate de algo tan coyuntural: «Más allá de nuestro éxito o el de ’'Akelarre’', creo que los Goya siempre han cuidado lo independiente y espero que eso siga así», remata.
Tres décadas de parto
Casualidad o no, la fiesta del cine español hizo que «Las niñas» compartiera su triunfo con «El año del descubrimiento», Mejor documental y uno de los filmes con mayor impacto en nuestra cultura popular de los últimos años. Casualidad o no, ambas películas están ambientadas en 1992 y, casualidad o no, ambos directores (Palomero y Luis López Carrasco) tuvieron que buscar fuera (Holanda y Suiza, respectivamente) parte de la financiación de sus proyectos: «Vemos que muchos compañeros, sobre todo mujeres, hacen su primera película, ganan incluso algún premio y ahí se acaba todo. No somos capaces de generar un sistema de continuidad y se pierde mucho talento por el camino», explica la realizadora antes de poner en relación su filme con el documental: «El año 92, en ninguno de los dos casos creo que esté elegido al azar. Es emblemático para la Historia de España, por la Expo y los Juegos Olímpicos, pero también porque fue una especie de año bisagra. Se mezclaba la España eufórica, que quería avanzar, con una herencia que le recordaba que lo oscuro del pasado todavía estaba ahí, más cerca de lo que parecía», completa.
Más allá de la inmediatez del premio, e incluso de esos treinta años de parto de la España que se quitó las telarañas que buenamente pudo, el milagro cinematográfico de «Las niñas» habla también de esas casualidades que tienen el poder de cambiarlo todo. Como la piedra que recibe en el rostro la pequeña Andrea Fandos en la película, o como las meriendas inexpertas de la madre perdida que interpreta Natalia de Molina, el triunfo hay que explicarlo con pequeño hilo de casualidades. Así, la Berlinale en la que se mostró al mundo se negó a suspender por la pandemia; así Málaga salió adelante contra viento y marea y la coronó; así los Goya de Banderas se retrasaron dando alas a un contenido fenómeno en salas; y así también, en pleno confinamiento, Palomero tuvo el tiempo necesario para escribir el guion de su próximo proyecto: «La maternal», también de la mano de B Team e Inicia Films, y que está en avanzada fase de preproducción.
«Celebrarlo, de momento, no está en los planes porque no se puede», explica la realizadora y guionista antes de añadir: «Lo que sí quiero, y que ahora mismo solo puedo interpretar como un sueño, es que podamos hacer una proyección de la película con todo el equipo. Cuando tocaba y lo teníamos planeado, se redujeron los aforos hasta el 30% en salas. Ahora mismo solo quiero brindar y compartir el triunfo con todos los que lo han hecho posible. Ojalá pueda ser pronto», remató.
Las palabras de Palomero, desde lo alto de un cine español que todavía se da golpes en el pecho cuando el menor de sus nominados a la Dirección Novel tenía 33 años, dan esperanzas eso sí para que nuestro cine siga levantando milagros y, sobre todo, sirviendo de altavoz a esas historias de los márgenes que tanto nos ayudan a entender lo que somos.